sábado, 1 de diciembre de 2012

HISTORIAS DE LOS TERCIOS (II)

"Piqueros repelen una carga de caballería"
 
 
HISTORIA DE LOS TERCIOS (II)
 
Correría el año de 1583, cuando las tropas españolas de los tercios de Flandes, guerreaban en aquellas pantanosas tierras. Se las estaban viendo, un día sí y otro también, con soldados de media Europa, pues no nos engañemos, se estaba haciendo la guerra en Flandes y sus estados, pero delante de los piqueros y arcabuceros de los tercios, había soldados de diversas nacionalidades. Flamencos, franceses, ingleses, escoceses, alemanes (unos de parte del rey católico, y otros al servicio del mejor postor) valones, suizos, etc. Así las cosas un día:
 
Serian las tres de la tarde cuando se comenzó á pelear, y duró la escaramuza hasta las siete. A esta hora habían ya llegado las compañías de arcabuceros de infantería española que iban de vanguardia, cuyos capitanes eran D. Sancho Martínez, D. Carlos y Diego Rodríguez; y en su seguimiento iban con la mosquetería los capitanes Juan de Rivas y Diego de Arango, a los cuales dio orden Alejandro, que estaba sobre el dique, que cerrasen con ellos; y puestos la rodilla en tierra, rezaron el Ave-María, y lo hicieron ferocísimamente y con tanto valor, que sin darles más de la primera carga los rompieron y desbarataron, ganaron las trincheras y degollaron más de seiscientos; los demás se fueron retirando y escaramuzando por un sitio, que aunque era fortísimo, no les estorbó á los españoles á seguir el alcance, y si no fuera porque la noche iba cerrando, no se les escapara ninguno. Al mismo instante que la infantería española cerró con los rebeldes, se vieron dos extremos grandísimos; el uno, el ímpetu con que lo hicieron, no temiendo, siendo tan pocos, á tan gran número de rebeldes; y el otro, ver a la mayor parte de la caballería católica retirarse, y con haber más de media hora que se apellidaba la victoria, no volvían a darla”.
 
Se rezaba el Ave maría, y listos para liarla. Como Dios manda. Pero hete tú aquí que si las cosas se torcía, pues en la batalla lo que ahora parece ganado, por debilidad de unos o por falta de previsión de otros, todo puede hacer que se troque y de la vuelta. Eso es lo que casi ocurre ese día en la citada escaramuza, cuando al caballería católica desorganizada, se batía en retirada mientras los arcabuceros seguían luchando. Visto esto por el Capitán General de los Tercios, nos cuenta el relato que: 
 
Alejandro que vio un desorden tan grande en soldados tan valerosos, y que todo aquel día habían sustentado la escaramuza y peleado con tanto coraje, puso mano a su espada y les comenzó a tirar de cuchilladas, diciéndoles palabras injuriosas, y que mirasen a la infantería que degollaba a tiempo que ellos se retiraban. Estas razones que les dijo -fueron bastantes para que volviesen a cobrar la tierra que habían perdido; y conociendo el marqués de Rubes, General de todos ellos, lo mal que habían hecho, y que a su persona, más que a otra, le tocaba, no supo ninguna satisfacción que dar a Alejandro más de decirle que S. A. mandase cortar las cabezas a los soldados de la caballería y a él el primero , que lo merecía más que todos; Alejandro se aquietó mucho de la cólera que había recibido con ver al Marqués confesar el desorden que él y los demás hicieron, y con el gozo de la victoria no se trató más de esto”.
 
Es como deben ser las cosas. Nada de escurrir el bulto o de lanzar estelas de humo para diluir las responsabilidades. Hoy en día, nos pasa lo que nos pasa por tener en vez de hombres de esa talla, a paniaguados que no son capaces de enfrentarse a los errores con la valentía que hace falta.
 
Luis Gómez


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