En la fotografía: Autoridades franquistas, brazo en alto, en el balcón del Palacio Municipal de Torredonjimeno (Agradecemos esta fotografía histórica a Luis Morales Quesada)
LAS SEIS RÚAS DE LA PLAZA
Nuestras vidas son seis calles
que van a dar a la Plaza,
allí nos desembocan,...
desde nuestras casas,
cada uno con sus andares
buscando a quien nos cuente
lo que pasó... o lo que pasa.
Nuestras vidas son seis calles
que van a dar a la Plaza,
que es la vivienda diaria:
La Muela, Rabadán,
Mesones, San Pedro,
la placeta Pablo Casals
y la calle El Agua.
La torre del reloj, cívica
cual cura que colgó la sotana,
no levantó más palmos que la sacra
torre del campanario parroquiano:
su reloj se declara fraudulento
por simular exactitud con el tiempo,
tan lejos de la verdad de la campana.
Nuestras vidas son seis calles
viejas, angostas y anchas, cuyos cauces
nos llevan y nos traen vecinos
que pasan, como nosotros, raudos
o parsimoniosos, que con la vida
contratan una incierta paga.
En el centro invisible el agua mana
de una fuente: los alcaldes mandaron
erigir en medio de la plaza un surtidor,
de agua risueña, a la que nadie mira,
ascendiendo en columna fluida y espumosa,
como monumento a la efímera constancia.
Vez hubo en la plaza un cadalso
donde ahorcaron a seis rebeldes,
y todavía queda una infame pared
en la que, siglos después, fusilaron
a otros seis cuyo delito fue el hambre:
víctimas de un estatal culto sanguinario.
La vida es como la plaza que paseamos,
por las calles andorreamos, vamos
a veces con meta y otras sin propósito;
por San Pedro, procesión; procesiones
de Semana Santa, procesiones por dentro
de cada vecino que atraviesa la Plaza.
Los balcones del Cabildo y su Concejo
se asoman a la Plaza sin otro remedio:
ven que sigue el Casino en su esquina
y el Regina quieto, tan duraderos,
a veces extrañan que no pase tal vecino:
"Se ha muerto" -sentencia alguno sabihondo.
Seis son los afluentes de un exiguo caudal
de vidas caducas y familias perennes,
por las seis rúas vienen y van paisanos
y hasta forasteros; a los que se mira
por no reconocérselos. Si se trata de ser
cabales: aquí estamos cumpliendo milenios.
Seis fueron los ahorcados en mil
seiscientos cincuenta y tantos,
en la Plaza. A seis, en mil novecientos
cuarenta y algo, allí los fusilaron.
Nos llaman Torredonjimeno en los papeles
pero en el secreto tenemos otro nombre:
"nosotros" nos llamamos, a veces no siéndolo.
Manuel Fernández, Torredonjimeno, Día de San Juan de 2015.
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