"Vista del castillo de Huelma"
L. Gómez
En la vecina
localidad de Huelma, el viajero curioso puede hacer una parada y deleitarse con
sus magníficas vistas y el trato amable de sus gentes.
Llama la
atención, nada más llegar a ella, su castillo, con sus dos torres circulares a
los flancos que nos evocan la imagen de fuerte inexpugnable.
Cuenta la
Historia, que el Santo Rey Fernando III, estando en Baeza, escribió carta de
concesión para este castillo allá por el año 1242 con la frase “cuando se
ganase”. Y lo cierto es que durante siglos estuvo ora en manos cristianas ora
en manos árabes. Y no será hasta 1438 cuando se tome definitivamente este
castillo. Dicen los sabios en la materia, que asediado y cercado por parte del Marqués de
Santillana y otros nobles de Úbeda, Bedmar y Jaén, el alcaide moro de la
fortaleza, sabiéndose perdido solicitó el poder retirarse él y los suyos a los
vecinos castillos de Cambil y Alhabar, todavía en poder de los moros. Enterados
de la noticia de la rendición, los caballeros cristianos que ponían cerco
subieron en tropel para optar al privilegio de ser el primero en tomar posesión
del fortín. Para evitar discordias, el propio marqués, hizo un haz con todos
los pendones de los caballeros y una vez juntas las colocó en lo más alto del
castillo.
"Detalle de cabeza de león"
Bajando por la
vía que da acceso al castillo, el viajero puede contemplar la techumbre de la
magnífica Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción y las torres altas, pues la pendiente es grande y la iglesia queda más abajo.
Este
excepcional templo católico goza del privilegio de ser trabajado por los
mejores canteros y arquitectos del momento. Diego de Siloé, los hermanos
Castillo, (El Viejo y el Mozo) y Andrés de Vandelvira. Un lujo, se mire por
donde se mire.
No entraremos
en detalles arquitectónicos y en su estructuración, pues lo que nos llama la
atención es la profusión de gárgolas y demonios adornando la fachada de este
templo.
"Vista de una de las Gárgolas de la Iglesia"
Las gárgolas
son elementos decorativos y arquitectónicos más usados en el gótico, pero en
España tuvieron una vida más larga al repuntar su utilización durante parte del
Renacimiento.
Se trata de
representaciones de animales fantásticos en algunas ocasiones. En otras son
fieras (leones o serpientes) así como rostros grotescos y deformados, y en
ocasiones, diablos de diferente condición.
El objeto de
esta figura, desde el punto de vista mitológico y esotérico, no es otro que el
de recordar a los fieles que fuera de la Iglesia está el pecado, el dolor y la
perdición. El Mal rodea al hombre bajo muchas apariencias, y sólo bajo la
protección de los Sacramentos y de la Iglesia, uno podrá vencer las tentaciones
y saldrá victorioso de ese Mal.
Desde el punto
de vista arquitectónico, las gárgolas eran figuras que servían para aprovechar
los desagües de los canalones de las estructuras. Colocadas en los remates y
puntos más indicados, aliviaban de agua las techumbres. El sonido que el agua
hace al caer por esas bocas de piedra es característico (como “hacer
gárgaras”). En francés se las denominó “gargouiller”
"Detalle de Demonio bajo el tímpano de la ventana"
A lo largo del
friso superior de la Iglesia de la Inmaculada podemos ver varios leones, que
con su boca abierta nos reciben de manera fiera y majestuosa. Y si uno es más
observador, podrá ver que debajo de cada uno de los tímpanos adintelados de las
ventanas superiores, justo en el centro, un demonio con cuernos retorcidos nos
mira y nos acecha.
En otra
ocasión dejaremos la explicación de porqué los maestros masones del Gótico y
del Renacimiento usaban de dichas prácticas, y como se ha degenerado su
significado y suplantado por advenedizos y gentes varias, que le han otorgado
un sentido totalmente falso y fuera de lugar para poder así adaptar la realidad
a sus fines.
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