miércoles, 31 de octubre de 2012

SAN WOLFGANG, EL DIABLO... SAN WOLFGANG Y HALLOWEEN

San Wolfgang y el diablo, cuadro de Michael Pacher


El diablo es astuto: "Más sabe por viejo el diablo...", pero al diablo se le puede vencer con la asistencia de Dios. La moda de Halloween se ha implantado en nuestra cultura cristiana, avasallando a las muchedumbres, prevaleciendo una moda extranjera que no es nuestra y que quiere anular el auténtico sentido de la festividad de estos días. Pero, hay más, "Halloween" también transmite sutilmente una concepción del todo contraria a la verdad cristiana. A saber, que el bien es aburrido y el mal es divertido; que el bien es antipático y el mal es simpático; que el bien es impotente y el mal es potente. Es como si se nos estuviera sugiriendo que es mejor que nos apeguemos al mal, pues el bien no nos salvará... El mal, de esta forma, entre disfraces, risas y caramelos se convierte en algo más popular que el bien.

Hay que darle la vuelta a todo esto.

31 de octubre: celebramos la memoria de San Wolfgang que sería Obispo de Ratisbona (972-994). Retirado a los bosques de Abersee, Wolfgang pasó cinco años haciendo oración en una ermita construida por él, hasta que una voz interior le mandó predicar el Evangelio a las aldeas germánicas que todavía adoraban a Wotan y a Thor. Para determinar el lugar en que era voluntad de Dios que se erigiera el templo, San Wolfgang rezó con su hacha en la mano y, cuando hubo implorado la gracia divina, lanzó el hacha; allí donde cayera ésta, Wolfgang entendería que era el lugar donde Dios quería que se construyera su iglesia. Pero, sin embargo, el hacha cayó en terreno cuya jurisdicción era de Satanás... 

Hubo sus más y sus menos, se le pinta a San Wolfgang forcejeando con el diablo. Pero según la piadosa leyenda alemana, San Wolfgang llegó a un acuerdo con el maligno: si Satanás le ayudaba a levantar la iglesia, el alma de la primera criatura que entrara en el templo sería ofrendada al diablo. La plegaria de San Wolfgang logró que la primera criatura en pasar al recinto sagrado (y, por lo tanto, caer en poder de Satanás) fuese, según unas versiones un cerdo (en otras versiones de la leyenda es un lobo). El diablo, nuevamente, resultó engañado pues no pudo conseguir un alma humana. La leyenda también cuenta que el mismo Satanás se convirtió en siervo de San Wolfgang, teniéndole que sostener el Misal al Obispo. En ese motivo está inspirado este espectacular cuadro del artista Michael Pacher (1435-1498), que representa al diablo -algunos incluso le ponen nombre: Judas Iscariote- ofreciéndole el Misal al Obispo de Ratisbona. Podríamos comentar el cuadro, pero preferimos dejarlo para otra ocasión.


Todos los elementos de la leyenda están cargados de una fuerte tradición germánica. El lanzamiento del hacha para dejar que Dios escoja el terreno en que quiere su iglesia podría considerarse como una ordalía (juicio de Dios). El hecho de que la criatura que entre en el templo sea una burla a las pretensiones del diablo es también otra ordalía, puesto que es Dios el que, propicio a los ruegos de San Wolfgang, decide que sea un animal y no un ser humano el que caiga en las garras del maligno, según el "pacto" entre el santo y Satanás. En el acervo tradicional español no faltan leyendas en que cristianos engañan al diablo a cambio de que éste realice una portentosa obra arquitectónica. Pero aquí no es Wolfgang quien, a propia iniciativa (empleando la astucia) burla al demonio, sino que San Wolfgang reza y todo lo deja en manos de Dios. Si aceptamos la versión del cerdo -como animal entregado al demonio- podemos ver un símbolo de la intemperencia (el pecado capital de la gula) y si nos quedamos con la versión del lobo como ofrenda al demonio tenemos el pecado capital de la ira (por la encarnizada y sanguinaria naturaleza que se le atribuye al lobo). 

El mismo nombre de Wolfgang viene a significar en alemán "el ponerse en marcha del lobo para cazar y matar".

Hemos contado esta leyenda por tres razones: 

1º Para honrar y alabar la memoria de San Wolfgang en su día.

2º Para demostrar que la bimilenaria tradición cristiana dispone de tesoros y para nada nos hacen falta novedades importadas.

3º En Víspera de Todos los Difuntos, cuando la cristiandad ha sido invadida por esa deplorable moda extranjerizante y neopagana de "Halloween", los cristianos pueden volverse a historias ejemplares como la de San Wolfgang, para contarla a sus hijos, en vez de permitir que los niños crezcan familiarizándose con execrables "iconos diabólicos" (vampiros, almas en pena y demonios) de los que se disfrazan los niños.

Al diablo se le puede vencer, con la ayuda de Dios, como hizo San Wolfgang. A Halloween, como obra del diablo, también se la puede vencer con ayuda de Dios. No basta con quejarse.


Manuel Fernández Espinosa

lunes, 15 de octubre de 2012

EL BARÓN DE VELASCO



Don Fernando Ruano Prieto, Barón de Velasco

Y LAS LOGIAS FANTÁSTICAS
 
Una suerte de moda subliteraria cunde por doquier en cierta literatura de pasatiempo (que, después, en muchos casos, ha tenido su reflejo en el cine). Nos referimos a esas novelas que tienen como tema central un supuesto enigma o misterio oculto -las más de las veces estos secretos son de trascendental importancia para la comprensión de la Historia. Algo tan formidable que, si se sabe, puede desbaratar la Historia Universal, poniéndola toda patas arriba: "Jesús de Nazareth tenía novia, se casó y tuvo hijos" -pongamos por ejemplo- es una de las patrañas preferidas de estos profesionales del bulo.

