miércoles, 22 de julio de 2015

TESTIGOS TOSIRIANOS EN LOS PRODIGIOS DE ARJONA (SIGLO XVII)


 
 
 
 
LA EXTINTA COFRADÍA DE SAN BONOSO Y SAN MAXIMIANO DE TORREDONJIMENO
 
 
 
 




Texto: Manuel Fernández Espinosa

Fotografías: cedidas gentilmente por miembros
de la Cofradía de los Santos de Arjona.
 
 

Un día del año de 1616, Juan Muñoz, vecino de Andújar, se hallaba en Arjona cuando a eso de las once de la noche, entre la torre mocha y la torre del reloj, oyó tres golpes de una esquila, que le parecieron los sones de la campanilla que anunciaba el Santo Viático. Divisó una luz, y se descubrió la cabeza para esperar con todo respeto lo que creía ser el Santísimo Sacramento. Pero nadie pasó. Lo tuvo como cosa de duendes, y al día siguiente fue a confesarse con el prior de San Martín de Arjona. El prior prometió que lo acompañaría al lugar de los extraños fenómenos esa misma noche.
 
 
En el mismo lugar entre la torre mocha y la torre del reloj, Juan Muñoz y el prior, a las once de la noche oyeron el tañido de la campanilla y entonces apareció un niño de unos doce años, en hábito de fraile. El prior, espantado, sacó la espada y conjuró a la infantil aparición: "Si eres cosa del otro mundo, di lo que vienes a buscar de nosotros". El niño respondió: "No es tiempo", y acto seguido se desvaneció en el aire.
 
 
Doce años después de aquel suceso que no contaron a nadie ni Alonso Muñoz ni el prior, Alonso de Aguilera paseaba con don Miguel Mendoza por la torre del Rastrillo. Eran las once cuando Alonso vió un hombre con un bordón blanco en la mano que paseaba por donde lo hacían los dos hidalgos. Alonso temió tropezar con el extraño paseante, pero al pasarle al lado la figura lo traspasó sin que el hidalgo sintiera obstáculo alguno, extrañándose de bulto tan inmaterial. Contaron el suceso al prior de San Martín, y el cura achacó a excesos de vino lo que decían haber visto, prohibiéndoles que contaran a nadie lo ocurrido.
 
 
Pero luces, cruces luminosas, ruidos y demás fenómenos sin explicación natural se iban repitiendo en Arjona. Circulaban por aquel entonces una serie de falsos cronicones -años antes había pasado algo parecido en el Sacromonte de Granada con unos falsos plomos que pretendían fusionar las religiones católica y musulmana con clara preferencia de ésta última, pues sus autores habían sido moriscos. Pero muy distintas eran las falsificaciones del presunto Flavio Dextro, que narraban mixtificaciones de martirios y hagiografías con el propósito de edificar cristianamente a los pueblos andaluces.

 
LOS FALSOS CRONICONES.
 

Por este tiempo, corriendo el año 1628, el doctor Francisco Ibáñez de Herrera manda desde la Universidad de Baeza una carta al Cabildo de Arjona para que la vecindad se aprestara a honrar la memoria de dos mártires, Bonoso y Maximiano. El carmelita P. Fray Francisco de Santa María había transmitido al catedrático Francisco Ibáñez de Herrera que, según el cronicón de Flavio Dextro, Arjona tenía el honor de ser lugar de martirio de estos soldados al servicio de Roma que fueron torturados y muertos en una de las primitivas persecuciones decretadas por Diocleciano. Francisco Ibáñez de Herrera se puso en contacto con el Cardenal Obispo de Jaén, D. Baltasar Moscoso y Sandoval, para que diese las licencias oportunas que permitiesen que los arjoneros honraran la memoria de sus mártires.
 
 
Los fragmentos del presunto Flavio Dextro se habían impreso el año 1619 en Zaragoza. En 1627 fueron Cádiz y León de Francia las ciudades donde se dio a la estampa el centón pseudomartirológico. En Madrid se imprimió en 1640. La edición de Zaragoza estuvo a cargo del franciscano P. Fray Joan Calderón, y muy pronto los fragmentos de Dextro concitaron el interés de hombres doctos como el poeta Rodrigo Caro o el P. Fray Francisco de Bivar que añadieron a las sucesivas ediciones sus notas y comentarios críticos. Desde sus primeras estampaciones los fragmentos del pseudo-Dextro habían sido piedra de escándalo. Los arqueólogos de la época se habían enzarzado en disputas sobre su autenticidad, dando lugar incluso a rupturas entre los discrepantes, como ocurrió con Rodrigo Caro y el poeta de las flores, Francisco de Rioja.
 
