jueves, 24 de noviembre de 2016

CIEN AÑOS DE SAN JOSÉ DE LA MONTAÑA EN TORREDONJIMENO

La Puerta de Jaén, con la torre campanario de la iglesia de San José de la Montaña de Madres de Desamparados



NOTAS PARA UN CENTENARIO RELIGIOSO LOCAL

Manuel Fernández Espinosa


Allá por 1883, mientras se construía el Asilo de San José para huérfanas en Ronda, la Beata Madre Petra de San José que estaba allí recibió una carta de Andújar que le proponía que su congregación se encargara de un asilo. Cuando Madre Petra pudo acudir, con todos los trabajos apostólicos que llevaba adelante, lo hizo y la congregación terminó instalándose en el antiguo convento de San Juan de Dios. Se inauguró la vida de esta congregación en Andújar el 31 de enero de 1885. Las Madres de Desemparados con sede en Andújar vinieron a Martos a finales de 1886 y aquí entablaron relación con Doña Dolores Escovedo y Callejón, Marquesa de Blanco-Hermoso. Esta tan piadosa señora invitó a Madre Petra a abrir nuevo asilo para ancianos desemparados en su propia casa (antigua calle Triana, nº 2, de Martos; hoy calle Dolores Escovedo); se inauguró en Martos ese asilo el 4 de noviembre de 1887 y una Madre Fundadora y una Marquesa lo inauguraron lavando los pies de los ancianos y se cuenta que los pobres marteños se decían entre sí: "Casi ná... Una madre fundadora y una marquesa". Se da el curioso caso de que, según tradiciones familiares de los Escovedo, la Marquesa había escuchado a sus mayores decir que el predicador y taumaturgo capuchino, Beato Fray Diego José de Cádiz, habiendo estado en esa misma casa allá por la segunda mitad del siglo XVIII le había dicho a sus moradores, ancestros de la Marquesa, que "Algún día esta casa pertenecerá a una Congregación religiosa que todavía no está fundada".

A Torredonjimeno llegan un poco más tarde y lo hacen de la mano de la virtuosa señora Doña Amparo Padilla Gómez (descendiente coletaral del famoso General Gómez). Amparo Padilla (que hasta hace poco tenía dedicada la calle La Muela a su nombre) nació en Torredonjimeno en 1877y murió bastante joven en Madrid el año 1906 a los 29 años. Como señora de espléndido patrimonio y honda fe religiosa dejó mandado en su testamento muchas donaciones a la Iglesia: sus joyas fueron por expreso deseo suyo empleadas para hacer el precioso Corazón de la Virgen de los Dolores, poniéndolo por obra sus herederos D. José María Gallo y Begué, su viudo, y D. Francisco Padilla, su abuelo. En el testamento de Doña Amparo también se mandaba que se edificara un hospital para enfermos pobres o un asilo para ancianos desamparados.

Para realizar la última voluntad de Doña Amparo se constituyó una Junta de Patronato, compuesta por León Martínez Poyatos, Juan Pardo Navarro, Antonio Sánchez de Alcázar Ruiz y Francisco Font Navas.    


Aspecto parcial de la iglesia y parte de la entrada al colegio y residencia de ancianos

El día 7 de enero de 1917 la Reverenda Madre Trinidad, con la ayuda de la Rvda. Madre Clara, Vicaria General de la Congregación, fundaban nuestro asilo dándole el nombre de Nuestra Señora de los Desamparados. En los primeros años de esta institución se atendía a 60 ancianos, mujeres y hombres, pobres de solemnidad. Otra señora de Torredonjimeno, Doña Maria de Santamaría y Garbea impulsó, en paralelo, una escuela para niños y niñas, regida por las mismas hijas de Madre Petra que ya cuidaban a los ancianos: se empezaba de este modo el que hoy es nuestro Colegio de San José de la Montaña. 

