miércoles, 26 de junio de 2013

EL PADRE TARÍN. DE LINARES A TORREDONJIMENO

 
"Iglesia de Sana María de Linares. En ella, en el año 1896, el Siervo de Dios P. Tarín, predicó a los linarenses en plena fiesta de Carnaval"
 
Ya en otras ocasiones hemos tenido la ocasión de hablar del Siervo de Dios “Padre Tarín” (para saber más sobre el P. Tarín, véanse los artículos publicados en la Revista Cultural Órdago de Torredonjimeno, nº 13, Febrero de 2010. “Órdago con el León de Cristo: El siervo de Dios P. Tarín”. Manuel Fernández Espinosa, p. 29 y “Recuerdos de mi vida (1899-1925)” de D. Juan Montijano Chica, en la revista Órdago, nº 4, Enero del 2000, pp. 7 a 13).

Misionero sin igual en su época, sus homilías y sus predicaciones eran seguidas por la gente de forma multitudinaria, hasta tal punto, que su visita representaba una gran acontecimiento para la localidad que tenía la dicha y la gracia de contar con su presencia.

Torredonjimeno tuvo la suerte de poder contar con sus apostólicas predicaciones en varias ocasiones. Tal y como decíamos  en la revista del año 2000, también sirvió mucho para que el que fuera sacerdote y canónigo de la S. I. Catedral de Jaén, D. Juan Montijano Chica (q.e.p.d.) decidiese ingresar en el seminario.  

Traemos en esta ocasión una crónica de su visita a la jiennense localidad de Linares allá por el año 1896, donde al parecer, sus predicaciones fueron tan intensas y tan seguidas, que se resintió hasta la fiesta de carnaval, pues había más gente escuchando al Siervo de Dios que disfrazado por la calle.

Desde la ciudad de Linares, y tal se desprende el texto, el P. Tarín se desplazó a Torredonjimeno para continuar con sus predicaciones.

Hay que hacer constar no obstante, que la fiesta de carnaval, y por lo que se deprede de la noticia, no era de las “favoritas” del P. Tarín, y siempre que podía, incitaba a la gente a no perder el tiempo en dicha “charlotada” más propia de Satanás que de los santos.  

"Estampa de la época en la que se ve al P. Tarín"
 
EL PADRE TARÍN EN LINARES

Año 1896

Como una señal elocuente de la inagotable misericordia de Dios, tenemos en Linares que este apóstol jesuita venga á nosotros con tanta continuidad, como mensajero divino, á dar públicas manifestaciones de su gracia á esta ciudad que tanto le ama, á este pueblo que oye reverente su palabra de fuego, que ha sabido apreciar su ardiente caridad, y hacerse acreedor al singular estímulo que siente por nosotros el hijo de San Ignacio, para que hagamos y demos fruto de verdadera penitencia. Linares tiene motivo para alegrarse, y alegrarse de verdad, porque secunda con docilidad las instrucciones de este orador sagrado, y sabe despreciar todo vano respeto que pueda oponerse á las saludables enseñanzas de ese que dicen ser apóstol de la Mancha y de Andalucía, que para nosotros es en cuerpo y alma Apóstol de Cristo, en Andalucía, en la Mancha y en todas partes donde quiera que vaya y para quien quiera que vaya. ¡Oh, y qué bien hemos visto en estos ejercicios espirituales una vez más cómo se cambian y se edifican los pueblos! ¡Cómo hemos visto por las señales indelebles de un celo desusado (imposible de comprender si no se mira al ciclo) hasta dónde puede llegar el poder de una buena voluntad fundada en el amor de Dios! Quiera Dios que se termine la obra comenzada y que no olvidemos estos favores tan particularísimos de su misericordia. Porque si no correspondiésemos con las obras á tan señaladas mercedes, si nos hacemos indignos, entonces las mociones de espíritu que hemos sentido y las lágrimas de contrición que hemos visto derramar y hemos derramado, serian formidables acusaciones para todos en el Tribunal del Eterno Juez.

El día 11 llegó á Linares, procedente de Madrid, el ilustre jesuita, donde estuvo dando santa misión á más de 2,000 pobrecitos en uno de los barrios extremos de aquella corte: y como siempre, sin el menor descanso, organizó el plan de batalla con su especialísima táctica de invariable capitán del Corazón de Jesús. Nunca se acaba de conocer en sus obras apostólicas al Padre Tarín; siempre resulta nuevo, y ni en las cosas más menudas se le puede ver una repetición, con ser tan continuados sus actos en diez años que lleva de ministerio apostólico. Desconoce e! cansancio; antes al contrario, crece su actividad, á medida de la necesidad que se presente.

