"Aspecto actual de la torre del homenaje del castillo de la Peña de Martos"
La defensa de la Peña de Martos por la condesa doña Irene y sus mujeres
Siguiendo con las hazañas heroicas
realizadas por las mujeres españolas en la Historia, traigo en esta ocasión la
defensa de la Peña de Martos realizada en el s. XIII por la condesa doña Irene,
esposa del Conde don Alvar Pérez de Castro.
El Rey Fernando III el Santo
donó el castillo a don Alvar Pérez de Castro en el año 1238. La zona no estaba
pacificada ni mucho menos, y en las tierra aledañas existía todavía mucha
presencia musulmana. El sentimiento de odio y de venganza se palpaba en el
ambiente, así que los cristianos debían de permanecer alerta ante posibles incursiones
sobre sus ya recuperadas posesiones.
El mejor sistema para poder
equilibrar las fuerzas eran las razias, o incursiones rápidas en el terreno del
adversario, con la finalidad de conseguir víveres, animales y botín. Dichas
expediciones eran practicadas por ambos bandos, lo que hacía la vida en la
frontera harto difícil.
Así las cosas, Don Alvar dejó
en el castillo de la Peña de Martos a su esposa la Condesa doña Irene y a su
sobrino don Tello Alonso de Meneses con cincuenta y cinco caballeros, mientras
él continuaba bajo las órdenes del Rey pacificando la zona y continuando con la
campaña.
Don Tello y sus caballeros aprovecharon
la ocasión para salir a correr la tierra de los moros, dejando sola a la
condesa y sus dueñas. Cuando el rey de Granada, Alhamar, tuvo conocimiento de
este hecho, se encaminó rápido y presto hacia la Peña de Martos con intención
de recuperarla.
Cuentan las crónicas que la
condesa, desde la altura de su castillo, oteó el horizonte y divisó el peligro
que se avecinaba al ver llegar las tropas granadinas, así que ordenó que un mensajero partiese de inmediato para avisar
a don Tello del peligro en el que se hallaba, con la esperanza de que éste
regresase cuanto antes.
Al ver que no llegaba don
Tello, Doña Irene ordenó a sus dueñas y mujeres que se subiesen a las almenas,
y ataviadas con las ropas de sus maridos se colocasen de tal forma que diese la
impresión de que en la fortaleza había guarnición suficiente.
Los granadinos, al divisar esa
presencia en el castillo, detuvieron el asalto y rodearon el castillo con
intención de asediarlo.
Ello dio lugar a que se ganase
un tiempo precioso, haciendo que D. Tello, acompañado de D. Diego Pérez de
Vargas y demás caballeros se presentasen a un tiro de flecha ante las tiendas
de los moros.
"Vista de las ruinas del castillo de la Peña de Martos desde la torre del homenaje del castillo de la villa"
Según cuenta la crónica, ésta
fue la arenga que don Diego dijo a sus caballeros antes de la acometida:
“Caballeros ¿qué es lo qué
cuidades? Fagamos de nos un tropel y metámonos por esos moros perros, a probar
si podremos pasar por ellos. Ca si lo cometemos, bien fio en dios que lo
acabaremos, e non podrá ser, que al menos algunos non pasen a la otra parte, e
tales somos cuantos aquí estamos, que cualesquier de nos que hoberen ventura de
sobir a la Peña, la denfenderían, fasta ser acorridos. E los que no pudiéremeos
pasar e moriremos, y yo creo que los
moros sentirán bien nuessa muerte, e demás salvaremos nuessas almas, e faremos
nuestro deudo, según que todo caballero Fidalgo debe cumplir. E esto es facer
derecho e perder miedo allí do de conviene perder. E de mí vos diré, que yo
antes querría morir aquí a manos destos moros, que non que lleven la condesa
captiva, e las dueñas fijasdalgo que con ella son, nin ver perder la Peña de
Martos, de que seríemos deshonrados, e menospreciados por ello fincado vivos. E
yo nunca me pararíe ante el Rey don Fernando, nin ante Don Alvar Pérez con esta
vergoña. E todos sois caballeros fijosdalgo, e debesevos en este punto acordar
lo que debedes tal caso como este. E pues tan poca es la vida deste mundo, por
miedo de la muerte no debemos dejar perder tan noble cosa como la Peña de Martos,
e que sea captivada la condesa y sus dueñas”
A lo que don Tello contestó
complacido:
“Diego Pérez, fablaste a mi
voluntad como buen caballero que sodes, e los que quisieren hacer así como vos
dijistes, farán su derecho así como fijosdalgo, e si non yo e vos fagamos nuesso
poder, fasta que muramos”.
Y así, gracias a la valentía y
arrojo de Dª Irene y sus mujeres, se frenó lo que hubiese sido la pérdida de la
Peña de Martos a manos del rey granadino Alhamar.
L. Gómez
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