Más tarde, D. Manuel Gutiérrez Ortega que sería alcalde de Torredonjimeno, durante la Dictadura del General Primo de Rivera (1924-1930) vino a sufragar con su propio dinero la construcción de la Iglesia-Capilla de San José de la Montaña, que se inauguraría el 30 de diciembre de 1930. Según Alfredo Ureña Uceda, la concepción arquitectónica que se plasmó es de un "eclecticismo entendido en sentido estricto como reinterpretación y combinación de estilos arquitectónicos historicistas, como son el neogótico, el neomudéjar y el neobarroco". El neomudéjar quedaría patente en la fachada y torre campanario, con ladrillo visto y cerámica vidriada; el neobarroco se mostraría en la cúpula que evoca la arquitectura barroca levantina y el neogótico en la estructuración interna del templo.

No queremos tampoco dejar de hacer constar que el generoso alcalde que con su dinero erigió la iglesia fue fusilado por los milicianos del Frente Popular en Mancha Real, canjeándose él mismo y voluntariamente por un compañero de prisión, padre de familia numerosa, que daba la coincidencia de tener el mismo nombre y apellidos que nuestro viejo alcalde; como San Maximiliano Kolbe haría años más tarde en un campo de concentración.

Por último, no quiero terminar estas notas sin señalar uno de los cabos sueltos que está por investigar. Cuando hace 17 años publicamos a título póstumo parte de las memorias de D. Juan Montijano Chica, leímos (y publicamos; hasta ese entonces estaba inédito) unos renglones que siempre nos han dejado con más ganas de saber sobre el particular. D. Juan Montijano había sido nombrado Capellán del Asilo de San José de la Montaña por el Obispo, desempeñando este ministerio desde el 1º de Enero de 1922 al 10 de Enero de 1925, su trato con la institución le posibilitó ser confesor de una joven que había sido trasladada al convento de San José de la Montaña. Nos lo cuenta D. Juan Montijano con estas palabras:

"Me cogió de lleno, durante casi dos años y medio, la estancia en el Asilo de una joven, Eudosia Pérez, natural de un pueblo de Burgos, que fue enviada al Asilo, por la Reverendísima Madre General, que conocía los fenómenos místicos de aquella joven extraordinaria, a la que yo dirigí durante mi estancia en el Asilo y, posteriormente, por medio de cartas.

Hago una pausa en este asunto porque los fenómenos místicos y virtudes heroicas de aquella joven, que después fue Religiosa de la misma Institución, fueron tan extraordinarios, y fui testigo de muchos de ellos, que me inclino a no decir nada de ello en este escrito sino escribirlo en documento aparte que tengo propósito de hacer".

No sabemos si D. Juan Montijano pudo escribir aquella relación que aquí expresa tener intención de hacer y con la que pudiera haber arrojado más luz sobre este asunto, testimoniando más al pormenor lo que en sus memorias apuntaba; si lo escribió, tampoco sabemos el paradero de ese documento, dada la dispersión de los papeles de D. Juan. Sí que sabemos, por tradición oral que nos transmitió el mismo D. Juan Montijano en persona, que esa mística burgalesa que vivió en la congregación tosiriana vino a vaticinar, al igual que Beato Diego José de Cádiz hiciera en Martos, que en un futuro, cierto día en que el pueblo estaría de fiesta y se oirían los cohetes estallar, vendrían al pueblo unas monjas cuya institución religiosa no estaba todavía fundada. Y, en efecto, el 26 de septiembre de 1987, Festividad de los Santos Patronos Cosme y Damián, las Reverendas Misioneras del Padre Nuestro recibían de manos de las  Religiosas Felipenses (que hasta el día lo habían regido) la Fundación Benéfico-Docente de Nuestra Señora del Pilar para atender niños, fundada por Doña María Gloria Gallo Fuentes en la calle Parras Bajas. La Obra de las Reverendas Misioneras del Padre Nuestro se había constituido el día de San Lucas de 1975 en Córdoba, fundada por Luisa de la Vega Llorente, María del Carmen Almagro Recio y María de la Piedad Sepúlveda Sáiz y el Excmo. y Rvdmo. Sr. Dr. D. José Antonio Infantes Florido, Obispo de Córdoba, les concedió el reconocimiento y aprobación de la Autoridad Eclesiástica el 18 de Octubre de 1981

El día que llegaron las Misioneras del Padre Nuestro era fiesta en Torredonjimeno: San Cosme y San Damián: que cada cual piense lo que quiera, pero eso es lo más parecido a lo que reveló la Madre Eudosia Pérez décadas y décadas antes, según testimonio de D. Juan Montijano.    