Cualquiera que sea el secreto que nos propone la novela, dicho secreto suele estar custodiado por una sociedad secreta (buena o mala, depende de la trama). Entonces es cuando interviene otra sociedad secreta (opuesta y antagónica) cuya misión consiste en arrebatar el secreto a los buenos (para ocultarlo a la humanidad y seguir manipulando) o, si la sociedad secreta es buena, entonces su misión consistirá en desposeer a los malos del secreto, para hacer el enorme favor a la humanidad de descubrirle algo que los malos (el Papa, los curas, el Opus Dei, Teresa de Calcuta o Francisco Franco) le ocultaban: ¡qué malos que son los católicos! Así son todas estas novelas que decimos, la de escenas eróticas que salgan dependen del grado de calentamiento mórbido y de la rijosidad de su escritor.

Aunque la más célebre de todas sea "El Código Da Vinci" hay muchas más. Y, en nuestro corral hispánico, tampoco faltan. Aquí tenemos "La lápida templaria", de un tal Nicholas Wilcox (un pseudónimo que afirman que es el de Juan Eslava Galán). Ni que decir tiene que en la mayor parte de estas novelas la Iglesia católica es presentada al lector como el bastión del oscurantismo y el cerrilismo ortodoxo, enemiga de todo progreso humano, hostil a revelar los profundos misterios que guarda, para mantener el monopolio religioso de sus dogmas.

En "La lápìda templaria" son varias las sociedades secretas que se ven involucradas en la carrera por hacerse con la custodia de la Mesa de Salomón: los servicios secretos del Vaticano (cómo iban a faltar) y hasta los servicios secretos de Israel: el Mossad (que siendo la Mesa de Salomón no iban a quedarse ellos en Jerusalén). Los malos, como siempre, son los católicos. En este caso se inventa una sociedad llamada "Los Doce Apóstoles" que se nos pinta en las páginas de esta novela como una organización compuesta por los elementos más tradicionalistas e integristas de la nobleza y el clero de Jaén. Cuando uno está familiarizado con la historia de su provincia, cuando descubre bajo los nombres de los personajes de esta "novela" los nombres de los personajes históricos (algo que no resulta tan difícil) uno piensa que el autor de esta novela (Nicholas Wilcox o Eslava Galán) escriben desde una superficialidad histórica inadmisible.

En la novela uno de los personajes que aparecen es un tal D. José de Peña y Pazo, Marqués del Rincón de la Coronada (por ejemplo), que no es otro que D. José del Prado y Palacio, Marqués del Rincón de San Ildefonso y esposo de nuestra paisana Doña María Teresa Fernández de Villalta y Coca. El Marqués del Rincón de San Ildefonso era un monárquico amigo de Alfonso XIII; su presunto "integrismo" religioso-político solo existe en la mente de Nicholas Wilcox. Hoy no nos vamos a referir a D. José del Prado y Palacio, pero sí vamos a presentar a un personaje desconocido que, siendo de Arjona, no deja de estar relacionado con toda esa mixtificación de la Mesa de Salomón. Nos referimos a Don Fernando Ruano Prieto.
 
Don Fernando Ruano Prieto, Barón de Velasco, nació en Arjona. Doctor en Derecho y Filosofía y Letras fue un historiador que publicó en 1897 "Don Juan II de Aragón y el Príncipe de Viana", Bilbao; "Anexión del Reino de Navarra en tiempo del Rey Católico" (Madrid, 1899) y "Don Martín de Acuña capitán de arcabuceros caballero del hábito de Santiago y espía mayor del rey de las Españas don Felipe II (1544-1558)", Madrid, 1899. En 1916 era Diputado a Cortes por Albarracín y en 1917 fue nombrado Delegado General de Agricultura e Inspector General de Primera Enseñanza. Los estudios arqueológicos y su erudición encontraban una válvula de escape en revistas del ámbito provincial como Don Lope de Sosa.

Al Barón de Velasco se le ocurrió edificar una Capilla para acoger los restos mortales de sus padres. El proyecto original fue del maestro Giovanni, un marmolista italiano, y contó con la ayuda del arquitecto D. Antonio Flórez Urdapilleta. El emplazamiento que se eligió para este mausoleo fue el mismo que tenía la familia en la iglesia parroquial de San Juan de Arjona. El estilo en que fue concebida esta cripta era peculiar: estilo neobizantino en cuyo ábside se trazó un Pantócrator, rodeado por cuatro querubines, siendo grande la belleza de la composición. También trabajó en esta obra D. José Capuz Manzano (Valencia, 1884-Madrid, 1965) que esculpió en mármol de Carrara tres colosales estatuas alegóricas: la Fe, la Esperanza y la Caridad que protegían los nichos funerarios, bajorrelieves en ricos mármoles revisten las paredes. Las milicias del Frente Popular saquearon bárbaramente esta Capilla Enterramiento, dañando en gran parte la obra original.

