A la memoria de Doña Juliana García Ocaña, devota de la Virgen
de los Dolores que me enseñó a amar las tradiciones de nuestro pueblo. Juliana
se fue más cerca de Nuestra Señora el 12 de febrero de 2001.
Por Manuel Fernández Espinosa
EL PACTO CON EL DIABLO: LOS ESCLAVOS DEL DEMONIO
Pocos motivos fabulosos han inspirado más
obras literarias en occidente que el pacto con el diablo. Durante los
primeros tiempos del cristianismo cundieron leyendas que narraban el extraño
pacto realizado entre algunos personajes con el mismo demonio. En ese
pacto, un hombre vende su alma a Satanás a cambio de lo que ese hombre
desea desmesuradamente: poder, dinero, saberes, satisfacciones sensuales... El
diablo nunca cumple sus promesas, y el alma del desgraciado que la pone en venta
es la que sale perdiendo, a menos que no medie la intervención de la gracia
divina.
En la iglesia primitiva fue San Gregorio
Nacianceno (muerto en el 390) el primero en componer una homilía sobre el
caso de San Cipriano, que vivió, según la leyenda, en Antioquía y fue
martirizado en el curso de las persecuciones del emperador romano
Diocleciano, cuando corría el siglo III. La Emperatriz Eudoxia,
esposa de Teodosio II, también escribió un poema heroico sobre el
martirio de San Cipriano.
Cuenta la leyenda que San Cipriano era un
sacerdote pagano que ejercía de brujo, y cuyos servicios de hechicería fueron
requeridos por un joven enamorado de una cristiana, la que luego sería venerada
como Santa Justina. Cuando el brujo Cipriano acomete la tarea de
hechizar a la hermosa doncella, ésta desbarata los encantamientos con el
signo de la cruz. Cipriano, que había invocado fuerzas demoníacas para seducir a
la virgen cristiana, comprueba que el efecto de su diabólica brujería queda del
todo anulado ante el signo de la cruz, y así es como el hechicero se convierte
al cristianismo. La historia de San Cipriano, aunque es genuina de la iglesia
oriental, también era pasó a formar parte de la tradición occidntal en el siglo
VII, como así lo podemos comprobar según testimonio del obispo de Sherbourne en
Inglaterra, Aldhelm (que murió en el 709), que en su De virginitate
seu de laude virginum elogió la virginidad heroica de Justina en su lucha
contra las tentaciones del demonio. Amén de la confusión que existió entre San
Cipriano de Antioquía y San Cipriano de Cartago, el Vaticano II desplazó del
santoral la figura de San Cipriano, relegándolo a la categoría de santo
apócrifo, por parecer poco plausible su existencia histórica. No obstante, uno
de los grimorios (libros de magia negra) más afamados en los círculos de
brujería es el llamado Libro de San Cipriano.
Pero si la existencia de San Cipriano es difícil
de demostrar, no es tan arduo demostrar, por otro lado, la existencia real de
Fausto, un siniestro personaje medieval que se convertiría para la
literatura universal en modélico cliente -y, por ende, esclavo- del demonio. La
existencia histórica de Fausto fue demostrada en el siglo XIX merced al afán de
muchos eruditos. La historia de este personaje condensa el mito europeo del
sabio que vende su alma a cambio de adquirir poderes que lo elevan sobre el
común de los hombres. Una de las versiones de este mito más interesantes es la
que escribió el inglés Christopher Marlowe: La trágica historia de la
vida y muerte del Doctor Fausto. Una obra dramática que se estrenó
probablemente en 1592. Marlowe recogía las leyendas sobre Fausto que habían
circulado en la Edad Media y que se hallaban compiladas en un centón intitulado
Faustbuch (en alemán, El libro de Fausto), publicado en Frankfurt en el
año 1587. En este libro se relataban las asombrosas peripecias y los prodigios
obrados por Fausto, que se paseó por muchas cortes obispales y principescas de
centroeuropa haciendo alarde de sus poderes taumatúrgicos. Goethe, el
poeta alemán por excelencia, compuso en el siglo XIX su Fausto, clásico
de la literatura alemana y universal. El mito sería recogido por otros autores
alemanes posteriores, como Thomas Mann en su novela Doctor
Faustus.