D. Manuel Gutiérrez Ortega, alcalde de Torredonjimeno, martirizado en Mancha Real en 1936
El próximo 16 de diciembre de 2017, la comunidad de Madres de la Residencia de Nuestra Señora de los Desamparados y del Colegio San José de la Montaña celebrarán con una Eucaristía estos cien años intensos de servicio a Dios y a la comunidad. Presidirá, Dios mediante, la Santa Misa de acción de gracias el Monseñor Amadeo Rodríguez, Obispo de Jaén.

Nosotros modestamente hemos querido reconocerles y agradecerles todo lo que en estos años han hecho por Torredonjimeno.



BIBLIOGRAFÍA:

Llácer de San José, María Virginia y Martín de San José, Blandina, "Sobre la piedra. Breve biografía de la Madre Petra de San José Pérez Florido. Fundadora de la Congregación de Madres de Desamparados y San José de la Montaña", Valencia, 2001.

Martínez Rojas, Francisco Juan, "Aproximación a la Historia de la Iglesia en Jaén", Obispado de Jaén, Jaén, 1999.

Revista DON LOPE DE SOSA, número del año 1918.

Ureña Uceda, Alfredo, "Patrimonio Arquitectónico y urbanismo en Torredonjimeno: desde los inicios de la Edad Moderna hasta la actualidad", Instituto de Estudios Giennenses, Diputación Provincial de Jaén, Jaén, 2008.

Gómez López, Luis y Fernández Espinosa, Manuel, "La Victoria. Revista de la Parroquia de Santa María", número 14, 1998.

Gómez López, Luis y Fernández Espinosa, Manuel, "La Victoria. Revista de la Parroquia de Santa María", número 15, 1998.

Montijano Chica, Juan, "Recuerdos de mi vida (1899-1925)", publicada en la Revista ÓRDAGO, número 4, Enero del año 2000. 

viernes, 11 de noviembre de 2016

EL FRAILE DE JÓDAR QUE FUE LA PESADILLA DE ERASMO DE RÓTERDAM


Erasmo de Róterdam


UNA AGRIA Y FEBRISCENTE POLÉMICA ENTRE HUMANISTAS


En su cumpleaños, a mi amiga Doña Pilar Badiola Aldarondo



Erasmo de Róterdam (1466-1536) ha pasado a la historia europea como poco menos que un adalid de la tolerancia y el buen sentido, sin embargo su actitud humana (y la de sus secuaces) dejaba mucho que desear por mucho que sea uno de los humanistas más sobresalientes de su época.

En España existió un movimiento erasmista, como puso de manifiesto el libro "Érasme et l'Espagne" de Marcel Bataillon (1937), pero si bien hubo erasmistas y hasta se alega como timbre de gloria, menos se sabe que también hubo una fuerte oposición al erasmismo y, en lo que concierne para nosotros los de Jaén, el timbre de gloria es que si hubo alguien que sacaba de quicio a Erasmo fue un paisano nuestro, el galduriense Fray Luis de Carvajal. Menéndez y Pelayo equivocó su naturaleza, llevado de la nombradía que la rama Carvajal adquirió en Extremadura: "Aunque Fray Luis de Carvajal se llama a sí mismo bético, su apellido induce a creer que era extremeño más bien que andaluz" -escribió D. Marcelino y con ello cometió uno de sus pocos errores.

