viernes, 11 de noviembre de 2016

EL FRAILE DE JÓDAR QUE FUE LA PESADILLA DE ERASMO DE RÓTERDAM


Erasmo de Róterdam


UNA AGRIA Y FEBRISCENTE POLÉMICA ENTRE HUMANISTAS


En su cumpleaños, a mi amiga Doña Pilar Badiola Aldarondo



Erasmo de Róterdam (1466-1536) ha pasado a la historia europea como poco menos que un adalid de la tolerancia y el buen sentido, sin embargo su actitud humana (y la de sus secuaces) dejaba mucho que desear por mucho que sea uno de los humanistas más sobresalientes de su época.

En España existió un movimiento erasmista, como puso de manifiesto el libro "Érasme et l'Espagne" de Marcel Bataillon (1937), pero si bien hubo erasmistas y hasta se alega como timbre de gloria, menos se sabe que también hubo una fuerte oposición al erasmismo y, en lo que concierne para nosotros los de Jaén, el timbre de gloria es que si hubo alguien que sacaba de quicio a Erasmo fue un paisano nuestro, el galduriense Fray Luis de Carvajal. Menéndez y Pelayo equivocó su naturaleza, llevado de la nombradía que la rama Carvajal adquirió en Extremadura: "Aunque Fray Luis de Carvajal se llama a sí mismo bético, su apellido induce a creer que era extremeño más bien que andaluz" -escribió D. Marcelino y con ello cometió uno de sus pocos errores.

Según Nicolás Antonio, aunque era heredero legítimo de los Marqueses de Carvajal Ossorio que tenían su señorío en Jódar, Fray Luis de Carvajal renunció a su patrimonio y se vistió con la piel seráfica de los hijos de San Francisco de Asís, conservando del esplendor de su linaje tan solo el escudo heráldico que ponía al frente de todos sus libros. Nació nuestro humanista en Jódar el año 1500 aproximadamente y se formó en las universidades de Salamanca y Alcalá de Henares, aquí estudió en el Colegio de San Pedro y San Pablo, fundado por el mismo Cisneros, y remató sus estudios en la Universidad de París, obteniendo el grado de Maestro para con él retornar a Salamanca allá por 1528.

Erasmo que vivía en un país muy distinto de la España reformada por Cisneros, atropellaba el honor de los frailes con sus dicterios, vilipendiando la corruptela de costumbres que podía afectar, bien es verdad, a los malos frailes que Erasmo estaba acostumbrado a ver en su país, pero en España eso sobraba: la ignorancia y los vicios habían sido erradicados con mano firme por la eficaz intervención reformadora de Cisneros y de sus continuadores. En 1528, Fray Luis de Carvajal, no soportando por más tiempo las injurias erasmistas a su orden religiosa reaccionó y lo hizo con su libro "Apologia monasticae religionis diluens nugas Erasmi", con él impugna los topicazos con que Erasmo vapuleaba a los frailes y que se convertirían en clichés anticlericales de todos los tiempos: que la vida religiosa era una falsa piadad, que eran incultos y glotones y que, para mayor morbo, pecaban de lujuriosos contra el voto de castidad que se habían comprometido a mantener.

La "Apolologia monasticae..." provocó en Erasmo una reacción inmediata: que un oscuro fraile de Jódar osara enmendarle la plana a él que se tenía como faro del humanismo europeo no tuvo que sentarle nada bien al de Róterdam y bien puede verse en los calificativos que le endosa a nuestro paisano: Frívolo, petulante, histrión, sobornado, juglar, bufón, estulto, deshonra de su Orden, Cacalalum, insolente..., aunque el nombre que le da y que más repite Erasmo contra Carvajal es el de "Pantalabus"; éste término peyorativo que le atribuye Erasmo a nuestro galduriense hay que ir a buscarlo en las sátiras del poeta latino Horacio que, con ese nombre, se refería a un parásito pedigüeño; probablemente Erasmo aludiera con ello a que el libro de Fray Luis de Carvajal había sido publicado, como era costumbre de la época, a expensas de un patrón que, en el caso de la "Apologia monasticae...", fue D. Lorenzo Suárez de Figueroa, Marqués de Priego. Erasmo no sólo realizó una réplica para defenderse y contraatacar al fraile giennense con un libelo titulado "Responsio adversus febricitantis cujusdam libellum" (lo de "febricitantis" era un chiste erasmista a costa de que fray Luis de Carvajal había admitido en su apología que la había escrito con fiebre por estar convalenciente), sino que plagó las cartas a sus amigos de toda Europa con furiosos anatemas contra Carvajal. Aunque no faltaron españoles que por afición a Erasmo le afearon al Carvajal su polémica con el gurú de Róterdam, la Orden franciscana cerró filas con él y quienes lo han estudiado a fondo afirman que se anticipó a sistematizaciones teológicas que cobraron mucha mayor fama que la suya, como las de Melchor Cano o Domingo Soto, sin poderle menoscabar el honor de ser Fray Luis de Carvajal la vanguardia de un escolasticismo humanista.

El nombre de Erasmo todavía es celebrado en todo el mundo y el de su oponente de Jódar apenas es conocido por un reducto de eruditos, sin embargo la figura de Fray Luis de Carvajal dista mucho de ser tan grotesca como se empeñó en fabricar, herido en su amor propio, ese Erasmo que tanto sectarismo y ojeriza rezumaba muy en detrimento de la imagen que el vulgo se hace de él. Nuestro fraile de Jódar asistió al Concilio de Trento, participando en los debates de la justificación, los Sacramentos y la Eucaristía. Visitó también, a instancias del ministro general de la Orden de frailes menores de San Francisco de Asís los conventos franciscanos alemanes y, tras sus andanzas por Europa, Fray Luis de Carvajal retorna a las Andalucías, para ser guardián del convento de Sevilla y ministro provincial de Andalucía. Vino a fallecer a Jódar en el mes de septiembre de 1552. 

El caso de Fray Luis de Carvajal es paradigmático, me explico: si la situación del clero durante el siglo XVI podía clamar a los cielos en Europa por la relajación de costumbres y, no lo olvidemos tampoco, por la adulteración doctrinal, en España eso no ocurría dado que, con antelación a la falsa reforma luterana, se había afrontado una auténtica y profunda reforma, de la mano del eminentísimo Cardenal Cisneros, ayudado por todos aquellos que con él trabajaron al unísono por sanear el clero español. Pues como afirmaba Menéndez y Pelayo: "La reforma llevada a cabo con tan incontrastable tesón por el antiguo guardián del convento de la Saceda [Fr. Francisco Ximénez de Cisneros] y el no haber en España relajación de doctrina, aunque sí de costumbres, es lo que nos salvó del protestantismo. El confundir a nuestros frailes, después de la reforma, con los frailes alemanes del tiempo de Erasmo, arguye la más crasa ignorancia de las cosas de España".

España no tuvo necesidad de protestantismo, dado que éste no era otra cosa que la corrupción doctrinal, la adulteración del cristianismo bajo la cobertura de una indignación, fingida y exagerada por la sofistería y la demagogia, contra la postración de las costumbres en el clero que mejor que nadie supieron corregir nuestros santos tridentinos.  

BIBLIOGRAFÍA

Menéndez y Pelayo, Marcelino, "Historia de los heterodoxos españoles".

Higueras Maldonado, Juan, "Humanistas giennenses (s. XIV-XVIII)", Universidad de Jaén. 

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