El arquitecto D. Antonio Flórez Urdapilleta


Es en este panteón familiar en donde la fantasía delirante de muchos -que, por supuesto, se creen iniciados esotéricamente- quiere ver el paradero de la "lápida templaria" (la Mesa de Salomón), el Shem Shemaforash. El Barón de Velasco -aseveran algunos- formaba parte de una Logia Pontificia, la más arriba dicha "Los Doce Apóstoles". Nosotros quisiéramos saber qué narices es una "Logia Pontificia", pues sabemos que en el Vaticano hay masones infiltrados, pero que a la masonería le haya dado por ser "pontificia" es algo que no hemos encontrado en ninguno de los mejores monográficos sobre masonería que podemos encontrar en español. Además de un exceso de fantasía, este tipo de literatura que especula con presuntos y descabellados secretos misteriosos tendría que aportar algo más, estoy pensando en algo así como documentación histórica que pruebe la existencia de las sociedades secretas que se inventan, así como la pertenencia -por ejemplo, la del Barón de Velasco- a este tipo de organizaciones secretas. Cualquiera puede inventarse sociedades secretas en el pasado y meter en cualquiera de ellas a Leonardo Da Vinci, por ejemplo.

Suele pasar que muchos tontos siempre dan de comer a unos pocos listos. Queremos pensar que quienes se inventan estas fábulas no se las creen, pero... Cualquiera sabe. Ya dijo Chesterton que cuando se deja de creer en Dios se cree en cualquier cosa.

Una de las artísticas alegorías de las Virtudes Teologales, obra del valenciano José Capuz.



Manuel Fernández Espinosa

martes, 9 de octubre de 2012

LOS ICONOS Y LA VIRGEN DEL PERPETUO SOCORRO


LOS ICONOS: ARTE SACRAL


La tradición manda que los iconógrafos (los hacedores de iconos) invoquen, antes de ponerse a su tarea, al Divino Maestro Jesucristo con esta oración: "Tú, Divino Maestro de todos los existentes, ilumina y dirige el alma, el corazón y el espíritu de tu siervo, y conduce sus manos para que pueda representar, digna y perfectamente Tu Imagen, la de tu Santa Madre y la de todos los Santos, para mayor honra y gloria de tu Nombre".

Aunque no soy iconógrafo dirijo esta oración al Divino Maestro para que ilumine y dirija el alma, el corazón y el espíritu para escribir esta reflexión sobre un icono célebre para los fieles de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, pero me temo que muy poco conocido: el de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. 

El arte de los iconos no es simplemente una técnica artística: la realización de un icono no es una operación técnica que se reduzca al conocimiento de un arte o donde todo sea nada más que el mejor o peor resultado del talento y la inspiración de su artífice. El auténtico iconógrafo no es tampoco un artista que realice su obra en virtud de una inspiración propia y personal, plasmando en ella su presunta genialidad. Eso puede haber pasado en occidente... Ha pasado y por eso el arte occidental, después de la exaltación romántica del genio y, sobre todo, tras la imposición de las vanguardias artísticas del siglo XX, se ha degradado hasta su negación misma: hasta esa grotesca caricatura que, expresión de una depravación profunda, ha llegado a llamar "bellas" artes a lo más feo y sin arte que pueda haber: la espontaneidad y la transgresión. Lo horrible, manifestación sensible del mal, pretende pasar por "arte" en nuestros días. Y para ello dispone de muchos museos y galerías modernas.

El iconógrafo no es un artista ansioso por remarcar su personalidad en su obra. Tampoco es un fabricante de iconos que copie iconos y les dé color. El iconógrafo realiza su obra situándose en profunda meditación antes, durante y después de su obra. Y sigue concienzudamente una milenaria tradición sin apartarse de ella por esa vana presunción que tanto muestra el artista occidental para el que todo está desacralizado. Para la tradición de la iglesia oriental el icono es un "sacramental de la presencia": una representación real del mundo sacro y, por eso mismo, la contemplación detenida de un icono nos sume en un cierto estado de extrañeza: el fondo es plano, no se juega con las técnicas pictóricas que pueden producir una ilusión óptica que nos sugieran lejanías, los rasgos de las figuras son muchas veces desproporcionados, pareciendo defectuosos al gusto idealista, tanto como extra-mundanos para la sensibilidad más realista. 

¿Es que los "iconógrafos" no saben pintar? Es la pregunta que se hace el occidental ante los iconos. Pero en este caso, el ignorante -como casi siempre- es el occidental. El iconógrafo emplea la llamada "perspectiva invertida": es el icono el que nos mira a nosotros, siendo para nosotros a manera de una ventana abierta a un mundo ultraterrenal. Por eso mismo, el fondo de los iconos suele ser color de oro, simbolizando la luz gloriosa y sobrenatural.

A lo largo de la tradición a la Virgen María se la ha representado en los iconos como "Theotokos" (en latín "Deípara"), llamada "Madre de Dios" desde el Concilio de Éfeso del año 431, distinguiéndose tres tipos de icono mariano: 

-La "Hodigitria" (Virgen María que muestra el Camino).

-La "Eleusa" (Virgen María de la ternura).

-La "Strastnaia" (Virgen de la Pasión).

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, representación venerada en la Capilla de Jesús, María y José, actual Capilla del Sagrario de la Sacra Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción de Santa María de Torredonjimeno.


INTERPRETACIÓN DEL ICONO DEL PERPETUO SOCORRO

La Virgen del Perpetuo Socorro sintetiza las tres tipologías iconográficas más arriba enunciadas. El icono de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro nos ofrece una Virgen María que nos mira dulcemente (Eleusa), sosteniendo en sus brazos al Niño Jesús, al que le toma la mano con la suya, a la vez que en un dulcísimo gesto de su mano señala a Jesucristo como el Camino (Hodigitria). El Niño Jesús no mira a su Madre, sino que dirige sus ojos a San Gabriel que es, con San Miguel, uno de los dos arcángeles que portan los instrumentos de la Pasión: San Miguel lleva la Lanza y la Esponja y San Gabriel que le muestra la Cruz y los Clavos, siendo así una Virgen de Pasión (Strastnaia).