Según Nicolás Antonio, aunque era heredero legítimo de los Marqueses de Carvajal Ossorio que tenían su señorío en Jódar, Fray Luis de Carvajal renunció a su patrimonio y se vistió con la piel seráfica de los hijos de San Francisco de Asís, conservando del esplendor de su linaje tan solo el escudo heráldico que ponía al frente de todos sus libros. Nació nuestro humanista en Jódar el año 1500 aproximadamente y se formó en las universidades de Salamanca y Alcalá de Henares, aquí estudió en el Colegio de San Pedro y San Pablo, fundado por el mismo Cisneros, y remató sus estudios en la Universidad de París, obteniendo el grado de Maestro para con él retornar a Salamanca allá por 1528.

Erasmo que vivía en un país muy distinto de la España reformada por Cisneros, atropellaba el honor de los frailes con sus dicterios, vilipendiando la corruptela de costumbres que podía afectar, bien es verdad, a los malos frailes que Erasmo estaba acostumbrado a ver en su país, pero en España eso sobraba: la ignorancia y los vicios habían sido erradicados con mano firme por la eficaz intervención reformadora de Cisneros y de sus continuadores. En 1528, Fray Luis de Carvajal, no soportando por más tiempo las injurias erasmistas a su orden religiosa reaccionó y lo hizo con su libro "Apologia monasticae religionis diluens nugas Erasmi", con él impugna los topicazos con que Erasmo vapuleaba a los frailes y que se convertirían en clichés anticlericales de todos los tiempos: que la vida religiosa era una falsa piadad, que eran incultos y glotones y que, para mayor morbo, pecaban de lujuriosos contra el voto de castidad que se habían comprometido a mantener.

La "Apolologia monasticae..." provocó en Erasmo una reacción inmediata: que un oscuro fraile de Jódar osara enmendarle la plana a él que se tenía como faro del humanismo europeo no tuvo que sentarle nada bien al de Róterdam y bien puede verse en los calificativos que le endosa a nuestro paisano: Frívolo, petulante, histrión, sobornado, juglar, bufón, estulto, deshonra de su Orden, Cacalalum, insolente..., aunque el nombre que le da y que más repite Erasmo contra Carvajal es el de "Pantalabus"; éste término peyorativo que le atribuye Erasmo a nuestro galduriense hay que ir a buscarlo en las sátiras del poeta latino Horacio que, con ese nombre, se refería a un parásito pedigüeño; probablemente Erasmo aludiera con ello a que el libro de Fray Luis de Carvajal había sido publicado, como era costumbre de la época, a expensas de un patrón que, en el caso de la "Apologia monasticae...", fue D. Lorenzo Suárez de Figueroa, Marqués de Priego. Erasmo no sólo realizó una réplica para defenderse y contraatacar al fraile giennense con un libelo titulado "Responsio adversus febricitantis cujusdam libellum" (lo de "febricitantis" era un chiste erasmista a costa de que fray Luis de Carvajal había admitido en su apología que la había escrito con fiebre por estar convalenciente), sino que plagó las cartas a sus amigos de toda Europa con furiosos anatemas contra Carvajal. Aunque no faltaron españoles que por afición a Erasmo le afearon al Carvajal su polémica con el gurú de Róterdam, la Orden franciscana cerró filas con él y quienes lo han estudiado a fondo afirman que se anticipó a sistematizaciones teológicas que cobraron mucha mayor fama que la suya, como las de Melchor Cano o Domingo Soto, sin poderle menoscabar el honor de ser Fray Luis de Carvajal la vanguardia de un escolasticismo humanista.

