martes, 16 de junio de 2015

POETAS DE JAÉN POR LOS BOÉRS

 
INTRODUCCIÓN HISTÓRICA: LA GUERRA ANGLO-BOÉR
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
UN POCO DE HISTORIA


En Kimberley, en el Estado Libre de Orange, aparecieron yacimientos diamantíferos en 1870. Los diamantes descubiertos se encontraban en tierra de colonos boers. Estos hallazgos desencadenaron las ambiciones de los colonos británicos de El Cabo. Y George Berkeley, gobernador de El Cabo, se anexionó los territorios en que yacían los diamantes. Era el año 1872.


Gran Bretaña se propuso, a partir de 1875, lograr la federación de toda Sudáfrica. Para ello tenía que someter a los aborígenes africanos y doblegar a los boers. Los británicos pudieron someter a basutos y matabeles, acordando con los reyezuelos negros. Pero someter a los boers era más difícil.


En abril de 1877, Inglaterra derrotó a Paul Kruger y se anexionó la República Surafricana de Transvaal. La intervención británica fue una violación del acuerdo de Sand River (1852) por el cual había nacido la República de Transvaal. En 1880, Transvaal se declaró independiente de Gran Bretaña y eligió a Paul Kruger como presidente. El año 1881, George Colley fue derrotado por los boers en Laingis Nek y Majuba por dos veces consecutivas y el gobierno británico del liberal Gladstone se vio forzado a reconocer la República de Transvaal.
En 1885 aparece oro en Witwatersrand, en territorio de la República de Transvaal. Cecil Rhodes, un empresario ambicioso, había creado en 1880 la empresa De Beers Mining Corporation para explotar los diamantes de Kimberley. Ahora intervino en la explotación del oro de Witwatersrand. Se le ocurrió a Rhodes expandir el imperio británico al norte de Limpopo. Oswald Spengler consideraba en su libro “La decadencia de Occidente” que Cecil Rhodes era “el primero hombre de una época nueva. Representa el estilo político de un futuro lejano, occidental, germánico, y particularmente alemán.” Lord Salisbury desautorizó a Rhodes, para quien “la expansión lo es todo”; pero la orden llegó tarde. Cecil Rhodes ya lo había hecho, logrando simultáneamente un doble objetivo que acariciaba el imperialismo británico: impedir que las colonias portuguesas de Angola y Mozambique se unieran en un todo y a la vez aislar a los alemanes en las costas atlánticas al sur de Angola. En 1889 la Compañía Británica de Sudáfrica que dirigía Rhodes lograba una Carta Real que le autorizaba ampliar su territorio a expensas de Transvaal. Así se formó Rhodesia.


En 1891, L. Starr Jameson era nombrado administrador del territorio de la Compañía Británica de África del Sur. En 1893, la colonia británica de Natal recibía el autogobierno, mientras que El Cabo se anexionaba Pondolandia –obturando el acceso de la República boer de Transvaal al mar. Kruger, tras ser reelegido por tercera vez, seguía siendo presidente de Transvaal. La colonia lusitana de Mozambique permitió que por ferrocarril la República de Transvaal –con capital en Johannesburg- comunicara con el Océano Índico.
El 29 de diciembre de 1895, Starr Jameson, instigado por Chamberlain y Rhodes, marchó contra Transvaal desde Bechuanalandia. En enero fue frenado por los boers en Doornkop. El Kaiser Guillermo II felicitó a Paul Kruger por telegrama. El Parlamento británico acusó a Jameson y éste tuvo que dimitir. Transvaal se dispuso a defenderse de una nueva acometida: compró armas y municiones, fortificó Pretoria y Johannesburg y firmó una alianza con el Estado Libre de Orange.

El 24 de marzo de 1899 los “uitlanders” –llamados por los boers “forasteros”: aventureros británicos que trabajaban en territorios boers las minas de diamantes y oro- hicieron una petición a la reina Victoria, quejándose por la discriminación de que eran objeto en la tierra boer. La reina Victoria pidió “la igualdad de derechos para todos los hombres civilizados al sur del Zambeze”: demagogia que trataba de minar la República de Transvaal. Kruger declaró que esa igualdad de derechos sería plena tras siete años de residencia. Chamberlain propuso investigar conjuntamente la situación de los “uitlanders”. Kruger no aceptó esta intromisión británica que ponía en cuestión la soberanía de Transvaal. Kruger presentó un ultimátum a Gran Bretaña a finales de 1899, con el apoyo del Estado Libre de Orange. El 12 de octubre de 1899 estallaba la guerra anglo-boer.