En el icono de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, por lo tanto, se ha condensado visualmente todo un tratado teológico. Todos los tratadistas del Perpetuo Socorro coinciden en decir que el detalle de la sandalia que se le desprende al Niño Jesús sugiere el movimiento de humano temor que, como Hombre Verdadero siente Dios Verdadero ante los recordatorios (Lanza, Esponja, Clavos y Cruz) que los Arcángeles le presentan de su Pasión y Muerte de Cruz. Sin nada que objetar a esa interpretación, nosotros pensamos no obstante que esa sandalia que cuelga del pie del Niño Jesús evoca las palabras de San Juan Bautista, cuando dice: "Ego baptizo in aqua, medius autem vestrum stetit, quem vos nescitis. Ipse est, qui post me venturus est, qui ante me factus est, cuius ego non sum dignus ut solvam eius corrigiam calceamenti" (Secundum Iohannem 1, 26-28) 

Esto es: "Yo bautizo en agua, pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis, que viene en pos de mí, a quien no soy digno de desatar la correa de la sandalia" (Juan 1, 26-28).

SUCINTA HISTORIA DEL ICONO DE NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

La piadosa tradición cuenta que este icono fue robado en Creta a finales del siglo XV por un mercader. Su ladrón, en el trance de la muerte, lo confió a un amigo romano, encomendándole que lo llevara a un templo para que se le rindiera culto. El romano quedó encargado de aquello, pero viendo su esposa el icono se prendó de él y no consintió que su marido lo sacara de la casa. Sin embargo, una serie de apariciones y amonestaciones de la misma Virgen a la hija de seis años de aquel matrimonio desobediente, revelaron la advocación bajo la que la Santísima Virgen quería ser venerada a través de ese icono suyo: "Santa María del Perpetuo Socorro"; y también indicó el lugar donde quería ser venerada: "Entre Santa María la Mayor y San Juan de Letrán, en una iglesia dedicada al apóstol San Mateo". El 27 de marzo de 1499 el icono fue colocado en la iglesia de San Mateo que estaba a cargo de los Agustinos. Son muchos los siglos que Santa María del Perpetuo Socorro lleva en Roma. Con la invasión napoleónica, la iglesia de San Mateo fue derribada por decreto del general Massena y los agustinos se llevan la imagen a Santa María in Posterula, donde la colocan y pasa desapercibida hasta que, en el año 1863, los Padres Redentoristas reparan en el icono y lo recuperan, con permiso de Su Santidad Pío IX; es el mismo Papa quien les da el mandato de darlo a conocer al mundo. Dado el estado de cierto deterioro que sufría la antigua imagen se le encarga al artista polaco Leopoldo Nowotny que la restaure. Una vez restaurada, por fin, trasladan la Sagrada Imagen a la Iglesia de San Alfonso María de Ligorio el 6 de abril de 1866. En 1867 fue coronada canónicamente y, con motivo de la coronación, el Capítulo Vaticano le ofrendó las coronas de oro y pedrería que el Niño y la Santa Madre de Dios llevan a día de hoy. La imagen del Perpetuo Socorro que hoy conocemos, después de tantos siglos, una restauración en el siglo XIX y la Coronación, no es la original, por lo tanto, sino que se ha visto modificada.

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, como todos los iconos de la Virgen Santísima, no llevaba corona ni pedrerías: estas se le añadieron en la Coronación Canónica. Lo que sí llevaba en su origen el icono de la Virgen era el "maphorion" (manto o velo) que tapa gran parte de la frente, en señal de nobleza. Y sobre el manto las tres estrellas con las que representa la iglesia oriental a la Madre de Dios en sus iconos y cuyo simbolismo es la Virginidad de María antes y después del parto.

Esta devoción se propagó pronto por el celo apostólico de los Padres Redentoristas. A España llegó la primera copia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en vísperas de la "Revolución de 1868". Un año antes, en 1867, se expuso en Huete (Cuenca) y allí realizó su primer milagro curando a un niño llamado Lucas que recuperó la vista milagrosamente. Es una advocación de poderosa intercesión y es a la vez un símbolo esperanzador de la reintegración de las iglesias ortodoxas a la Santa Madre Iglesia Católica.

Manuel Fernández Espinosa, 
Licenciado en Filosofía y Letras 
y Diplomado en Ciencias Religiosas.


Invitamos a escuchar este precioso cántico ortodoxo de la gran artista serbia Divna Ljubojevic: "Agni Partene" (Oh, Virgen Pura).

lunes, 8 de octubre de 2012

LOS ORÍGENES DE LA ESPAÑA CRISTIANA




Dedicado con filial gratitud al P. Fray Alejandro Recio Veganzones (O.F.M.).

LA IMPLANTACIÓN DEL CRISTIANISMO EN LA HISPANIA ROMANA

En las últimas décadas del siglo XX se ha producido en España una siniestra tergiversación del sentido auténtico que tiene la devoción a la Virgen María. En Jaén, de la mano del novelista e hierofante Juan Eslava Galán, se ha pretendido vincular la veneración a la Santísima Virgen María con cultos de raigambre pagana, recurriendo a doctrinas esotéricas y heterodoxas que confunden a la Virgen María con antiguas divinizaciones femeninas y matriarcales: Gea, Dea Mater, Dea Celestis, Isis... La diosa blanca de Robert Graves, El secreto de las catedrales de Fulcanelli, El Misterio Gótico y Los templarios están entre nosotros de Gérard de Sède –así como otros presuntos ensayos históricos y esotéricos- pueden aducirse como antecedentes bibliográficos de esta tendencia que se abre paso para extraviar a los cristianos. Se desfigura así la verdadera identidad de María Santísima al equivocarla con diosas paganas que recibieron culto en tiempos pre-cristianos, con la aviesa intención de desposeer de su auténtico significado la verdadera devoción a María.

