lunes, 2 de enero de 2017

El marino de orígenes tosirianos Don Miguel de Oquendo y Molina



"Retratos de D. Miguel de Oquendo y Molina y su esposa Dª Teresa de San Millán"

Luis Gómez López


Fruto de las relaciones entre D. Antonio de Oquendo y la tosiriana Ana de Molina nacerá D. Miguel de Oquendo y Molina, joven que andando el tiempo ostentará entre otros muchos títulos y cargos el de General de la Escuadra del Cantábrico, título que ya obtuvo su progenitor.

El nombre escogido para su bautismo no fue fruto del azar, pues ambos abuelos, tanto por parte materna como paterna, se llamaban Miguel, siendo esta una forma de conciliar a todos y de honrar con ese nombre al párvulo.
 
Existe mucha controversia para fijar el lugar de nacimiento de D. Miguel de Molina; unos lo hacen en Madrid[i], otros en Cádiz[ii], y algunos en San Sebastián[iii], localidad paterna y en la que residirá hasta su muerte.

Lo cierto es que la madre, la tosiriana D ª Ana de Molina y su padre D. Antonio Oquendo, frecuentaron dichos lugares, siendo muy posible que fuese en cualquiera de ellos en donde ambos progenitores se conocieran y la madre lo trajera al mundo.

Según la historiadora Ainhoa Arozamena, después de nacido, D. Miguel vino a Torredonjimeno a ser cuidado por los abuelos maternos[iv]. El alumbramiento fue en el curso del mes de junio de 1627 y, según la historiadora vasca, D. Miguel llegaría a Torredonjimeno a los tres años de edad, o sea en 1630. En esas fechas, debemos suponer que al menos los tíos maternos del joven estarían en disposición de prestarle socorro y primeros cuidados, pues es muy posible que el abuelo materno, D. Miguel de Molina, para ese año ya estuviese viudo de su primera mujer y hubiese contraído segundas nupcias con Luisa de Estrada, nombre y apellido con los que se denomina a la madre en diferentes documentos. Al no haber constancia del apellido Estrada en las partidas de matrimonio en los libros parroquiales de Torredonjimeno, debemos suponer que el cuidado lo realizarían las hermanas o hermanos de Ana de Molina, a saber: Sebastiana, Miguel, María, Juan o Lucía Molina Fernández; todos ellos pudieron ser, junto con su madre Ana, los primeros ejemplos y referentes que el joven Miguel de Molina conociese.

Con apenas tres o cuatro años de edad, nos lo podemos imaginar caminando de la mano de sus familiares por las calles de Torredonjimeno camino de la iglesia de Santa María, frecuentando las ermitas locales de intramuros y extramuros, o acudiendo al Convento de Madres Dominicas de la localidad.

Su padre, D. Antonio de Oquendo, reconoció enseguida a su hijo, y lo incluyó en el testamento que realizara en la casa del escribano público de Cádiz don Juan Antonio Polesio, ello fue el 29 de julio de 1639. En dicho testamento y según el historiador y marino Rafael Estrada: “Dejaba 5.000 escudos de plata a su hijo natural don Miguel y encargaba se le pusieran en renta en parte segura. También donaba 1.000 a la madre de aquél, doña Ana de Molina y Estrada (sic), para que entre en religión o tome estado a su voluntad[v].

Pero la fatalidad vendrá a caer sobre los hijos legítimos de Antonio de Oquendo. En el año 1640 fallecerá el patriarca, el mismo D. Antonio de Oquendo, a causa de las fiebres y los achaques producidos tras el combate que sostuvo con los holandeses y los ingleses en la batalla de las Dunas. Ese mismo año fallecerán también su hija Teresa y su hijo Antonio Felipe, heredero del mayorazgo. De esa forma, el joven Miguel, sin apenas entender nada, verá como su vida da un giro inesperado.