A veces, Fausto no tiene ese nombre en las
obras que tratan de este asunto. Por ejemplo, el escritor alemán Ernst Jünger
trata el mismo tema en el Relato de Ortner, inserto en su novela
Heliópolis: en la versión jüngeriana Fausto, que se llamará
Ortner, es un hombre consumido por el ansia de dinero, que al ser intervenido
quirúrgicamente por el diablo alcanza la previsión que le vale en los juegos de
azar. El diablo es un gran cosmopolita, por eso podemos encontrar en toda época
y país occidental creaciones literarias de este tenor. En Francia, el satánico
Marqués de Sade también hace una versión del motivo literario en uno de sus
relatos: Aventura incomprensible, pero atestiguada por toda una
provincia,
En el mundo literario ibérico también encontramos
un personaje, Frei Gil de Santarem, llamado también Egidio, que
según la tradición también trató de vender el alma a Satanás a cambio de
adquirir secretos de magia negra. Después de dos entrevistas con el demonio y
arrepentirse de esos extremos, una intervención de María Santísima
vendría a descalabrar el trato satánico, salvando el alma del fraile. Esta
tradición la recogió fray Hernando de Castillo en Primera parte de la
historia general de Sancto Domingo y su Orden de Predicadores (Madrid,
1584), y también la podemos encontrar en la Tercera parte del FLOS
SANCTORUM de Alonso de Villegas (Huesca, 1588).
En la literatura hispánica no nos faltan nuestros
Faustos -se hablaba del Marqués de Villena como un experto
nigromante (mago negro), muy versado en pactos satánicos, y con este perfil
aparece plasmado en uno de los cuentos del Conde Lucanor (el Marqués de
Villena a quien nos referimos no se identifica históricamente con el Marqués de
Villena, Don Diego López Pacheco, que mandó construir la ermita de Ntra.
Sra. de Consolación en Torredonjimeno).
Uno de los genios de nuestras Letras, D. Pedro
Calderón de la Barca dedicó a San Cipriano una de sus obras dramáticas de
género hagiográfico: El mágico prodigioso (que el clásico dramaturgo
compuso en el año 1637), mientras que el personaje lusitano de Fray Gil de
Santarem, también llamado Egidio, fue protagonista de otra obra de la
dramaturgia española de los siglos áureos: El esclavo del demonio, pieza
teatral que salió de la mano del granadino Antonio Mira de Amescua
(muerto en Guadix el año de 1644).
En la literatura contemporánea el novelista
norteamericano Stefen King, superventas del género de terror, ha dedicado
una de sus novelas -La tienda- a este tema que parece obsesionar la
conciencia occidental. En dicha novela múltiples y tácitos pactos con el diablo
conducen la trama hasta su paroxismo: un pueblo entero está amenazado por la
inquietante presencia de un comerciante de antigüedades que trafica con los
sentimientos de su clientela; el siniestro mercachifle ofrece todo lo que cada
cual anhela a cambio de pequeñas travesuras que se van complicando hasta
convertirse en crímenes que transforman un pacífico pueblo en un pandemonio.
Esta novela ha sido llevada al cine y seguro que más de uno de nuestros lectores
la ha podido ver. En la filmografía actual el tema es recurrente; recordemos,
entre muchos títulos, la famosa película Pactar con el diablo, cuyo
personaje central -el diablo- es caracterizado por el actor Al Pacino.
De este somero recorrido podemos extraer una
conclusión: la Cristiandad, registra en su imaginario (que es el catálogo de
imágenes que la cultura admite y transmite) un personaje sombrío: el hombre que
a cambio de una u otra cosa vende su alma al diablo, pacta con el ángel rebelde
y apostata de la fe en Cristo Jesús.
LA ESCLAVITUD MARIANA: PACTAR CON DIOS
La esclavitud de amor a la Santísima
Virgen María es una de las más antiguas prácticas piadosas de la Cristiandad.
Así como han existido y existen esclavos del demonio, la Iglesia tiene
también los esclavos de María, y la presencia eclesial de estos esclavos
de María cuenta con una dilatada tradición que arranca en la temprana Edad
Media. Contra los hijos de las tinieblas, los hijos de María.
