martes, 9 de octubre de 2012

LOS ICONOS Y LA VIRGEN DEL PERPETUO SOCORRO


LOS ICONOS: ARTE SACRAL


La tradición manda que los iconógrafos (los hacedores de iconos) invoquen, antes de ponerse a su tarea, al Divino Maestro Jesucristo con esta oración: "Tú, Divino Maestro de todos los existentes, ilumina y dirige el alma, el corazón y el espíritu de tu siervo, y conduce sus manos para que pueda representar, digna y perfectamente Tu Imagen, la de tu Santa Madre y la de todos los Santos, para mayor honra y gloria de tu Nombre".

Aunque no soy iconógrafo dirijo esta oración al Divino Maestro para que ilumine y dirija el alma, el corazón y el espíritu para escribir esta reflexión sobre un icono célebre para los fieles de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, pero me temo que muy poco conocido: el de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. 

El arte de los iconos no es simplemente una técnica artística: la realización de un icono no es una operación técnica que se reduzca al conocimiento de un arte o donde todo sea nada más que el mejor o peor resultado del talento y la inspiración de su artífice. El auténtico iconógrafo no es tampoco un artista que realice su obra en virtud de una inspiración propia y personal, plasmando en ella su presunta genialidad. Eso puede haber pasado en occidente... Ha pasado y por eso el arte occidental, después de la exaltación romántica del genio y, sobre todo, tras la imposición de las vanguardias artísticas del siglo XX, se ha degradado hasta su negación misma: hasta esa grotesca caricatura que, expresión de una depravación profunda, ha llegado a llamar "bellas" artes a lo más feo y sin arte que pueda haber: la espontaneidad y la transgresión. Lo horrible, manifestación sensible del mal, pretende pasar por "arte" en nuestros días. Y para ello dispone de muchos museos y galerías modernas.

El iconógrafo no es un artista ansioso por remarcar su personalidad en su obra. Tampoco es un fabricante de iconos que copie iconos y les dé color. El iconógrafo realiza su obra situándose en profunda meditación antes, durante y después de su obra. Y sigue concienzudamente una milenaria tradición sin apartarse de ella por esa vana presunción que tanto muestra el artista occidental para el que todo está desacralizado. Para la tradición de la iglesia oriental el icono es un "sacramental de la presencia": una representación real del mundo sacro y, por eso mismo, la contemplación detenida de un icono nos sume en un cierto estado de extrañeza: el fondo es plano, no se juega con las técnicas pictóricas que pueden producir una ilusión óptica que nos sugieran lejanías, los rasgos de las figuras son muchas veces desproporcionados, pareciendo defectuosos al gusto idealista, tanto como extra-mundanos para la sensibilidad más realista. 

¿Es que los "iconógrafos" no saben pintar? Es la pregunta que se hace el occidental ante los iconos. Pero en este caso, el ignorante -como casi siempre- es el occidental. El iconógrafo emplea la llamada "perspectiva invertida": es el icono el que nos mira a nosotros, siendo para nosotros a manera de una ventana abierta a un mundo ultraterrenal. Por eso mismo, el fondo de los iconos suele ser color de oro, simbolizando la luz gloriosa y sobrenatural.

A lo largo de la tradición a la Virgen María se la ha representado en los iconos como "Theotokos" (en latín "Deípara"), llamada "Madre de Dios" desde el Concilio de Éfeso del año 431, distinguiéndose tres tipos de icono mariano: 

-La "Hodigitria" (Virgen María que muestra el Camino).

-La "Eleusa" (Virgen María de la ternura).

-La "Strastnaia" (Virgen de la Pasión).

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, representación venerada en la Capilla de Jesús, María y José, actual Capilla del Sagrario de la Sacra Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción de Santa María de Torredonjimeno.


INTERPRETACIÓN DEL ICONO DEL PERPETUO SOCORRO

La Virgen del Perpetuo Socorro sintetiza las tres tipologías iconográficas más arriba enunciadas. El icono de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro nos ofrece una Virgen María que nos mira dulcemente (Eleusa), sosteniendo en sus brazos al Niño Jesús, al que le toma la mano con la suya, a la vez que en un dulcísimo gesto de su mano señala a Jesucristo como el Camino (Hodigitria). El Niño Jesús no mira a su Madre, sino que dirige sus ojos a San Gabriel que es, con San Miguel, uno de los dos arcángeles que portan los instrumentos de la Pasión: San Miguel lleva la Lanza y la Esponja y San Gabriel que le muestra la Cruz y los Clavos, siendo así una Virgen de Pasión (Strastnaia).