Según quedaba estipulado en el testamento por su padre, sus posesiones y mayorazgos pasarían primero a sus descendientes varones. En caso de no ser posible, a su hermana, casada con su primo Miguel de Oquendo y San Millán: “Y caso de que ésta faltare es mi voluntad que subceda en el dicho vínculo D. Miguel de Oquendo y Molina, mi hixo natural, sus hixos y descendientes, en la forma referida en virtud de la facultad que para ello me dejó mi madre y la que su merced tenía de mi padre, D. Miguel de Oquendo. Y a la señora doña María de Lazcano, mi muger y a mis hixos encargo este niño, pues queda solo, para que lo recojan y amparen como a tal, y caso que falte la subcesión de los referidos de mi voluntad sucedan en el dicho vínculo los hijos y descendientes legítimos del capitán D. Antonio de Oquendo, mi primo, difunto, guardando el mismo orden que arriba queda dicho...”[vi]

Será su tía paterna, Doña Juana de Oquendo, la que se hace cargo del mayorazgo de su hermano, y ante la ausencia de hijos legítimos varones que heredasen las propiedades, doña Juana hará llamar a Miguel de Oquendo que se hallaba en Torredonjimeno, para instruirlo como es debido y para enseñarle los rudimentos que todo buen noble debe aprender.


"Fachada del convento vasco"

Lo primero es investirlo con el hábito de caballero de la Orden de Santiago, igual que su padre, para lo cual se realizaron las pertinentes averiguaciones y se rastrearon los datos genealógicos del pretendiente y de sus progenitores. Estas diligencias se practicaron el 7 de abril de 1644[1] contando el joven 17 años de edad. Poco sabemos de las andanzas del mozo por esas fechas; después, la vida de Miguel de Oquendo y Molina se vería transformada de raíz.

Marino como sus antecesores, no tuvo tanta fortuna en los embates contra la mar. No obstante D. Miguel de Oquendo puso a disposición de la corona, seis galeones de su propiedad, más un patache –pequeño barco mercante- que formaban parte de la Escuadra del Mar Cantábrico, Escuadra que llegó a mandar igual que lo hiciera su padre.

En 1663, festividad de santa Brígida, y en las inmediaciones de las costas gaditanas de Rota, un terrible temporal azotó su escuadra, enviando muchos hombres y tesoros al fondo del mar, y en concreto su barco, el cual quedó desarbolado y fue hundido por las inclemencias meteorológicas. D. Miguel se abrazó lo más fuerte que pudo a la talla de madera de su mascarón de proa, llevando consigo la pequeña talla de la Virgen del Consuelo[2] (suponemos que se acordaría de Ntra. Sra. de Consolación), consiguiendo, no sin dificultades, llegar sano y salvo a tierra. En agradecimiento, “porque gobernando como Jefe la escuadra de Cantábria padeció en la noche de la fiesta de esta Santa una récia tempestad, en que perecian sus vajeles, y perecian tambien las esperanzas de salvar la vida”[3] es como D. Miguel de Oquendo fundó en sus posesiones de Lasarte, corriendo el año 1671, un convento erigido en honor de Santa Brígida (santa y princesa sueca), -será el tercero dedicado a esta santa en la península Ibérica. En la iglesia de dicho convento todavía podemos venerar la imagen de la Virgen, ya que D. Miguel “escapó felizmente del inminente naufragio, sacando en sus brazos una primorosa y milagrosa imágen de nuestra Señora del Consuelo, que llevaba en su Capitana, y la dedicó después de colocada sobre columna de plata con corona de oro guarnecida de piedras preciosas, á la iglesia del nuevo convento de Lasarte, donde se conserva”.[4] En dicho convento ingresarían en un principio dos hijas del general Oquendo, María Teresa y Antonia, de 20 y 18 años respectivamente, las cuales habían tomado el hábito en 1668 y que, procedentes del convento de Vitoria donde residían, formarán parte del nuevo monasterio Guipuzcoano[5]. Una tercera hija, al cumplir los 18 años de edad, ingresaría así mismo en dicho convento junto con sus hermanas.

La devoción de Santa Brígida en España era poco conocida por entonces. Según Marion Reder, “La orden fundada por Santa Brígida recibió el nombre de El Salvador, por ser Cristo y la Virgen los que en sus revelaciones orientaron a la santa sueca. Así mismo le comunicaron a la santa las Constituciones por las que debían regirse, siguiendo la regla de San Agustín; normativas que fueron aprobadas por los Papas Urbano V y Urbano VI. El objetivo de la fundación de la nueva orden de las Brígidas era la de tributar culto a la Pasión de Cristo y a la Virgen, estableciendo una norma de vida y conducta religiosa, opuesta a la relajación común a los monasterios de la época”.[6]

El naufragio padecido hizo que Miguel de Oquendo reflexionara sobre su vida como marino, y tomase la determinación de abandonar la vida activa en la mar y dedicar el tiempo a organizar “sus estados” y fundamentalmente a escribir. Suyas son las obras: “El héroe cántabro: vida del Señor Don Antonio de Oquendo”, impreso en Toledo en 1666 y dedicado a su padre, o “Vida de Santa Brígida, Princesa de Nericia” editado en San Sebastián en 1676