D. José Orlandis en su Historia de la Iglesia nos lo dice con meridiana claridad: “Las regiones más cristianizadas parecen ser aquellas donde la romanización era también más intensa: las provincias de la Bética y la Tarraconense, es decir, Andalucía y la costa mediterránea.” Es lógico pensar que la evangelización de Hispania franqueara con más facilidad las comunidades más romanizadas que por razones comerciales o políticas tuvieran un mayor trasiego de extranjeros. José María Blázquez señala que: “La penetración del cristianismo en Hispania sigue, por consiguiente, las grandes vías comerciales y los mismos caminos que el avance de la romanización, con la que coincide en que sus portadores fueron los mismos en ambos casos: ejércitos y mercaderes”. Además de todo esto, tengamos en cuenta la existencia de comunidades judías asentadas en Hispania desde tiempo remoto, ellas pudieron ser receptoras del evangelio, aceptándolo o rechazándolo según los casos.

Dos grandes relatos se proponen como respuesta a la pregunta por la cristianización en España: 1.) El relato legendario de los Siete Varones Apostólicos y 2.) Lo que la Historia, auxiliada por la arqueología, la paleografía y otras herramientas, nos puede decir sobre la propagación del evangelio en Hispania y la erección de las primitivas cristiandades.





San Eufrasio

LA LEYENDA DE LOS SIETE VARONES APOSTÓLICOS

La historiografía más escrupulosa y crítica descarta la existencia de los Siete Varones Apostólicos, relegándola a un mítico relato inventado en los tiempos en que el cristianismo visigodo, ante la necesidad de vincularse a Roma, hace surgir esta piadosa leyenda conocida como la de los Siete Varones Apostólicos. Pero, independientemente de lo que la historiografía crítica haya rechazado de esta leyenda, veamos lo que la misma nos revela.

Podemos suponer que, tal y como se dice en los Hechos de los Apóstoles, tras la muerte del protomártir Esteban, los cristianos de Tierra Santa huyen de la persecución que se inicia contra ellos. Era comúnmente aceptado por los historiadores eclesiásticos de España en los siglos XVI y XVII que muchos de esos judíos que habían abrazado el cristianismo llegaron, en su huida de Tierra Santa, a Hispania.

La leyenda de los Siete Varones Apostólicos sostiene que dos hispanos -Eufrasio (nombre que etimológicamente significa “el que habla bien”) e Indalecio (que significa “fuerza”)- son enviados a Jerusalén, para recoger, treinta y tantos años después, información de lo que en los Santos Lugares ha sucedido: la Redención por la inmolación en la cruz de Jesucristo y su Resurrección. Allí, en Jerusalén, Eufrasio e Indalecio consiguen hablar con San Pedro y con la Virgen María y, una vez convertidos al cristianismo, solicitan del Príncipe de los Apóstoles que éste designe a Santiago el Mayor como apóstol de Hispania. En el año 37 Eufrasio, Indalecio y Santiago el Mayor embarcan en el puerto de Jaffa y desembarcan en Almería. A lo largo de cuatro años el Apóstol Santiago, en compañía de Eufrasio, recorre la Bética y el resto de la península, recibiendo a orillas del Ebro la visita de la Virgen María –que todavía vivía vida terrenal- para confortarlo, con lo que tiene su principio la tan arraigada devoción de Zaragoza a la Virgen del Pilar.

En el año 41 Santiago el Mayor con Eufrasio y los seis varones apostólicos (Indalecio, Torcuato, Tesifonte, Hesiquio, Cecilio y Segundo) abandonan Hispania y parten a Jerusalén. En el año 42 Santiago el Mayor con su hermano Juan y la Virgen María marchan de Jerusalén a Éfeso. Allí, Juan y la Virgen María se instalan. Eufrasio va con ellos, siempre a la vera de su Maestro Santiago. El 25 de mayo del año 42, según la leyenda, Eufrasio se halla en la decapitación de Santiago por Herodes Agripa, que lo manda degollar después de capturar al Apóstol en una visita de éste a Jerusalén.

Cuenta la tradición que, por orden de María Santísima, Eufrasio da sepultura al cuerpo glorioso de Santiago en el Monte Calvario, muy cerca del Santo Sepulcro. Pero el 18 de julio de ese mismo año exhuman el cuerpo del mártir y Eufrasio, en compañía de los otros seis, embarcan trayendo las reliquias a España. El viaje dura siete días. El 25 de julio –festividad de Santiago Apóstol- llegan a Hispania. Los Siete Varones Apostólicos arriban a Iria Flavia, y en lo que luego se llamará Compostela dan sepultura a Santiago. La Reina Lupa, una señora pagana, se convierte al ver los prodigios que obra aquella gloriosa reliquia. Cuando se inician las persecuciones contra los cristianos en Hispania, el sepulcro de Santiago es ocultado bajo escombros y cascotes, hasta que 759 años después, en tiempos de Alfonso el Casto y tras una serie de fenómenos sobrenaturales, se descubre la tumba del Apóstol y se le llama a ese lugar Campo de la Estrella, Compostela.

