miércoles, 31 de octubre de 2012

SAN WOLFGANG, EL DIABLO... SAN WOLFGANG Y HALLOWEEN

San Wolfgang y el diablo, cuadro de Michael Pacher


El diablo es astuto: "Más sabe por viejo el diablo...", pero al diablo se le puede vencer con la asistencia de Dios. La moda de Halloween se ha implantado en nuestra cultura cristiana, avasallando a las muchedumbres, prevaleciendo una moda extranjera que no es nuestra y que quiere anular el auténtico sentido de la festividad de estos días. Pero, hay más, "Halloween" también transmite sutilmente una concepción del todo contraria a la verdad cristiana. A saber, que el bien es aburrido y el mal es divertido; que el bien es antipático y el mal es simpático; que el bien es impotente y el mal es potente. Es como si se nos estuviera sugiriendo que es mejor que nos apeguemos al mal, pues el bien no nos salvará... El mal, de esta forma, entre disfraces, risas y caramelos se convierte en algo más popular que el bien.

Hay que darle la vuelta a todo esto.

31 de octubre: celebramos la memoria de San Wolfgang que sería Obispo de Ratisbona (972-994). Retirado a los bosques de Abersee, Wolfgang pasó cinco años haciendo oración en una ermita construida por él, hasta que una voz interior le mandó predicar el Evangelio a las aldeas germánicas que todavía adoraban a Wotan y a Thor. Para determinar el lugar en que era voluntad de Dios que se erigiera el templo, San Wolfgang rezó con su hacha en la mano y, cuando hubo implorado la gracia divina, lanzó el hacha; allí donde cayera ésta, Wolfgang entendería que era el lugar donde Dios quería que se construyera su iglesia. Pero, sin embargo, el hacha cayó en terreno cuya jurisdicción era de Satanás... 

Hubo sus más y sus menos, se le pinta a San Wolfgang forcejeando con el diablo. Pero según la piadosa leyenda alemana, San Wolfgang llegó a un acuerdo con el maligno: si Satanás le ayudaba a levantar la iglesia, el alma de la primera criatura que entrara en el templo sería ofrendada al diablo. La plegaria de San Wolfgang logró que la primera criatura en pasar al recinto sagrado (y, por lo tanto, caer en poder de Satanás) fuese, según unas versiones un cerdo (en otras versiones de la leyenda es un lobo). El diablo, nuevamente, resultó engañado pues no pudo conseguir un alma humana. La leyenda también cuenta que el mismo Satanás se convirtió en siervo de San Wolfgang, teniéndole que sostener el Misal al Obispo. En ese motivo está inspirado este espectacular cuadro del artista Michael Pacher (1435-1498), que representa al diablo -algunos incluso le ponen nombre: Judas Iscariote- ofreciéndole el Misal al Obispo de Ratisbona. Podríamos comentar el cuadro, pero preferimos dejarlo para otra ocasión.


Todos los elementos de la leyenda están cargados de una fuerte tradición germánica. El lanzamiento del hacha para dejar que Dios escoja el terreno en que quiere su iglesia podría considerarse como una ordalía (juicio de Dios). El hecho de que la criatura que entre en el templo sea una burla a las pretensiones del diablo es también otra ordalía, puesto que es Dios el que, propicio a los ruegos de San Wolfgang, decide que sea un animal y no un ser humano el que caiga en las garras del maligno, según el "pacto" entre el santo y Satanás. En el acervo tradicional español no faltan leyendas en que cristianos engañan al diablo a cambio de que éste realice una portentosa obra arquitectónica. Pero aquí no es Wolfgang quien, a propia iniciativa (empleando la astucia) burla al demonio, sino que San Wolfgang reza y todo lo deja en manos de Dios. Si aceptamos la versión del cerdo -como animal entregado al demonio- podemos ver un símbolo de la intemperencia (el pecado capital de la gula) y si nos quedamos con la versión del lobo como ofrenda al demonio tenemos el pecado capital de la ira (por la encarnizada y sanguinaria naturaleza que se le atribuye al lobo). 

El mismo nombre de Wolfgang viene a significar en alemán "el ponerse en marcha del lobo para cazar y matar".

Hemos contado esta leyenda por tres razones: 

1º Para honrar y alabar la memoria de San Wolfgang en su día.

2º Para demostrar que la bimilenaria tradición cristiana dispone de tesoros y para nada nos hacen falta novedades importadas.

3º En Víspera de Todos los Difuntos, cuando la cristiandad ha sido invadida por esa deplorable moda extranjerizante y neopagana de "Halloween", los cristianos pueden volverse a historias ejemplares como la de San Wolfgang, para contarla a sus hijos, en vez de permitir que los niños crezcan familiarizándose con execrables "iconos diabólicos" (vampiros, almas en pena y demonios) de los que se disfrazan los niños.

Al diablo se le puede vencer, con la ayuda de Dios, como hizo San Wolfgang. A Halloween, como obra del diablo, también se la puede vencer con ayuda de Dios. No basta con quejarse.


Manuel Fernández Espinosa

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