HISTORIAS DE LOS TERCIOS VII
"Fotografía de la exposición
"Brueghel. Maravillas del arte flamenco", que muestra la obra
"Baile nupcial al aire libre" (1610) de Pieter Brueghel el Joven. EFE"
Las prostitutas de Flandes y los tercios
Cuando en pleno s.XXI a uno le hablan
de cómo es Holanda, lo primero que le cuentan es que allí hay mucha facilidad
para conseguir droga, y sobre todo, lo que le relatan con pelos y señales es el aspecto de su
famoso barrio-burdel, el llamado “Bario Rojo” que existe en dicha ciudad, donde las
prostitutas, como si de maniquíes se tratasen, se dejan ver en los escaparates,
vendiendo su mercancía al mejor postor. Eso, queridos lectores, siempre ha sido
así. Un soldado y testigo presencial de los Tercios de Flandes, habla esto que
sigue de la mujer de aquellos estados de finales del s. XVI.
“La
policía de las casas públicas, donde la gente libre y forasteros van á
divertirse es extraordinaria. Lo mismo hay en algunas villas destos países.
Solian tener retratadas todas las mujeres que habia en la ciudad, de quien se
tenia sospecha cierta y evidencia de sus flaquezas, y en llegando la persona
que habia menester alguna, le mostraban todos los retratos, que hoy los tienen
y ven colgados en salas y cuadras bien aderezadas,y escogian los que les
parecia, y luego iba el señor de la casa y le traia el original, y habiéndolo
gozado se enviaba por vino y cerveza, y con un par de brindis se confirmaba el
haberse conocido; pero es de notar que si en alguna plaza, templo o calle se
encontraba con la dama con quien alguna vez trató, no le admitia ella razón ni
respondia, haciendo demostración de no haberle visto ni conocido en su vida, y
esto con gran desenfado y honestidad; y si porfía, muestran ceño, persistiendo
en su opinión como si no lo conocieran. Es costumbre y naturaleza de los
flamencos, ó hábito que han hecho en esto, que en cualquiera destas casas de
alcahuetes, que ellas llaman macarelajes, donde se entretienen y van por su
interés, les parece no pierden punto de reputación, como si verdaderamente no
hubiesen hecho ofensa á Dios, ni á sus maridos y deudos, y si, como ya he
escrito, les encuentran en cualquiera
parte
y las hablan los que antes las conocieron, se desdeñan y enojan, pareciéndoles
que sólo en los macarelajes se tiene aquella licencia. Y porque algunos
flamencos no hacen caso destas cosas, ni es gente celosa, jamás reparan en que
puedan perder su reputación con las flaquezas de sus mujeres; si bien muchas
son honradas, pero otras las lleva la fuerza del interés á casa de los
macarelos, á los cuales tienen granjeados para cuando hay ocasión de forasteros
ó otras que pueden ofrecerse, para ser antepuestas unas de otras. En estas
casas de alcahuetes hay diferencia, unas más honestas que otras, donde acuden gentes
de varios estados y diversas naciones, y las muy públicas son como las que
llamamos en España del partido. Estos macarelos son puestos por la república, y
los que salen del límite de sus ordenanzas son castigados. También mujeres de tierna
edad van de Holanda y de otras partes á la corte de Flandes, y se entran en los
macarelajes á ganar su dote á costa de su salud y vergüenza, hasta que le
tienen ganado, y con él se casan conforme su estado, y hallan maridos
oficiales, más á fuerza de interés que de amor por el poco que tienen, y si
alguna flamenca ha perdido la virginidad por la fuerza del interés, guarda el
dinero que le dieran por ella hasta el dia que se casa, y se lo da á su marido,
y él lo recibe con mucho gusto, y hace cuenta que ya que no la gozó entera en el
matrimonio, es lo mismo, pues le dan el valor de la virginidad en dinero, el cual
no entra en el dote, que este se restituye si muere sin hijos su mujer, pero lo
demás no, porque lo tiene por hacienda propia, como verdaderamente lo es, según
la costumbre que tienen, y si alguna (que no todas) se inclina á querer bien, es
tan firme y desinteresada, habiendo dilatado mucho tiempo el determinarse, que
no hay ninguna que se le iguale en observar las leyes de amor. Son tan amigas
de saber, que todas ó las más destos Estados, particularmente monjas y beguinas
y otras religiosas, están tocadas de la herejía, porque siendo inclinadas (como
son) á leer, no habiendo quien les impida y vaya á la mano, tienen libros
heréticos y prohibidos, y como estos no cuestan dineros, van por ellos á las
librerías y se los dan de balde, porque de Ginebra, Inglaterra y de otras
provincias los envian y derraman los herejes por todas las de Flandes para
ceballas y sembrar su secta, y sin tener autor ni saber la persona que los ha
compuesto, es tanta su ceguera y deseo de saber, que sin reparar en el error
que hacen, se ejercitan en ellos y aprenden varias sectas de que están tocadas,
y ni más ni menos todos los hombres, pues son muy pocos ó ninguno que se escape
dellas. Y aunque pudiera alargarme en escribir los muchos errores que tienen
algunos herejes, mezclados con católicos en estos Países…”
Así es. Los “herejes”
inundaban los templos y cenobios católicos de los estados de Flandes con sus
proclamas y sus doctrinas. No había nadie que explicase a la gente sencilla
cual era el error de dichas herejías, pues los primeros en ser expulsados o
asesinados eran los sacerdotes católicos. Por otra parte, ofrecían a sus
convecinos una imagen de la Iglesia católica “represora” y “feroz”, una religión
que siempre prohíbe, y no deja al ser humano hacer lo que quiere, mientras que
el calvinismo y el protestantismo se presentan como religiones que si permiten
al hombre enriquecerse o lucrarse bajo cualquier práctica. La prostitución, por
ejemplo. La elección era clara para esas gentes tan "flamencas".
Luis Gómez
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