Los Siete Varones Apostólicos se habían derramado por la península, tras cumplir su cometido de dar sepultura al cuerpo del apóstol y mártir glorioso Señor Santiago. El 18 de enero del año 44, Pedro llega a Roma y establece allí su Sede y Cátedra Pontificia. Los Siete Varones Apostólicos, enterados de la buena nueva, emprenden romería –peregrinación a la Ciudad Eterna- para lograr de San Pedro Apóstol la consagración episcopal. Allí, según una tradición, Eufrasio recibe de la Verónica el lienzo sacratísimo en que se impregnó el Santo Rostro de Jesucristo cuando esta misma mujer fue a enjuagarle la faz sanguinolenta al Señor que iba cargado con la cruz. Eufrasio, una vez que retorna a la península ibérica, deposita el Santo Rostro en Iliturgi.

En el año 50 –según la leyenda- San Pedro Apóstol llega a España, desembarcando en la costa malagueña. Trae San Pedro consigo una serie de sacras imágenes de María Santísima (son muchas, según la tradición: todas las que se atribuyen a la mano de San Lucas.) A Eufrasio se le otorga por parte de San Pedro Apóstol un obsequio magnífico: una talla de María Santísima que luego será venerada bajo la advocación de Virgen de la Cabeza.

Eufrasio pasa catorce años al frente del episcopado de Iliturgi, poniendo los cimientos de la devoción que los indígenas sentirán por la Virgen de la Cabeza. Un juez delegado de Nerón inicia una persecución en Hispania. Captura a Cecilio, Hesiquio y Tesifonte en Granada y los romanos les dan muerte martirial quemándolos en una hoguera. Eufrasio escapa del martirio en esa ocasión, pero el 14 de enero del año 58 es capturado y muere decapitado en la misma Iliturgi, sede episcopal a la que dedicó más de catorce años.

La leyenda de los Siete Varones Apóstolicos es una piadosa relación que trata de presentarnos los primeros pasos del cristianismo en Hispania. Los Siete Varones Apostólicos son celebrados por la Iglesia en su festividad que es el 15 de mayo del calendario litúrgico, día y mes en que se supone que entraron a España para acometer la gran empresa de la primera cristianización de la península ibérica.

Una vez presentada esta leyenda es obligado que ni siquiera refiramos que la misma ha sido crudamente criticada, puesta en tela de juicio, equiparándola con un relato mítico, por lo que no podría aspirar –en las entendederas de sus detractores- a ser otra cosa que una piadosa leyenda hagiográfica invalidada por la crítica histórica en la práctica totalidad de sus elementos.

Sin embargo, el testimonio de San Gregorio VII sostiene, en carta a Alfonso VI, que los Siete Varones Apostólicos, como discípulos de Santiago, fueron enviados a Hispania. Indalecio predicó en Urci, Tesifonte en Vergi, en Carcesa lo hizo Hesiquio y Segundo en Abula. Ciudades de difícil localización, aunque en el caso de Eufrasio está muy claro que su apostolado lo realizó en Iliturgi, antiguo enclave poblacional de cierta consideración que por lo común se identifica con Andújar, aunque existen muchas razones arqueológicas para situarla más bien en las inmediaciones de la actual Mengíbar.


LA HIPÓTESIS AFRICANISTA DEL ORIGEN DEL CRISTIANISMO HISPANO

Desde los albores de la crítica –y sobre todo desde la Ilustración del siglo XVIII- se ha llevado a cabo una auténtica demolición de todo lo recibido como tradición. La Leyenda de los Siete Varones Apostólicos fue sometida a un severo examen y hoy son muy pocos los que conceden veracidad al relato fundacional del cristianismo hispano remontando a San Eufrasio y los seis varones apostólicos los orígenes de nuestra evangelización.

Se ha considerado que todo lo que gira alrededor de los Siete Varones Apostólicos no es más que una fábula benévola que, para historiadores como D. José María Blázquez, es fruto de la necesidad apologética que precisarán las iglesias hispanas, cuando tengan que buscar vínculos con Roma; será así como se invente todo un pasado apostólico que no se sostiene con datos históricos. Para estos autores modernos, el cristianismo en España encuentra su explicación en las continuas y fecundas relaciones que la península mantuvo con el norte de África. Es lo que llamaré la “hipótesis africanista”.

Basados en un escrupuloso estudio de las fuentes, fijando su autenticidad, los historiadores modernos han determinado que la primera y fidedigna fuente escrita que da fe de la existencia de cristiandades en Hispania data del año 254, levantándose acta en la Carta 65 de San Cipriano de Cartago. Existe una mención anterior, pero ésta se ha puesto en tela de juicio: es la que se atribuye a Tertuliano, que allá por el año 200 decía: “todos los ámbitos de las Hispanias… en todos esos lugares reina el nombre de Cristo, que ya ha venido”. Tampoco parece que para estos investigadores sea suficientemente fiable las menciones que hiciera San Ireneo en el año 180 sobre la existencia de iberos evangelizados, pues se teme que San Ireneo no fuese de Lyon de Francia, y estuviera refiriéndose más que a los iberos de aquende, a los iberos de Asia Menor.

Los modernos han estimado que son muchas las razones que apuntan a la vinculación primitiva de las cristiandades hispanas con las de la cornisa mediterránea de África. Por el norte de África cundió muy pronto el cristianismo, propagándose imparablemente. Las actas martiriales más antiguas que se conservan son las de los mártires de Scillis que entregaron su vida por Cristo en el año 180.

