ÓRDAGO NÚMERO 4: ENERO DE 2000
Apenas habíamos estrenado los primeros días del mes de enero del año 2000, cuando ya estaba en la calle el número 4 de Órdago. ¿Quién dijo que el segundo milenarismo era el final de los tiempos? Para Órdago supuso un nuevo reto, y una nueva edición más que veía la luz de la calle.
En el número cuatro los directores quisimos rendir un homenaje a D. Juan Montijano Chica, último cronista oficial de Torredonjimeno y canónigo de la S. I. Catedral de Jaén. A D. Juan le debe más de uno la vocación o afición por la historia. Para ello recurrimos a unas libretas manuscritas en las que el anciano sacerdote fue recogiendo todas las vicisitudes de su vida, desde su niñez, hasta las postrimerías de su fallecimiento.
En esta primera entrega, la memoria de D. Juan Montijano nos remontaba a principios de siglo XX, relatándonos, como frutos del recuerdo, aspectos de la sociedad del Torredonjimeno de principios de siglo XX. Un documento de excepción, si tenemos en cuenta que era la primera vez que estos textos veían la luz y se publicaban en primicia para los lectores de Órdago: las Memorias de un cronista.
En la portada de la misma se puede apreciar un precioso retrato familiar de época, en él aparece el padre de D. Juan Montijano y todos los hermanos del cronista.
Sin embargo, quien abre la revista no podía ser otro que nuestro muy buen amigo y mentor Fray Alejandro Recio Veganzones o.f.m. (q.e.p.d), el cual nos brindó una “perla” para ese ejemplar en cuestión, al escribir un artículo sobre los orígenes del villancio, en concreto el artículo titulado “Los orígenes del villancico en la Hispania paleocristiana y las antiguas profecías del nacimiento de Jesús”.
El profesor de enseñanza secundaria Juan Ortega Cózar, licenciado en Geografía e Historia, y colaborador de Órdago, nos ilustró con un pasaje de las andanzas del General Gómez, a su paso por la Campiña, más concretamente a su paso por la vecina villa de Jamilena, donde herró unos caballos de la columna de bravos carlistas que acaudillaba, mientras era perseguido por los cristinos en aquella peripecia -dirigida por un tosiriano- que asombró al mundo.
Bandoleros del siglo XIX y principios del XX. El Cid Campeador, a su paso por Torredonjimeno, caminando al encuentro de su Señor el Rey para la batalla de Pinos Puente, son otros de los artículos que se pueden leer en este ejemplar.
Pero quizás, el artículo que ahonda en la figura del personaje D. Ximeno, es de los más destacados y reseñados por los lectores de la revista. En dicho artículo Manuel Fernández Espinosa repasa con exhaustividad los posibles personajes históricos que, a la luz de las fuentes medievales que nos han llegado, puedan ser los que dieron nombre a la localidad y viene a concretarse en el personaje de Ximeno de Raya, candidato más que probable, a la luz de los datos encontrados posteriormente por el historiador José Carlos Gutiérrez en los archivos que así avalan el arraigo del linaje Raya en la localidad: para ser más concretos, estos nuevos datos refrendan la hipótesis de Manuel Fernández Espinosa al hablarnos de enterramientos y capillas propias de este linaje en la primitiva iglesia Mayor de San Pedro Apóstol de Torredonjimeno.
El número culmina con un poema satírico que fechábamos del siglo XVIII, ya en la contraportada de la misma; era un texto en primicia descubierto de forma fortuita por los directores mientras ojeaban un libro en casa de D ª Luisa Villar de la Fuente (q.e.p.d): dicho documento lo reproducíamos con agrado, por ser una muestra de lo que la revista considera siempre prioritario: la antigüedad y originalidad -en primicia- de nuestras antigüedades, pues ÓRDAGO es una revista divulgativa de nuestra tradición local en todas sus vertientes.
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