Parece ser que esta práctica de la esclavitud
mariana es una devoción cristiana ibérica, muy hispánica. Según registra la
tradición San Ildefonso, arzobispo de Toledo, pasa por ser el primer
cristiano que se ofreció como esclavo a María Santísima. Corría el siglo VII y
el amor devotísimo a la Reina de los Santos inspiró a este arzobispo aquella
entrega. Incluso podríamos remontarnos a Santiago Boanerges (Hijo del
Trueno) para hablar de esclavitud mariana; recuérdese que al Apóstol se le
apareció la Virgen María a la vera del Ebro, en Zaragoza; es muy posible que
Santiago fuese el primer esclavo de amor de Nuestra Señora. Santiago era uno de
los apóstoles más unidos a María, al igual que su hermano, el otro Boanerges,
San Juan, a quien el mismo Cristo encomendara en la Cruz el cuidado de su
Madre, y Madre nuestra.
En Francia, San Odilón abad de Cluny, allá
en el año 1040, sería el primer francés que públicamente se hacía esclavo de
María. Ello lo hacía con el objeto de alcanzar la perfección uniéndose a
Jesucristo por medio de la devoción verdadera a su Santísima Madre.
Desde entonces, la Cristiandad ha conocido la
propagación de esta práctica, con algún que otro eclipse. En España y Alemania
fue San Simón de Rojas, de la Orden de la Trinidad y predicador de S. M.
Felipe III, uno de los propagadores que con más celo promovieron esta
devoción, en estrecha colaboración con el P. Bartolomé de los Ríos, de la
Orden de San Agustín. Los Teatinos se encargaron de darla a conocer en Italia,
Sicilia y Saboya. En Polonia quien la injertó fue el jesuita P. Estanislao
Falacio. Todo el mundo católico conocería las excelencias de esta práctica
mariana.
La esclavitud era y es todo un estilo de vida, y
algo más: un camino de perfección y santidad. Muchos Pontífices no sólo han
aprobado esta devoción, sino que incluso la han asumido ellos mismos, sin cesar
de recomendarla a los fieles.
¿Por qué esclavitud? Esclavitud es una
palabra que nos asusta, nos incomoda. Es un vocablo que suena extraño a nuestros
oídos, tan habituados a escuchar a todas horas la palabra libertad, sin
que sepamos a ciencia cierta cuál es la libertad que nos propone el mundo. Hoy
en día, precisamente cuando tanto se alaban las "libertades" (tan mal
entendidas), cuando se promueve una mala vida basada en la exaltacion del
capricho, con la consecuente falta de lazos y lealtades, la esclavitud de
amor resalta la humilde disponibilidad de los hijos de Dios,
disponibilidad absoluta, entrega sin reservas a Jesucristo, y ello, de la mano
de quien no nos puede fallar y nos conducirá directamente a Él: la Virgen María.
No somos de este mundo. Es algo que tenemos que tener muy presente los
cristianos. Pero estamos en el mundo, y es necesario que nosotros, la sal de la
tierra, estemos muy involucrados en el mundo, para transformarlo en lo que
Cristo quiere. Nuestra presencia en el mundo ha de ser muy distinta a la que
podemos apreciar de continuo en todos aquellos que han dado las espaldas a
Cristo y desoyen su mandamiento de Amor.
El esclavo de amor se somete totalmente, por
entero, a la voluntad de Dios, y para ello se pone en manos de María, la Hija
Predilecta del Padre, la Madre Admirable del Hijo, la Esposa Fidelísima del
Espíritu Santo. Ella, María Santísima, ofrece al fiel el molde más apto y óptimo
de santificación. Donde el demonio impone inobediencia y rebelión, por soberbia,
María acata la voluntad del Padre por humildad; donde el demonio exalta el
placer de la carne y la sensualidad, María es modelo perfecto de pureza. Los
esclavos del demonio serán como él, los esclavos de María serán como Ella. María
es la Esclava del Señor, la criatura más excelsa de entre todas las criaturas
(por eso la veneramos con culto de hiperdulía -que quiere decir: por
encima de los ángeles y los santos, y por debajo de Dios, pues sólo a Él se le
debe el culto de latría -adoración). María es la bienaventurada criatura
que acogió en su seno virginal al mismo Hijo de Dios y en la que Dios se
recrea.
S. S. Juan Pablo II ha exhortado a los fieles a
abrazar esta devoción que consiste en la consagración a Jesús, por medio de
María, en calidad de esclavos de amor, lo que llevado a la práctica constituye
un vía infalible de santificación. El Romano Pontífice ha subrayado que entrando
en esa "Escuela de María" -que es la Verdadera Devoción a Ella- en la
forma de la "esclavitud de amor a Jesucristo por las manos de María", y
guiándose por Ella, el fiel encuentra abierto el camino de su santificación y
los progresos espirituales no se hacen los remolones. Es, pues, el pacto
perfecto con Dios. La consagración a María como esclavo de amor no es otra cosa
que la renovación de los votos que el cristiano formula en los sacramentos del
Bautismo y la Confirmación.