Entre las razones que se acostumbran señalar, como indicadores de la dependencia del cristianismo hispano del africano, son muy interesantes las que subrayan el rigorismo de muchos de los cánones del Concilio de Elvira (Granada), celebrado alrededor del año 300, que lo aproxima al cristianismo de cuño norte-africano. De las 37 sedes hispanas que comparecen al Concilio de Elvira, 28 iglesias representadas en el Concilio pueden ser localizadas en territorio hoy andaluz y de las 28, 6 son las que pueden ubicarse sobre el territorio que ocupa actualmente la provincia de Jaén. En dicho Concilio de Elvira encontramos la primera mención del obispo Camerino y el presbítero Leo, de Tucci (Martos), que en la ocasión referida comparecieron. La existencia de comunidades hispano-cristianas regidas por presbíteros es otro rasgo en común que muestran las primitivas cristiandades hispanas con las africanas, sin que se encuentre parangón en otras comunidades paleo-cristinas de Occidente.

Otra razón muy poderosa que aducen los autores modernos a este respecto es el origen africano de la arcaica liturgia hispana, así como la abundante presencia de términos latinos que eran de uso común en la organización eclesial de las cristiandades africanas y que comparten las hispanas: así “fraternitas” significando “comunidad de fieles” o “statio” como ayuno, muchas de ellas extraídas del argot militar, lo que como se verá más abajo no tiene que sernos extraño. Para una de las autoridades en esta materia, D. José María Blázquez, el cristianismo que se implanta en Hispania lo hace de la mano de los legionarios y de los mercaderes, procedentes de las comunidades cristícolas del norte de África. La cantidad de documentos epigráficos y arqueológicos así parece ponerlo de manifiesto.

Tenemos una imagen muy pobre de la antigüedad; muchos piensan que por falta de transportes rápidos y seguros, el hombre apenas viajaba en aquellas edades. Incluso hay profesores universitarios, de cuyo nombre no queremos acordarnos, que negaban la posibilidad de la venida del apóstol Santiago a España alegando la falta de transportes. En cambio, si bien es cierto que muchas personas podían permanecer desde su nacimiento hasta su muerte en el lugar de origen, ciertos grupos humanos por deberes profesionales y laborales se veían obligados a viajar. Los soldados forman uno de esos grupos abocados a la vida viajera en la antigüedad.

Harnack había señalado que muchos militares del norte de África abrazaron en fecha temprana el cristianismo; se sabe que el padre del mismo Tertuliano, más arriba referido, era un alto cargo militar. M. Díaz y Díaz, profundo conocedor de la arqueología paleocristiana, piensa que la evangelización de Hispania encuentra la clave de su arraigo originario en la Legio VII Gemina. Formada por legionarios reclutados entre los pobladores de las actuales León y Astorga, se sabe que estos soldados fueron movilizados en varias épocas para combatir en el norte de África, conocida como la Tingitania (aproximadamente la actual Argelia). Son muchas las cohortes que se documentan en esa zona gracias a documentos epigráficos varios: la cohors I fida vardulorum, la I augusta bracarorum, la I flavia hispanorum, la II hispanorum y la lusitanorum. Tertuliano menciona que en Lambaesis, norte de África, había echado raíces el cristianismo, y en la misma Lambaesis nos encontramos testimonios que confirman la presencia de la Legio VII Gemina. Es muy verosímil que algunos legionarios de la Legio VII Gemina, destacados en África, contactaran con las primeras comunidades cristianas y, una vez convertidos al cristianismo allí, pudieron haber traído la fe de Cristo consigo, a su retorno a lo que hoy es León (que recibe su nombre precisamente de la Legio VII) y Astorga.

No faltan testimonios que avalen esta hipótesis. Entre los primeros mártires hispanos van a ser abundantes los casos de legionarios. En el martirio de San Fructuoso, Obispo de Tarragona, y los diáconos Augurio y Eulogio (año 259) aparece mención de soldados cristianos que profesaban la fe cristiana. Un mártir hispano como San Marcelo era centurión de la Legio VII Gemina, los soldados y mártires Emeterio y Celedonio pertenecían a la misma legión.

El otro grupo que colaborará mucho a la difusión del cristianismo en Hispania será el constituido por los mercaderes que, procedentes de las comunidades del norte africano, vendrán a hacer sus negocios a Hispania y, no sólo trajeron sus géneros mercantiles, sino que también trajeron consigo el cristianismo. San Cucufato era “africano, nacido de padres nobles y cristianos de Scillis” y de San Félix se dice que vivía y hacía su apostolado en Hispania “simulando dedicarse al negocio comercial”, también San Félix era oriundo de Scillis. Será pertinente recordar que Scillis es aquella ciudad africana de la que proceden las actas de martirio más antiguas de toda la Cristiandad.

Se sabe que Santas Justa y Rufina, de las que nos ocuparemos más exhaustivamente en otra ocasión, también eran comerciantes que vendían cerámica. En efecto, nos parece muy plausible la hipótesis que remite el origen del cristianismo a la milicia y a los mercaderes provenientes de África que bien comercializaban con Hispania o bien venían a instalarse en la península ibérica.