El nombre de Erasmo todavía es celebrado en todo el mundo y el de su oponente de Jódar apenas es conocido por un reducto de eruditos, sin embargo la figura de Fray Luis de Carvajal dista mucho de ser tan grotesca como se empeñó en fabricar, herido en su amor propio, ese Erasmo que tanto sectarismo y ojeriza rezumaba muy en detrimento de la imagen que el vulgo se hace de él. Nuestro fraile de Jódar asistió al Concilio de Trento, participando en los debates de la justificación, los Sacramentos y la Eucaristía. Visitó también, a instancias del ministro general de la Orden de frailes menores de San Francisco de Asís los conventos franciscanos alemanes y, tras sus andanzas por Europa, Fray Luis de Carvajal retorna a las Andalucías, para ser guardián del convento de Sevilla y ministro provincial de Andalucía. Vino a fallecer a Jódar en el mes de septiembre de 1552. 

El caso de Fray Luis de Carvajal es paradigmático, me explico: si la situación del clero durante el siglo XVI podía clamar a los cielos en Europa por la relajación de costumbres y, no lo olvidemos tampoco, por la adulteración doctrinal, en España eso no ocurría dado que, con antelación a la falsa reforma luterana, se había afrontado una auténtica y profunda reforma, de la mano del eminentísimo Cardenal Cisneros, ayudado por todos aquellos que con él trabajaron al unísono por sanear el clero español. Pues como afirmaba Menéndez y Pelayo: "La reforma llevada a cabo con tan incontrastable tesón por el antiguo guardián del convento de la Saceda [Fr. Francisco Ximénez de Cisneros] y el no haber en España relajación de doctrina, aunque sí de costumbres, es lo que nos salvó del protestantismo. El confundir a nuestros frailes, después de la reforma, con los frailes alemanes del tiempo de Erasmo, arguye la más crasa ignorancia de las cosas de España".

España no tuvo necesidad de protestantismo, dado que éste no era otra cosa que la corrupción doctrinal, la adulteración del cristianismo bajo la cobertura de una indignación, fingida y exagerada por la sofistería y la demagogia, contra la postración de las costumbres en el clero que mejor que nadie supieron corregir nuestros santos tridentinos.  

BIBLIOGRAFÍA

Menéndez y Pelayo, Marcelino, "Historia de los heterodoxos españoles".

Higueras Maldonado, Juan, "Humanistas giennenses (s. XIV-XVIII)", Universidad de Jaén. 

jueves, 13 de octubre de 2016

UN MISIONERO TOSIRIANO EN AMÉRICA





FRAY CRISTÓBAL LENDÍNEZ PORCUNA, MISIONERO Y FUNDADOR DE PUEBLOS

Manuel Fernández Espinosa

Ayer mismo, 12 de octubre, celebrábamos el día de la Hispanidad. Un buen modo de conmemorarlo nosotros será recordar las hazañas misioneras de un compatriota nuestro, tosiriano del siglo XVIII.

Pudiéramos decir que el siglo XVIII es el Siglo de Oro de Torredonjimeno. Es en este siglo cuando nuestro pueblo alcanza su punto álgido en cuanto a personalidades que descollaron en la política, la cultura, el ejército y la religión: D. Fernando María del Prado y Ruiz de Castro, fray Alejandro del Barco García, fray Juan Lendínez... son algunos de los hombres que han dejado su huella en la historia. Uno de ellos, tal vez menos conocido, fue el franciscano fray Cristóbal Lendínez, hijo de Cristóbal Lendínez y Francisca Porcuna, y hermano del historiador, también franciscano y tosiriano, más arriba mencionado fray Juan Lendínez que fue quien nos relató las peripecias de su hermano en América.

Cuenta su hermano Juan que su difunto progenitor, que era algo astrólogo, había vaticinado sobre su hijo Cristóbal que éste "...andaría mucho mundo". Huérfano de padre y madre, Cristóbal siguió la estela de su hermano mayor revistiéndose con la piel seráfica, como también se llama el hábito de San Francisco de Asís. Profesó en el convento franciscano de Córdoba en donde estudió Filosofía y Teología y, una vez en la ciudad de Jaén, se alistó a las misiones convocadas por Su Majestad D. Felipe V de España, con el propósito de evangelizar la Purísima Concepción de Piritu y Provincia de Cumana, en el antiguo reino del Perú (hoy Venezuela), cuando corría el año del Señor de 1737.