Pero la formulación teológica y mística más
completa de esta devoción a la Virgen María nos la proporciona San Luis María
Grignion de Montfort.
SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT Y LA
ESCLAVITUD MARIANA
Nació San Luis María Grignion de Montfort en
la villa bretona del mismo nombre: Montfort, muy cerca de Rennes, el 31 de enero
de 1673, y fue alumbrado en el hogar de una familia bretona, cristiana, numerosa
y de posición holgada. Su nacimiento había sido profetizado por el dominico
San Vicente Ferrer cuando, siglos antes de nacer Luis María y hallándose
San Vicente predicando en Bretaña, profetizó el nacimiento de un niño en
aquellas tierras, un niño que sería un gran santo, un hombre de Dios, dilecto de
María Santísima. Siglos después, en aquellos lares, nacería San Luis María
Grignion de Montfort que pasa por ser el gran profeta del Reino de María.
Su apostolado, probado en la tribulación y cuajado de contradicciones, tiene muy
hondas raíces en la devoción mariana, que cultivaría durante toda su vida, así
como en la Santa Cruz, devoción que tendría su expresión en la erección de
muchos Calvarios por todo el país galo. Es en la esclavitud de amor a María
donde arraiga toda la espiritualidad y mística de San Luis María Grignion. Pocos
son los escritos que nos ha legado, pero es el Tratado de la verdadera
devoción a la Virgen María el que le ha granjeado la admiración de sus
lectores.
San Luis María Grignion fue suscitado por la
Providencia en una época en que los gérmenes de la descomposición anunciaban las
convulsiones que se avecinaban -años después de la muerte de este santo estos
cambios históricos de tanto traumatismo se mostrarían en los satánicos excesos
de la Revolución Francesa; una orgía de sangre, profanación y sacrilegio, digan
por ahí lo que quieran decir. Todos estos luctuosos acontecimientos históricos,
diseñados en los conciliábulos de los esclavos del demonio, los veía venir el
santo de Bretaña; es por eso que, para defender la herencia de Jesucristo,
abrazó la devoción verdadera en su forma de esclavitud de amor, extendiéndola
por toda Francia.
En España la devoción no era una cosa rara, todo
lo contrario. Como más arriba hemos recordado, San Ildefonso pasa por ser el
primer esclavo de amor de María. San Simón de Rojas había practicado la
esclavitud mariana y la había difundido por Europa. Las Constituciones de la
Real Congregación y Cuerpo Mystico de esclavos de Nuestra Señora de la
Concepción de la Porteria de Ávila datan del año 1733; y constituyen uno de
los ejemplos más notorios del espíritu y organización de estas congregaciones y
hermandades de esclavitud. La referida Congregación de esclavos de María, bajo
dicha advocación, se erigió en las ciudades de Ávila y Madrid.
LA ESCLAVITUD MARIANA EN TORREDONJIMENO
No podemos aportar fechas concluyentes, dadas las
lagunas al respecto, pero sí que podemos aseverar la existencia en
Torredonjimeno de una Hermandad de Esclavos de María, en su advocación de
Nuestra Señora de los Dolores, radicada en la tosiriana Sacra Iglesia Parroquial
de Ntra. Sra. de la Inmaculada Concepción de Santa María. Según el historiador
tosiriano Francisco José Téllez Anguita, la Hermandad de Esclavitud de
Ntra. Sra. de los Dolores pudo fundarse el 20 de marzo de 1642, y según
investigaciones de nuestro amigo Téllez Anguita el camerín barroco de Nuestra
Señora de los Dolores es muy probable que date del año 1623. (*)
Indagando en los libros de sepelios de dicha
Parroquia, y en los de testamentos de la Parroquia Mayor de San Pedro Apóstol de
la ciudad tosiriana, hemos accedido a puntuales menciones de enterramientos de
hermanos pertenecientes a esta hermandad. Asientos puntuales, pero abundantes.
Por los datos obtenidos podemos decir que se trataba de una devoción muy
arraigada en todas las capas sociales de la villa. A la Hermandad pertenecían
mujeres y hombres de toda condición social y económica, aunque hay que decir que
esta devoción era seguida mayoritariamente por el mujeres. Demos a luz, y en
primicia, algunos casos que se hallan en nuestros archivos parroquiales.