El origen africano de nuestras primeras iglesias peninsulares puede corroborarse también al pie del rico caudal arqueológico que va descubriéndose. Como señala D. José María Blázquez: “Podemos aducir otras pruebas arqueológicas que confirman el influjo del cristianismo africano sobre el hispano, como las plantas de las basílicas, los mosaicos sepulcrales, las pilas bautismales, las cerámicas estampadas y las mesas de altar”. Aunque no valdría añadir a ese elenco de objetos arqueológicos los famosos sepulcros paleocristianos, como el hallado en Martos (Tucci), dado que estos sepulcros proceden de Roma y fueron traídos por mar, siendo transportados fluvialmente en dirección al nacimiento del río Betis y desembarcados en un punto impreciso del río desde el cual eran distribuidos, transportándolos hasta las ciudades destinatarias. Es cierto, no obstante, que si no el sepulcro paleocristiano marteño, bien es verdad que otros sepulcros de la época, aparecidos en la antigua Bética, se atribuyen a talleres indígenas ubicados antiguamente en Écija, Córdoba y Alcaudete.

El mismo Blázquez indica que: “Desde el punto de vista social, la cristianización comenzó en Hispania por las clases altas. La sociedad hispana, tanto en el siglo IV como en el siguiente, era pagana casi en su totalidad. En grandes zonas de la Península no se advierte la menor huella de la existencia de cristianos”.



Santas Justa y Rufina, Märtires

CONCLUSIÓN

Sin descartar la venerable y remota tradición de los Siete Varones Apostólicos, por mucho que la fantasía de los escritores que la aceptan pudiera haber introducido elementos espurios inaceptables como históricos, podemos concluir que el cristianismo se implantó en la Bética en los primeros siglos de nuestra Era. Con mucha probabilidad los legionarios que azotaron y crucificaron a Jesús fueron de origen bético, pues si una leyenda afirma que Poncio Pilato era nativo de Tarraco (actual Tarragona), algo más que una leyenda –documentos arqueológicos indubitables- nos indican que muchos de los soldados que formaban las legiones destacadas en Jerusalén eran de origen hispano. Por ejemplo, el famoso Longino. P. Cnaeus Pompeius Homullus Aelius Gracilis Cassianus Longinus se apellidaba “Hispanus”, que estuvo en la Legio II Augusta, destacada en Bretaña. Longinus estuvo empleado en menesteres militares, y más tarde pasó a la Legio X Fretensis en Judea, siendo tribuno de las Cohortes III vigilum, X urbana y V praetoria, condecorado dos veces como centurión con collares, faleras, brazaletes y corona dorada en la guerra germánica del 83; fue centurión del pretorio en tiempos de Domiciano, procurador de las provincias Lugdunensis y Aquitania en Britania y murió en Roma.



Manuel Fernández Espinosa

jueves, 4 de octubre de 2012

FRAY ALEJANDRO RECIO VEGANZONES


NUNCA TE OLVIDAREMOS

Hoy, 4 de octubre, es fiesta de San Francisco de Asís. A los grandes santos siempre parece que no se les puede conocer... Vivieron en tiempos remotos, parecen muy lejos de nosotros, como si nunca pudiéramos hacer otra cosa que leer sus vidas y milagros y lamentarnos de no poderlos conocer personalmente, tratarlos, comernos con ellos el pan, conversar con ellos, pasear con ellos... Sin embargo, eso no es así. A los grandes santos, a los grandes fundadores como a Nuestro Seráfico Padre San Francisco de Asís los podemos conocer en sus hijos, cuando sus hijos son dignos del Padre Fundador. A nosotros no nos compete decir quién es y quién no es santo... Doctores tiene la Santa Madre Iglesia, pero lo que sí sabemos es que conocimos a un franciscano, a un verdadero hijo de San Francisco de Asís y que, a través de él, nos iluminó la lumbre de amor y sabiduría que encendió el santo italiano allá en la Edad Media y que, atravesando los siglos, todavía alumbra y vivifica.

Era una mañana de hace muchos años. Buscábamos un manuscrito inédito del siglo XVIII y tuvimos la feliz idea de pasarnos por el Colegio de San Antonio de Padua de Martos; pensábamos que, al haber allí franciscanos, alguno de ellos nos podría orientar, puesto que el manuscrito que buscábamos lo había escrito un franciscano de Torredonjimeno del siglo XVIII. El hermano portero, fray José María, hermano lego de la comunidad nos abrió la puerta y nos preguntó lo que queríamos. A su demanda le comentamos que queríamos hablar con el profesor de Historia del Colegio. Nos dijo sencillamente: "Síganme...". Nos hizo pasar por el patio de recreo y nos llevó a lo que parecía un gimnasio. Abrirse las puertas y creer que uno estaba soñando fue lo mismo: aquello que pensamos que era un gimnasio no era tal... Era un museo arqueológico donde se custodiaban en sus vitrinas esculturas, monedas, falcatas, urnas cinerarias, vestigios de un esplendoroso pasado. Entramos admirándonos de todo aquello, pero sin poder detenernos, el hermano Jose María iba a paso ligero y nos urgía: "Síganme...". Y allí, en un gabinete de aquel museo tan discreto estaba sentado a su mesa de escritorio fray Alejandro Recio Veganzones. Nos miró por encima de las gafas que a horcajadas tenía en la punta de su diminuta nariz. Era un anciano venerable, con una Cruz Tau en la solapa de su chaqueta.

Así, más o menos, fue como conocimos a Fray Alejandro Recio Veganzones, O.F.M. y a partir de ese día supimos que habíamos encontrado a un maestro. Su aliento nos impulsó siempre adelante... Nuestro maestro, nuestro cura del alma, nuestro amigo del corazón murió el mes de octubre del año 2005. Y, desde el cielo, sabemos que podemos contar con su intercesión, pues como él decía... "No era otra cosa que Otro Fraile Más" (O. F. M.: Ordo Fratrum Minorum).