San Nicasio, representado como santo cefalófaro (portador de su cabeza decapitada), al lado de Eutropia, su hermana y compañera de martirio. En la Catedral de Reims. |
DE MONASTERIO A ERMITA Y DE ERMITA A TOPÓNIMO.
En la linde que separa los términos municipales de Martos y Torredonjimeno se erigía, hasta un tiempo difícil de determinar mientras no sea hallada más documentación, la ermita de San Nicasio. Hoy, como recordatorio de ella, nos queda su nombre en la toponimia (más conocido como Santo Nicasio) donde se levantan algunas casas de campo y, al otro lado de la carretera, una cantera al aire libre.
Rus Puerta (siglo XVII) la menciona en el elenco de ermitas relativo a la villa de Martos. Más tarde, en el siglo XIX, no vuelve aparecer en otros diccionarios geográficos figurando como ermita. Los ancianos marteños (según contaba el P. Recio Veganzones) y los ancianos tosirianos (a nosotros mismos nos lo contaron de viva voz) contaban que la romería de "Santo Nicasio" fue suspendida por las autoridades eclesiásticas debido a un altercado que tuvo lugar en el mismo paraje donde se celebraba esta romería, un altercado que incluso costó víctimas humanas cuando mozos de Martos y mozos de Torredonjimeno protagonizaron una reyerta. Nuestro querido amigo el P. Recio con Fernández Chicarro inspeccionaron la zona en que se emplazaba la ermita extinta y documentaron los vestigios de lo que podría ser un antiguo monasterio visigótico: "hemos podido ver restos de grandes sillares, columnas y fragmentos de pilastras estriadas y un magnífico ejemplar de imposta trabajada a bisel que presenta idéntico labrado al de algunos que se ven en la iglesia visigótica de Quintanilla de las Viñas". Santa María de Quintanilla de las Viñas es una de las mejores muestras monumentales de la arquitectura religiosa de época visigoda y está ubicada en la provincia de Burgos.
Algunos modernos se muestran escépticos ante estas noticias del P. Recio, poniendo en tela de juicio el buen juicio arqueológico que siempre mostró el sabio fraile franciscano, el mismo que había excavado catacumbas en Roma. Nosotros tuvimos la gracia de conocer personalmente al P. Recio y podemos afirmar que su riquísima experiencia como arqueólogo paleocristiano le agudizó un sexto sentido para identificar vestigios arqueológicos, un don que tuvo nuestro inolvidable amigo y maestro que supera con mucho el conocimiento técnico de estos modernos que, en su falta de sentido común, son capaces de cometer dislates increíbles como, por ejemplo, llegar a pensar que el tesoro visigodo de Torredonjimeno fue transportado desde Sevilla hasta nuestro término, para ser enterrado aquí a la postre. Esto es a todas luces un formidable despropósito: afirmar la hipótesis de que el tesoro pudiera proceder de un templo de Sevilla, por el solo hecho de hallar en la epigrafía de dicho tesoro los nombres de Santas Justa y Rufina, es propio de las estrechas miras de especialistas técnicos, tan especializados que pierden el contacto con la realidad: y es que, en buen sentido común, no puede pensarse que, con un tesoro tan valioso encima, sus portadores anduvieran una distancia tan grande como la que dista entre Sevilla y los Majanos de Marañón (o Garañón, averígüelo Vargas...), para enterrarlo aquí, en tierras de Jaén. Piénsese por un momento solo en el riesgo al que se exponían, llevando consigo un tesoro por caminos tan peligrosos. Además de eso, es cierto que Santas Justa y Rufina fueron mártires sevillanas, en efecto; pero su culto -parece ser que esto no lo saben los sostenedores del despropósito- se impuso en toda la Bética, por lo que cualquier santuario visigodo podía buenamente venerarlas, lo mismo en Sevilla que en Tucci o Tosiria. El tesoro visigodo de Torredonjimeno estaba en un santuario próximo al lugar en el que se enterró.
Dejemos estas cuestiones a un lado, no sin expresar lo deseable que sería que algún investigador local se aplicara a reconstruir la historia de esta arcaica ermita desaparecida. El propósito de este articulo no es ese, sino que es ofrecer un perfil del santo titular, identificar el santo al que se dedicó esta ermita que, con bastante probabilidad, pudo ser en tiempo más remoto un monasterio visigodo. Nuestro interés, por ahora, es definir con la mayor precisión de qué santo estamos hablando cuando nuestros antepasados hablaban de "Santo Nicasio".
Decapitación de San Nicasio por los vándalos |
La Iglesia católica venera a tres santos con el nombre de Nicasio, a saber:
1. San Nicasio Camuto de Burgio (santo mártir siciliano que nació entre el año 1030 o 1040 y subió al cielo el año 1187: véase en este enlace). San Nicasio Camuto de Burgio fue miembro de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén y, tras ser capturado como prisionero, los mahometanos lo invitaron a renegar de la fe en Cristo, el santo varón prefirió ser martirizado antes que renegar de Cristo y por ello fue decapitado ante el mismos Saladino. Todas las noticias que sobre él hay parecen confirmar que su culto fue muy temprano, tras la noticia de su martirio; pero todo indica que el culto a San Nicasio Camuto quedó confinado en el marco local de la isla de Sicilia: en 1305 se le dedicó un altar en la iglesia de San Pedro, en Caccamo, Trapani. Sería muy improbable que el San Nicasio que se veneraba en la ermita homónima de nuestra comarca fuese San Nicasio Camuto: pensemos que, en primer lugar, el culto a este santo mártir de la Edad Media estuvo muy restringido a su tierra nativa y que, por las rivalidades propias de las órdenes religioso-militares, un santo tan lejano, miembro de la Orden de San Juan de Jerusalén, no sería un candidato idóneo para ser venerado en tierras calatraveñas. Lo descartamos, a la espera de documentos que pudieran confirmar lo contrario de lo que suponemos y que pudieran convencernos de que nuestro San Nicasio fuese San Nicasio Camuto.