Las columnas de Redvers Buller fueron batidas por los boers en lo que la prensa británica denominó “semana negra” (del 8 al 15 de diciembre de 1899). Inglaterra se vio forzada a movilizar voluntarios canadienses y australianos. En enero de 1900 tomó las riendas de la situación el general Frederick Roberts, con lord Kitchener –vencedor de Sudán. La ofensiva británica se enderezó y el último día de agosto las fuerzas británicas entraban en Johannesburgo. Kruger buscó la ayuda del Kaiser, pero éste se negó a recibirlo: Inglaterra y Alemania habían firmado un tratado secreto. Portugal, a cambio de serles respetadas sus posesiones africanas, se había convertido en aliado de los británicos, permitiéndole a la Royal Navy carbonear en la capital de Mozambique y cerrándole el paso a las armas que pudieran servir a la causa boer. El 25 de octubre Gran Bretaña se anexionaba oficialmente la República de Transvaal. La guerra prosiguió a lo largo de 1901. En ese entonces, un oscuro periodista inglés, Wiston Churchill, que se encontraba en Sudáfrica había telegrafiado desde Durban al “Morning Post”: “Si se repasa la situación completa, es una necedad no reconocer que estamos luchando con un enemigo formidable y terrible. Las grandes cualidades de los ciudadanos aumentan su eficacia […] el bóer, si actúa en un terreno adecuado, equivale a entre tres y cinco soldados regulares”.


La guerra prosiguió a lo largo de 1901. Partidas de guerrilleros boers seguían en pie de guerra contra la pérfida Albión. Los británicos, bajo el mando de Kitchener, arrasaron granjas, confinaron en campos de concentración a mujeres y niños boers. Pero sin ayuda efectiva de ninguna otra potencia europea, los boers estaban perdidos. El 31 de mayo de 1902 se firmó la paz en Vereeniging. Gran Bretaña tuvo 5.774 bajas en el campo de batalla y 16.000 británicos murieron por enfermedad. Los boers sólo tuvieron 4.000 bajas.



LA GUERRA ANGLO-BOER VISTA DESDE ESPAÑA


El tradicionalista Vázquez de Mella lo había dicho con claridad meridiana: “Unirse a Inglaterra, cooperar con Inglaterra, es trabajar contra los intereses y las exigencias de España. Ser anglófilo resulta ser hispanófobo… No existen en el planeta dos pueblos que tengan intereses geográficos más opuestos que Inglaterra y España”. El político tradicionalista comprendía, mejor que nadie, que “Nuestra grandeza es incompatible con Inglaterra.”
Pero no sólo fue el sector tradicionalista el que cerró filas con la causa boer en España. El hispanista E. Inman Fox demostró que la novela folletinesca titulada “La guerra del Transvaal y los misterios de la Banca de Londres” (firmada por un inexistente Van Piel Krupp) y publicada por entregas en “El País”, desde primeros de abril de 1900 hasta el 6 de enero de 1901, fue obra apócrifa de Ramiro de Maeztu. En un principio, incluso se contaba con la colaboración de Pío Baroja, Ramón María del Valle-Inclán y Camilo Bargiela. Al final, el peso de toda la novela (94 folletines) recayó sobre el talento de Ramiro de Maeztu.


La novela contaba con capítulos verdaderamente sugerentes; valga por caso éste que, según la concepción del autor, formaría parte de la Tercera Parte: “Inglaterra en poder de los judíos”, algunos de los cuales, pese a ser anunciados, no conocieron su publicación.


El conflicto anglo-boer acaparó la atención de toda Europa. Los países enfrentados con Inglaterra apostaron en un principio a favor de los “afrikáners”. Incluso los españoles católicos, haciendo abstracción del calvinismo rigorista que seguían los boérs, mostraron sus simpatías por los boérs en guerra contra Gran Bretaña, a la que no podremos perdonarle jamás la traición con la que nos arrebató Gibraltar, aunque como bien nos recordara el eminente Vázquez de Mella: “No se trata sólo de la plaza de Gibraltar; se plantea muy mal la cuestión: se trata de la soberanía sobre el Estrecho de Gibraltar”. Si hojeamos los periódicos españoles de la época, nos asombrará el interés que la opinión pública española mostraba por la deriva de aquellos acontecimientos históricos que tenían lugar en África austral: artículos de prensa, manifestaciones públicas y hasta una “kermesse” hubo para recaudar fondos con que apoyar a los boérs.
 
La guerra anglo-boer también fue para los poetas de provincias un motivo de inspiración. Los giennenses doña Patrocinio de Biedma y Lamoneda o D. Francisco de Paula Ureña Navas son ejemplos de ello.

Semblanza biográfica y poemas de Doña Patrocinio de Biedma y D. Francisco de Paula Ureña en la 2ª parte: POETAS DE JAÉN A FAVOR DE LOS BÓERS: LOS POETAS Y SUS POEMAS

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