A las seis de la mañana, en Santa María, nos daba la primera meditación y nos explicaba la santa Misa: numeroso público acudía ansioso de oír las verdades que decía el misionero. De diez á once, en la otra parroquia de San Francisco, hacia otro ejercicio de meditación, para que aquella parte de la ciudad no careciese de los saludables efectos de su celo: bien pronto dieron muestras de estimarlo, acudiendo con gran entusiasmo, y todo fué poner espuelas á los ardientes deseos del jesuita. De once á doce, en Santa María reunía los niños de los colegios, y durante esta hora los estimulaba con ejemplos á reflexiones morales al conocimiento del Catecismo de la doctrina, al patriotismo, haciéndolas entender en qué consiste éste, y señalando oportunísimos hechos históricos que despertara en ellos una fe viva, y de maravillar era cómo los tenia suspensos y llenos de atención. Otro ejercicio tenía lugar á las cuatro de la tarda en Santa María, donde acudían otras personas que podían utilizar á esta hora los beneficios espirituales con que ha querido nuestro amado Prelado enriquecer estos actos indulgenciándolos, y donde notamos el mismo recogimiento é igual entusiasmo. El último acto de cada día se daba en San Francisco con una conferencia para hombres solamente. Aquí sí que es imposible reseñar lo que aquel patético orador puso á nuestra consideración; es verdad que la expectación que se observaba en el público era tan respetuosa, que solamente esto edificaba: ¿Para qué sirve la piedad? fué el tema de la primera conferencia. Había numerosa concurrencia, aunque en mucha parte tuvieron solamente admiradores; allí les vimos respetuosos pagar tributo á la verdad y la ciencia. Tuvo el Padre rasgos sublimes y abundantes conceptos de filosofía y de historia; en oportunísimas citas que hizo se le veía el patriotismo, y de su corazón español salieron bellísimos arranques que, cual acogidas saetas, se elevaban en el nuestro.

¿Para qué sirve la oración? Con esta pregunta comenzó la segunda conferencia; puso á nuestra vista los bienes que proporciona ésta; con su lenguaje, siempre castizo, nos habló de los hombres que, debido á la oración, realizaron grandes obras; cómo el hombre responsable cuando sabe hacer oración, y cuánto pierdo en no explotar esa mina, esa panacea de inapreciable riqueza; estas y otras ideas que no podemos recordar fueron objeto de minuciosas reflexiones. La Caridad nos la presentó en la tercer día de ella sacó el incansable orador aquellas notas tiernísimas que conmovieron al auditorio, como amena melodía resonaron en nuestros oídos aquellas obras de caridad que nos presentó, no hay [que decir sino que son incontestables; porque eran hechos y hechos innegables y para éstos no sirve más que bajar la cabeza crédulos é incrédulos: recomendó las Conferencias de San Vicente de Paul, y no decimos los hechos que citó, porque este trabajo no pierda el carácter de simple reseña.

Comenzó la cuarta de estas nocturnas conferencias, diciendo: hoy quiero hablaros de un importante asunto; porque hasta aquí no hice más que hablaros de la sombra de un árbol cuando os hablaba de la Piedad, cuando os hablaba de la Oración os hablaba do las hojas de ese árbol; cuando os ha hablado de la Caridad os hablaba de los frutos de esa árbol; hoy voy á hablaros del árbol que produce estos frutos

es decir, voy á hablaros de la Fe. Decir lo que dijo el Padre en esta conferencia es temeridad pero más sería querer decir, como lo dijo: sin fe el hombre es el ser más desdichado de la tierra, por ella se han realízalo las mayores ha heroicidades, las mayores hazañas; vivir sin fe es vivir una vida irracional, sin savia y falta de todo bien espiritual: citó varios ejemplos, demostrando hasta la saciedad la necesidad de la fe.

Para mayores alegrías, tuvo necesidad el padre de quitarnos estas conferencias; porque el fruto de los ejercicios y de ellas exigía su atención en el confesonario y la de los demás sacerdotes que han auxiliado al Padre en una y otra parroquia. Para, las comuniones  generales se utilizaron los tres días da Carnaval, y ya no fue posible acudir a San Francisco ni para las meditaciones. En Santa María se replegaron los ejercitantes, y desde allí se le hizo al Carnaval que sufriera un eclipse casi total. ¡Qué tres días más dichosos nos dio el Padre! La espaciosa iglesia se hallaba repleta desde las cinco de la mañana, y á la explicación de la Santa Misa, la meditación, ya cantábamos el [Perdón! Y nos pedía oraciones para nuestros hermanos de la guerra de Cuba; y Linares, representado por mil y más criaturas, cantaban, llorando de emoción lágrimas de consuelo, sacadas siempre por el fervoroso misionero.Los sermones de las tres tardes de Carnaval fueron de tan prácticos resultados, que cada uno de los oyentes se hicieron valerosos sacerdotes de aquella idea santa de destruir el Carnaval y sus bailes, que era el blanco donde tiraba sus dardos el pregonero de Cristo. La palabra del apóstol se comunicaba á nuestras almas con certera puntería, poniendo á la vista de todos los amargos frutos de estas fiestas paganas. ¡Qué pintura nos hacía de esas cloacas inmundas del baile, de esas oficinas de Satanás! ¿Cómo supo poner su hábil palabra en los oídos de las doncellas para decirlas como han de huir de esas inmundicias del baile! ¡Qué bien afeó la criminal condescendencia de aquellas madres indiscretas, de aquellos padres imbéciles que permiten que sus hijas sean por el baile pasto de aquellos gavilanes de curvo pico robadores de  cándidas palomas!

"Vista de la Iglesia de San Pedro de Torredonjimeno. Iglesia que recibiría al P. Tarín una vez terminó sus ejercicios en Linares"
 
 
El jueves dio comienzo en Torredonjimeno a una novena, y salió de entre nosotros para derramar el bien en otros. Dios le premio el interés que tiene en su corazón por Linares.”

 

Luis Gómez


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