LOS SODOMITAS EN LA ESPAÑA DE FELIPE IV
D. José Deleito y Piñuela es uno
de los grandes historiadores que ha dado nuestro idioma, y por ello, muy
olvidado del gran público. En su obra: “La
mala vida en la España de Felipe IV”, el autor nos traslada a la España de
los austrias menores. A la decadencia. A la falsa moralidad. A esa España, en
donde por una parte todavía se libraban combates en nombre de la cristiandad, y
por otra se llevaban a cabo en las calles y plazas de nuestras principales
ciudades, todo tipo de actos de consumo carnal.
Prostitutas, alcahuetas, “cantoneras”,
burdeles, sodomitas, y un largo etcétera es el variopinto esperpento puesto a
nuestra disposición en la obra de Deleito Piñuela, el cual, sustrae dicha
información de los manuscritos y libros de la época, pues no se trata ni más ni
menos que la de contar como éramos los españoles, eso si, vistos por los
extranjeros o por otros personajes de esa época, que dejaron por escrito sus
impresiones.
Iremos relatando en el blog
pequeñas anécdotas sustraídas de la bibliografía de Deleito Piñuela. Hoy
narramos algo sobre los “sodomitas”
Había en Madrid (y en otras grandes
ciudades españolas) gran cantidad de los denominados delitos “nefandos”, o lo
que es lo mismo, la práctica sodomítica de entretenerse dos hombres abusándose
ellos mismos en trato carnal por delante y por detrás. Narra lo que acontece
nuestro autor Delito y Piñuela en su obra sobre la citada obra “La mala vida en la España de Felipe IV”:
“De ello resulta que, por octubre de 1636, se
declaró en la Corte un enjambre de sodomitas. Uno de los delincuentes, milanés
muy principal llamado Agustín Merlo, confesó en el potro ejercer tal oficio
desde los siete años de edad, acusó a treinta y seis cómplices, entre ellos un
primo de la marquesa de Aguilar, un hijo de un cochero del Rey, y a los dos
pajes del conde del Castrillo, que lograron fugarse.
El caso produjo en Madrid gran revuelo, y no
poco contribuyó a la pragmática contra el uso de guedejas (las melenas largas que
se usaban en la época. Nota del que escribe) en los hombres, por el aspecto
afeminado que a éstos daba”.
Los
sodomitas no eran exclusivos de España, ya que la práctica era extendida y
generalizada en ciudades como Milán, Roma, Venecia, París y otras. Aunque ya se
sabe lo que acierta a decir el refranero español sobre éste particular: “Mal de muchos, consuelo de tontos”
Seguimos con la obra:
“En las mencionadas Noticias, de 22 a 29 de
noviembre del mismo año, se lee este párrafo referente a la impunidad: En cuanto al negocio de los que están presos por el pecado nefando, no
se usa del rigor que se esperaba, o sea esto porque el ruido ha sido mayor que
las nueces, o sea que verdaderamente el poder y el dinero alcanzan lo que
quieren. A don Nicolás, el paje del conde del Castrillo, vemos que anda por la
calle, y a Juan Rana, famoso representante, han soltado, y no vemos quemar a
ninguno de cuantos presos hay, y ha sido delatado don Sebastián de Mendizábal,
reo confeso y que tenía casa de
ellos. Este Mendizábal acusó a ochenta personas como cómplices, sin poder
probar los cargos”.
El apellido del gran sodomita
delator traído a este párrafo es harto conocido, lo cual me lleva a pensar, que
aunque el delito y el personaje es del s. XVII, otro ilustre Mendizábal, de
nombre Álvaro, (y Ministro que fue para desgracia nuestra y de nuestros
antepasados), cambiara su apellido y nombre, al de Álvaro
Méndez, en vez del consabido Álvarez Mendizábal,
tal vez por tener noticia de este suceso, y por el temor de ser relacionado con
él por sus enemigos cortesanos. Ahora, que bien se vengó de la Iglesia el muy
canalla, pues la desamortización le salió que ni pintada.
Pero lo que si es cierto es que
en esa “noticia” de las Noticias, los autores se quejaban de la falta de rigor
de la Justicia en la “quema de chicharrones”. La cosa se arregla al
seguir el relato, donde podemos leer:
“Pero si los protegidos por altos señores, y
entre ellos el popular histrión (que debía, como tantos otros, su valimiento a
la gracia derrochada por él en los escenarios), pudieron hurtar el cuerpo a la
justicia, no todos lograron tal privilegio. Las mismas Noticias mencionadas nos
hacen saber que el 21 de enero de 1637 fueron quemados en la puerta de Alcalá
el citado Mendizábal, que era en su oficio el más descocado de cuantos ha
habido en el mundo, y un don Pedro de Mendieta, con quien había estado amancebado
muchos años. Ambos perecieron en la hoguera con grandes muestras de devoción y
contrición, a manos del nuevo verdugo llegado de Segovia, que con ellos hacía
sus primeras armas en la Corte”.
Como se puede ver, el oficio de
comediante ha dado a lo largo de la historia grandes “bujarrones”. Hay cosas,
que con el paso del tiempo no cambian para nada, señores lectores.
L.G.
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