 
Para las fechas de sus primeras ediciones, su verdadero autor, el jesuíta toledano P. Jerónimo Román de la Higuera, había muerto. Su autor no había conocido la impresión de los manuscritos que atribuía a la autoridad de Flavio Dextro, persona y autor real de los primeros tiempos del cristianismo, pero del que hasta la fecha se desconocen escritos que se nos hayan conservado. No obstante, los manuscritos habían circulado de Diócesis en Diócesis. Parece fuera de toda duda que Román de la Higuera había mezclado verdades con fabulaciones con la intención de edificar las almas con relatos martiriales.

 
PROSIGUEN LOS PRODIGIOSOS SUCESOS.
 

No obstante, a pesar de la sombra de falsedad que pesa sobre el cronicón de Flavio Dextro, Arjona empieza a vivir una serie de manifestaciones fuera de los marcos de la normalidad. Y eso, como hemos comprobado por las declaraciones más tempranas, antes de que los textos del pseudo-Dextro se hicieran públicos (los primeros acontecimientos paranormales datan de 1612). Persisten las cruces luminosas y las apariciones de extrañas criaturas; la vecindad empieza a entusiasmarse, entre temerosa y maravillada, contemplando unos prodigios de luz. A veces es una multitud de arjoneros la que asiste a espectáculos sobrenaturales.
 
 
Si a la pública admiración por las inexplicables luces se le suma la noticia del presunto martirio de Bonoso y Maximiano en Arjona, huelga decir que las autoridades de la época, creyentes hasta la credulidad, comenzaron la búsqueda de las reliquias de Bonoso y Maximiano.
 
 
Después de encomendarse a Dios, por medio de la Reina de los Mártires, se inician una serie de cavas que, al cabo de unos días, sacan a la luz restos humanos acompañados de vestigios materiales que hacen cierto un espantoso suplicio acontecido en las murallas de la ciudad. El pueblo se entusiasma, y da por hecho que los cráneos que se han descubierto pertenecen a San Bonoso y a San Maximiano. Pero no cesan las excavaciones, y de esta forma se descubre un inaudito osario que da pruebas de una antigua matanza: huesos, instrumentos de tormento, cráneos claveteados, huesos taladrados... Indicios todos de haberse practicado en tiempos pretéritos una colosal hecatombe. El hallazgo de una moneda en las riberas del Guadalquivir da carta de naturaleza a toda esa serie de descubrimientos. Se trata de una moneda que se acuña como conmemoración de dicho holocausto. Su leyenda dice: "SUPERTITIONE CHRISTIAN. DELETA/MUNICIPIO ALBENSE URGAVONENSE", o sea: "La superstición cristiana fue destruida (en el) Municipio de Alba Urgabonense".
 

CRISTÓBAL VERGARA, TESTIGO DE AQUELLOS SUCESOS.
 

No sólo se habían descubierto los restos mortales de San Bonoso y San Maximiano. Había aparecido un cúmulo de restos óseos que se atribuyeron a la legión de mártires asesinados junto con los dos soldados, hermanos y naturales de Iliturgi, a manos de los persecutores y verdugos del cristianismo.
 
 
Las reliquias que se extraían de las entrañas de la tierra producían efectos maravillosos. Algunas se iluminaban, otras se inflamaban en llamas que no quemaban, al igual que la zarza ardiente de Moisés, otras también tenían efectos salutíferos obrando milagros y otros huesos rompían inopinadamente en una efusión de sangre.
 
 
Los vecinos de Arjona y cuantos forasteros se hallaban por accidente o de paso por Arjona se apresuraron a hacerse con reliquias extraídas de aquellas cavas. Y fue que por ese entonces que estaba en Arjona un tal Cristóbal Vergara, natural y vecino de Torredonjimeno. Él fue uno de los testigos examinados por el tribunal eclesiástico en Arjona, uno de los muchos que depusieron de qué modo vieron luces, al parecer milagrosas, ya en el aire, ya en las murallas, ya en los huesos encontrados, así como cruces resplandecientes en el aire, visiones, sonidos de campana, fenómenos paranormales relacionados con esos huesos, músicas y sanidades operadas por la aplicación de las supuestas reliquias.
 
 
Cristóbal Vergara trajo consigo a Torredonjimeno no sólo el relato de lo que pudo admirar en Arjona, sino una de las reliquias, y sin tardanza la villa de Torredonjimeno se aplicó a erigir una hermandad con el propósito de ir a Arjona en el día grande de los Santos Mártires Bonoso y Maximiano. Así consta en documentos de la ciudad vecina, cuando nuestros antepasados solicitaron un lugar en las celebraciones religiosas arjoneras: "El alcalde y los regidores de la hermandad [de Torredonjimeno] hecha en honra de Dios y de los Santos Bonoso y Maximiano, pidieron sitio para poner una cruz y lugar en que hubiesen de ir en la festividad destos Santos en la procesión, con sus insignias." Dicha solicitud fue admitida a 28 de diciembre de 1628.
 
La Hermandad de San Bonoso y San Maximiano de Torredonjimeno se extinguió. Pero nunca es tarde para reanudar la tradición.
 


 



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