En el icono de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, por lo tanto, se ha condensado visualmente todo un tratado teológico. Todos los tratadistas del Perpetuo Socorro coinciden en decir que el detalle de la sandalia que se le desprende al Niño Jesús sugiere el movimiento de humano temor que, como Hombre Verdadero siente Dios Verdadero ante los recordatorios (Lanza, Esponja, Clavos y Cruz) que los Arcángeles le presentan de su Pasión y Muerte de Cruz. Sin nada que objetar a esa interpretación, nosotros pensamos no obstante que esa sandalia que cuelga del pie del Niño Jesús evoca las palabras de San Juan Bautista, cuando dice: "Ego baptizo in aqua, medius autem vestrum stetit, quem vos nescitis. Ipse est, qui post me venturus est, qui ante me factus est, cuius ego non sum dignus ut solvam eius corrigiam calceamenti" (Secundum Iohannem 1, 26-28) 

Esto es: "Yo bautizo en agua, pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis, que viene en pos de mí, a quien no soy digno de desatar la correa de la sandalia" (Juan 1, 26-28).

SUCINTA HISTORIA DEL ICONO DE NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

La piadosa tradición cuenta que este icono fue robado en Creta a finales del siglo XV por un mercader. Su ladrón, en el trance de la muerte, lo confió a un amigo romano, encomendándole que lo llevara a un templo para que se le rindiera culto. El romano quedó encargado de aquello, pero viendo su esposa el icono se prendó de él y no consintió que su marido lo sacara de la casa. Sin embargo, una serie de apariciones y amonestaciones de la misma Virgen a la hija de seis años de aquel matrimonio desobediente, revelaron la advocación bajo la que la Santísima Virgen quería ser venerada a través de ese icono suyo: "Santa María del Perpetuo Socorro"; y también indicó el lugar donde quería ser venerada: "Entre Santa María la Mayor y San Juan de Letrán, en una iglesia dedicada al apóstol San Mateo". El 27 de marzo de 1499 el icono fue colocado en la iglesia de San Mateo que estaba a cargo de los Agustinos. Son muchos los siglos que Santa María del Perpetuo Socorro lleva en Roma. Con la invasión napoleónica, la iglesia de San Mateo fue derribada por decreto del general Massena y los agustinos se llevan la imagen a Santa María in Posterula, donde la colocan y pasa desapercibida hasta que, en el año 1863, los Padres Redentoristas reparan en el icono y lo recuperan, con permiso de Su Santidad Pío IX; es el mismo Papa quien les da el mandato de darlo a conocer al mundo. Dado el estado de cierto deterioro que sufría la antigua imagen se le encarga al artista polaco Leopoldo Nowotny que la restaure. Una vez restaurada, por fin, trasladan la Sagrada Imagen a la Iglesia de San Alfonso María de Ligorio el 6 de abril de 1866. En 1867 fue coronada canónicamente y, con motivo de la coronación, el Capítulo Vaticano le ofrendó las coronas de oro y pedrería que el Niño y la Santa Madre de Dios llevan a día de hoy. La imagen del Perpetuo Socorro que hoy conocemos, después de tantos siglos, una restauración en el siglo XIX y la Coronación, no es la original, por lo tanto, sino que se ha visto modificada.

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, como todos los iconos de la Virgen Santísima, no llevaba corona ni pedrerías: estas se le añadieron en la Coronación Canónica. Lo que sí llevaba en su origen el icono de la Virgen era el "maphorion" (manto o velo) que tapa gran parte de la frente, en señal de nobleza. Y sobre el manto las tres estrellas con las que representa la iglesia oriental a la Madre de Dios en sus iconos y cuyo simbolismo es la Virginidad de María antes y después del parto.

Esta devoción se propagó pronto por el celo apostólico de los Padres Redentoristas. A España llegó la primera copia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en vísperas de la "Revolución de 1868". Un año antes, en 1867, se expuso en Huete (Cuenca) y allí realizó su primer milagro curando a un niño llamado Lucas que recuperó la vista milagrosamente. Es una advocación de poderosa intercesión y es a la vez un símbolo esperanzador de la reintegración de las iglesias ortodoxas a la Santa Madre Iglesia Católica.

Manuel Fernández Espinosa, 
Licenciado en Filosofía y Letras 
y Diplomado en Ciencias Religiosas.


Invitamos a escuchar este precioso cántico ortodoxo de la gran artista serbia Divna Ljubojevic: "Agni Partene" (Oh, Virgen Pura).

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