Miguel de Oquendo contraerá matrimonio con su prima D ª Teresa de San Millán, hija de su tía paterna Dª Juana de Oquendo, fundiéndose así bajo el nuevo matrimonio los dos poderosos mayorazgos de los Oquendo y San Millán. El matrimonio se efectuó mediante el sistema de capitulaciones matrimoniales las cuales fueron otorgadas el día 28 de diciembre de 1646 ante don Juan Martínez de Legarra, escribano público de Aiztondo[7]. Este matrimonio tendrá abundante descendencia. Entre los años 1660 y 1663, y mediante el sistema de asientos con la Corona, construyó a su costa dos naves para la Escuadra del Océano, en las que servirán como capitanes sus dos hijos Carlos y José de Oquendo, mientras que con el tiempo sus hijas ingresarán en el convento fundado por la familia, llegando alguna de ellas a ostentar el cargo de abadesa del mismo. La madre de D. Miguel de Oquendo, la tosiriana D ª Ana de Molina, debió de influir en la educación de su hijo puesto que de él se llegará a decir que “[...] oy bibe en la provincia de Biçcaia en San Sebstián, donde su mucha cristiandad da claras muestras de las muchas virtudes que eredó de [su] religiosa madre[8].

Fallece D. Miguel de Oquendo en 1681. Al poco tiempo le sucederá su mujer, D ª Teresa, y ambos serán enterrados en el convento de Santa Brígida de Lasarte del que eran mecenas y en el que profesaba su numerosa descendencia. En la actualidad parte del antiguo convento de las Brígidas, forma parte del Ayuntamiento de Lasarte-Oria.

Culmina sí la saga de una de las familias de marineros más renombradas de todo el Cantábrico. Desde las páginas de Órdago bien valga esta sencilla semblanza para el tosiriano D. Miguel y su madre Dª Ana de Molina, tanto tiempo ignorados por sus convecinos.



[i]Arozamena Ayala, A. Consultado en internet en http://www.irutxulo.net/ENCICLOPEDIA/O.html, el 18-8-09
[ii] Estrada, Rafael, “El almirante D. Antonio de Oquendo”, Esapsa-Calpe, Madrid 1943
[iv] Op. Cit. Consultado en internet en http://www.irutxulo.net/ENCICLOPEDIA/O.html, el 18-8-09
[v] Op. Cit. “El Almirante...”, p. 144, también en Munárriz Urtasum, de E. Los Oquendo”.  p. 469. en internet www.euskomedia.org/PDFAnlt/riev/15467493.pdf  el 18-8-09
[vi] de Cuadra Echaide, P. “Los Oquendo: Seis Hábitos y una Inquisición”, Editorial Gómez, Pamplona. Capítulo I, p. 21, citado de www.geocities.com/casadecoqui/gen/f24.htm
[1].Op. cit. “Los Oquendos”, p. 471, en internet, 18-8-2009
[2] “La imagen de Nuestra señora del Consuelo es de alabastro policromado. Mide 16 cm.
Esta imagen la heredó de su tía Maria de Oquendo quien a su vez la recibió del dueño de la misma, un santanderino residente en Brasil, que el año 1638, sufrió el asalto de las tropas holandesas en su casa. Un soldado, con su espada, arrojó al suelo la imagen de la Virgen y de otro espadazo le cortó las manos. El soldado cayó fulminado al suelo y murió”. Consultado en internet 
www.donostia.org/info/
[3] “Guipuzcoanos Ilustres”, p. 219, www.euskomedia.org/PDFAnlt/reveus/02218221.pdf en internet, 18-8-09
[4] Íbidem
[5] Según el historiadora Escudero Sánchez, M. E, profesarán en dicho convento sus cinco hijas. Cit. de “Arquitectura y urbanismo de las cuatro villas de la costa en la Edad Moderna”, Universidad de Cantabria, 2005
[6] Gadow Reder, M. “Las voces silenciosas de los claustros de clausura”, Universidad de Málaga, cuadernos de Hª Contemporánea, 2005, p. 316 y 317
[7] Consultado en internet http://www.geocities.com/casadecoqui/gen/f24.htm, el 18-8-09
[8] Archivo del Monasterio de Santa Teresa de Jesús de Jaén, primer Libro de Difuntas, pp. 66-68, Citado de Eisaman Lasaga, C. “El Monasterio...”, p 339