Recién sacado de imprenta, celebramos la publicación de la obra prima de un joven poeta de Úbeda, Antonio Jiménez Lamarca. El título del poemario es SECRETOS DE LA LUZ DORMIDA, y lleva prólogo de Manuel Fernández Espinosa, codirector de la Revista Cultural ÓRDAGO de Torredonjimeno. Con permiso del autor, publicamos el prólogo de nuestro amigo.
PRÓLOGO
Surge con fuerza una lírica en Jaén. Jaén, la de los olivos y la del Santo Rostro, tierra hospedera de poetas. Hablen de Jaén el Marqués de Santillana, Jorge Manrique, San Juan de la Cruz, Antonio Machado, Miguel Hernández… todos ellos hicieron su estancia en el Santo Reino de Jaén, más larga o breve su estancia: ninguno era de Jaén). De Jaén la de los “aceituneros altivos” todavía no ha surgido un poeta lírico nativo. Los poetas nos vienen de fuera, y en nuestro paisaje hallan fuente en que lograr sus hallazgos más bellos. Tierra durante tantos siglos en litigio, Jaén dio guerreros fronterizos en la Reconquista y audaces aventureros en el Descubrimiento y Conquista de América… Por eso tal vez tuvimos, sí, poetas nativos (olvidados y por descubrir), pero poetas naturales que cantaron mejor en tonos épicos, como Bernardo López al 2 de Mayo, que a los estremecimientos del alma propia. Alma que, entre los desvelos de la labranza y las alarmas de la guerra, no pudieron cultivar como jardín de palabras y fascinadoras metáforas. Es mi opinión, pero la avala cualquier vademécum de Historia de la Literatura castellana.
Y llegamos al siglo XX. Y acordémonos de Úbeda: ¿quién no conoce la Úbeda del santo de Fontiveros? ¿Quién no ha oído ponderar su belleza, cuando no la haya podido visitar? Pues, sí: Úbeda solariega, Úbeda de solera ha dado un poeta. Por fin, un poeta autóctono da palabra al paisaje mudo de esta tierra olivarera de costumbres sencillas y tradiciones arraigadas. Y a ese poeta tengo el privilegio de conocerlo. Es el que a ustedes tengo el honor de presentarles: Antonio Jiménez Lamarca.
Familiarizado sin intermediarios con la mejor literatura inglesa, digamos que T. S. Elliot; interlocutor de Antonio Machado y San Juan de la Cruz, Antonio Jiménez Lamarca nos ofrece este conjunto de sus poemas, con voz propia. Tal y como decía Gottfried Benn: “El poeta conoce sus palabras, sabe cómo emplearlas, conoce la coordinación de las palabras afines a su gusto, sabe dar formas con ellas, busca rimas, estrofas serenas y apacibles, estrofas expresivas…” Y entonces acontece el milagro poético. Antonio Jiménez Lamarca ha querido compartir con nosotros los “Secretos de la luz dormida”. Es la luz que yace sobre las tejas de nuestras ciudades, es la luz que se tiende sobre los campos fértiles, propincuos al Padre Betis cuyas aguas fluyentes y vivificantes, la luz otra vez, por más que dormida esté, peina, mientras riela sobre su curso incesante que a Heráclito se le reveló. Y son secretos, pues bajo cerrojos están las íntimas vivencias del alma de un poeta. Y las palabras siempre son vestigios que resurgen y se sumergen en los tremedales de la memoria: flota por un momento lo que se esperó, y se hunde tras el punto final. Lo que llegó se celebra, y lo que no vino se añora, mientras se cincela en un cenotafio aquello que se fue.
Uno de los preceptos secretos de la Orden de la Caballería Poética manda que el poeta sepa, verdaderamente, de lo que nos habla. La poesía sin raíces entrañadas en el terruño es como un olivo sin aceitunas. Con “Úbeda en el centro”, el poeta no sólo encuentra el corazón de Úbeda en el ápice de la plaza de Santamaría, también evoca los antaño ejidos, hoy edificados, que resurgen a la evocación de San Juan de la Cruz en los campos de paniegos, pues no todo es olivar en Úbeda la Renacida. Pero también, en otros fogonazos, se yerguen ante nuestros ojos los torreones bizarros, hogaño abandonados en su trágica firmeza. “En la frontera de un pueblo” nos hace respirar la atmósfera de las ciudades que están a medio camino de ser urbes sin haber dejado, a Dios gracias, de ser pueblo. Los “Apuntes de ciudad” cantan la nostalgia por la ciudad que vivimos, y cuya fisonomía nos ha mudado eso que llaman progreso: la perplejidad, el extrañamiento por descubrir que en el mismo espacio ha desaparecido lo familiar siguen hablándonos de nuestras ciudades, tan cambiadas en cuestión de décadas. La experiencia de la ciudad en Jiménez Lamarca no se restringe a Úbeda, también Granada y hasta Esparta están aquí, a nuestra mano, en las vísperas de acontecimientos históricos o en la nostalgia del poeta que las vivió un tiempo y ahora las conjura a su llamada.
Pero amor, esperanza, desesperanza, Historia e historias, el mar (experiencia siempre impactante para el hombre del interior) se dan cita en este primer poemario de Jiménez Lamarca. El que tengo el gusto de invitarles a leer. Se trata de una voz lírica que aflora de la tierra que siempre recibió poetas… Y hoy los da. Es la tierra del Reino de Jaén, es Úbeda la Renacida, la que se ha servido de Jiménez Lamarca para decirnos que, discreta y campesina, Jaén también existe y da tan buenos poetas como el mejor aceite.
Manuel Fernández Espinosa.
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