Tomasa Méndez, por ejemplo, era una pobre
tosiriana que al término de su vida terrena fue acogida en el Hospital de
Caridad de la villa, institución que se ubicaba en la calle Rabadán. Al fallecer
el 16 de octubre de 1771, y dada su pertenencia a la Hermandad, fue sepeliada en
la Capilla de la Virgen de los Dolores.
El 30 de abril de 1772 muere Catalina Eugenia
López, viuda de Juan Diego Menxibar, y, como hermana de esta
Hermandad de esclavitud, se enterró en la misma Capilla de los Dolores. La
posición social y económica de Catalina Eugenia López, aunque no figuraba en los
listados de la hidalguía de sangre y alcurnia de la villa, debía ser acomodada,
pues donaba, y así se hizo constar en la partida de su deceso: "...una lámina
de Nuestra Señora de Belén en marco dorado" a la Capilla en la que los
esclavos y esclavas veneraban a la Virgen de los Dolores y venían a ser
inhumados a la postre de sus días.
Cuando Isabel del Mármol, una vecina,
domiciliada en la calle Salsipuedes, fallece, dona una "...basquiña de damasco
negro" a la Virgen de los Dolores.
En la Hermandad de Esclavos no faltan miembros de
familias ilustres de la villa. Es el caso de Doña Juana Francisca
Zorrilla, doncella que al fallecer se hace enterrar delante del altar de la
Capilla. Poco después, la hermana de Doña Juana Francisca, Doña Ignacia María
del Rosario Zorrilla, doncella de veinticinco años de edad, fallece, y como
miembro de la Hermandad también encuentra su último reposo en la misma Capilla;
en la partida obituaria de esta última el escribiente exalta la imagen de la
Virgen de los Dolores, "...dicha Soberana Ymagen". Son muchos más los
hombres y mujeres que se enterraron en esta capilla.
Tampoco faltan hombres. Es el caso de Manuel
Fernández Delgado, natural de la ciudad de Jaén, que se avecina en Torredonjimeno en
pleno siglo XVIII, y aún siendo feligrés de la Parroquia de San Pedro, expresa
su voluntad de ser inhumado en la capilla de la Virgen de los Dolores como
hermano de la Hermandad de Esclavitud.
La tosiriana Hermandad de Esclavitud de la Virgen
de los Dolores, independientemente de la fecha de su fundación -que no parece
clara, pero cabe suponerla allá por el siglo XVII- experimentó un auge sin igual
en el siglo XVIII, en pleno siglo de la Ilustración cuando se cercenaron tantas
y tantas tradiciones religiosas y muchas cofradías sufrieron su erradicación; lo
que nos dice el ascendiente que la Hermandad de Esclavos tuvo. Más tarde, la
Hermandad vendría a extinguirse en la segunda mitad del siglo XIX, cuando se
relajan las costumbres y se agravan en Torredonjimeno los síntomas del
secularismo liberal y moderno. Concluyamos diciendo que los hermanos esclavos de
la Virgen de los Dolores conformaban una tupida y heterogénea red de tosirianos,
con orígenes sociales y posiciones económicas muy diversas, pero unidos todos
entre sí por el amor a la Virgen de los Dolores y por lazos de fraterna caridad
cristiana. Fue una devoción muy acendrada en Torredonjimeno, dedicada más a la
oración y las obras pías que al culto externo. Una de esas tradiciones perdidas
que merecerían la pena refundarse. ¡Qué menos que oponer a los esclavos del
demonio, los esclavos de María!
Contra la soberbia y la sensualidad de
Lucifer, la humildad y pureza de María Santísima.
Torre Don Jimeno, 20 de febrero del año del Señor de 2001.
NOTA: Podemos consultar para el particular el
artículo que publicó D. Francisco José Téllez Anguita en esta misma revista
cofradiera, "La Virgen de los Dolores. Estudio histórico, sentimental y
emotivo". CALVARIO, n.º III, Semana Santa de 1984, pp. 71-76.
El presente artículo vio su publicación en
versión impresa en CALVARIO, Boletín de la Agrupación de Cofradías del
Arciprestazgo de Torredonjimeno (Jaén)
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jueves, 18 de febrero de 2016
LOS ESCLAVOS DE MARIA EN TORREDONJIMENO
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