2. San Nicasio de Rouen fue Obispo de Rouen, era griego y fue martirizado, con el presbítero Quirino, el diácono Escubiculo y la virgen Piencia, bajo el poder del prefecto Fescenino entre el siglo I y II. Murió decapitado. Su fiesta se celebra el 11 de octubre.
3. San Nicasio de Reims fue Obispo de Reims y padeció el martirio con su hermana Eutropia y con los diáconos San Jucundo y San Florencio, en diciembre del año 406, cuando la ciudad de Reims cayó bajo el terror de los vándalos. Fue decapitado. Su fiesta se celebra el 14 de diciembre.
Los tres santos a los que venera la Iglesia católica bajo el nombre de San Nicasio fueron mártires y los tres tuvieron el mismo martirio: la muerte por decapitación. Lo mismo que descartamos que nuestro San Nicasio fuese el siciliano, no podemos aventurar definitivamente el San Nicasio al que veneraban nuestros antepasados, tanto marteños como jamilenudos y tosirianos: pues los paralelismos entre el obispo de Rouen y el de Reims, pese a las diferencias de época y de verdugos, son muchos. Necesitaríamos confirmar definitivamente, con documentación, a cuál de los dos se veneraba aquí: bastaría con determinar la fecha de su festividad para ello. Sin embargo, si es cierta la tradición oral que daba la fiesta local de San Nicasio en diciembre, no queda lugar a dudas sobre la identidad de nuestro San Nicasio: estaríamos ante San Nicasio de Reims. Según la piadosa creencia, San Nicasio era especial abogado para casos de disentería, calenturas, reúmas, roturas de hueso, flujo de sangre y no faltaba quién dijera que su intercesión era capaz de devolver la voz a los mudos y de resucitar muertos.
Si se confirma que el San Nicasio venerado por los vecinos de Martos, Jamilena y Torredonjimeno era el San Nicasio de Reims la hipótesis del monasterio visigodo, lanzada por el P. Recio y Fernández Chicarro, ganaría solidez, en tanto que hacemos notar la identidad de los verdugos de este San Nicasio: recordemos que sus asesinos fueron los vándalos. Desde el punto de vista cronológico, para los hispano-visigodos, el martirio de San Nicasio de Reims estaba bastante reciente: recordemos que fue decapitado en el año 406. Poco después de decapitar a San Nicasio los vándalos cruzaron los Pirineos y en su avance devastaron todo cuanto encontraron a su paso, y por la fama de sus devastaciones el nombre de "vandálico" se aplicó a cuantos actos destructivos se vinieran a cometer en lo sucesivo, como expresión extrema de la vesania bárbara.
En el año 418 los visigodos, habiendo llegado a Hispania, emprendieron la conquista de la península, combatiendo a otros pueblos bárbaros que habían llegado con anterioridad. Los visigodos derrotaron a los suevos, obligando a estos a replegarse a la actual Galicia. Y los alanos y los vándalos (los mismos descendientes de los asesinos de San Nicasio) fueron barridos de la península Ibérica, empujados por el vigor visigodo. Los vándalos dieron el salto a África, expandiéndose por el actual Magreb. Así es como los vándalos llegaron, en el año 430, con su rey Genserico acaudillándolos, a Hipona (actual Annaba, en Argelia) y, durante el asedio vándalo de esta ciudad norteafricana, falleció San Agustín de Hipona. En el año 589 el rey visigodo Recaredo, habiendo convocado el III Concilio de Toledo, abjuró de la herejía arriana, para confesar la Fe Católica: la mayor parte de los visigodos siguieron a su Rey, convirtiéndose al catolicismo, salvo algunos pertinaces arrianos que, más tarde, pactarían con los mahometanos. Desde el punto de vista religioso-político, la devoción de San Nicasio de Reims, víctima martirial de los vándalos, además de estar envuelto en maravillosas leyendas de su formidable poder intercesorio, sería un candidato idóneo para dar nombre a un monasterio lo mismo que a una ermita.
Si esto es así como decimos habría que ir pensando que lo que nuestros antepasados conocieron en su forma menguada de ermita pudo muy bien ser -en tiempos del Reino Godo de Toledo- un floreciente núcleo del monacato visigótico, alguno de cuyos vestigios pudo ver el P. Recio en sus expediciones arqueológicas, dejando testimonio de ello y parangonándolos a elementos arquitectónicos de la iglesia visigoda de Santa María de Quintanilla de las Viñas en Burgos. Sin embargo, este tema queda abierto a la investigación, puesto que la adquisición de documentación relativa a esta antigua ermita podría asentar nuestra hipótesis, así como el trabajo arqueológico de campo podría corroborar si estamos ante un centro religioso visigodo de cierta entidad.
Manuel Fernández Espinosa
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