Antes de partir a la portuaria ciudad de Cádiz, donde embarcaría rumbo a las Américas, pasó fray Cristóbal por Torredonjimeno en compañía de su condiscípulo el porcunense fray Benito de Puentes; los dos jóvenes frailes no tenían ni veinte años de edad, y abandonaban familia y patria para exponer sus vidas en la propagación de la fe católica. Se despidió fray Cristóbal de sus muchos hermanos, "hablándonos con más expresiones de los ojos, que conceptos de los labios" -nos cuenta fray Juan Lendínez, y después del último abrazo, el tosiriano y el de Porcuna marcharon a Cádiz donde, por falta de navío y otros trastornos internacionales, tuvieron que esperar en tierra firme hasta que por fin pudieron embarcar en un navío holandés cuando corría el año de 1740. Surcaban el mar cuando los sorprendió un temporal tan descomunal que poco faltó para naufagar, por lo que muy dañado el buque se vieron forzados a desembarcar en Canarias y cambiar de embarcación. Otro barco holandés los llevaría a la isla de Puerto Rico y de allí pasaron a Nueva Barcelona donde aportaron en septiembre de 1742.

FUNDACIÓN DE SANTÍSIMO CRISTO DE PARIAGUÁN.

Una vez en Nueva Barcelona sus superiores destinan a fray Cristóbal Lendínez a un pueblo próximo al nacimiento del río Unarex (hoy río Unare), con la única compañía del Padre Henestrosa. El poblado del que se hicieron cargo era dos chozas bajo las que cobijaban unas cuarenta almas. Los dos religiosos españoles se abrieron paso entre la jungla, buscando -como el Buen Pastor a sus ovejas- a los indígenas que vivían en la espesura de la selva sin noticia de Cristo ni de la civilización. Después de adoctrinarlos y cristianarlos, el tosiriano fundó un pueblo de 276 vecinos (entre los que había españoles, indios palenques y caribes). El misionero tosiriano erigió la iglesia, trazó calles y levantó casas, nombrando alcalde de aquel pueblo a un indio llamado Pariaguán. Por el Cristo que colocaron en el altar de la iglesia y por el nombre del nativo que lo gobernó primero, se bautizó al pueblo con el nombre de Santísimo Cristo de Pariaguán.

Tanto añoraba fray Cristóbal su lejano Torredonjimeno natal que, haciendo las veces de "arquitecto" de la primitiva iglesia de Pariaguán, vino a reproducir en aquella iglesia americana las hechuras de la Iglesia Mayor de San Pedro Apóstol de Torredonjimeno, labrando él mismo unas robustas columnas de madera que como las de nuestro templo de San Pedro sostuvieran la techumbre.

Más tarde, fray Cristóbal Lendínez y el P. Henestrosa fundaron otro pueblo en las llanuras del río Pao; este segundo pueblo llegó a tener doscientas familias de españoles e indios, y esta vez su templo fue dedicado a la Purísima Concepción de Santa María en memoria de la advocación de nuestra iglesia parroquial de Santa María de Torredonjimeno.

Pero no todo fue para los fundadores un camino de rosas. Tres veces intentaron destruir Pariaguán los indios que se obstinaban en seguir en la selva, pero no lo consiguieron y fray Cristóbal Lendínez incluso llegó a convertir a muchos de estos salvajes al catolicismo. El fraile tosiriano no sólo beneficiaba espiritualmente a los indígenas sino que, en tiempos de penuria, se quitaba el pan de la boca para que pudieran comer los pobres indios a los que enseñaba a cultivar y tejer ropa y vestido propios. En carta a su hermano fray Juan Lendínez, fray Cristábal escribió estas entrañables palabras: "Juan, dile a nuestra querida hermana María, que si quiere venirse a estas tierras, me ayudará a enseñar a veinte niñas indias, que tengo ahora a mi vista, cada cual con su costura."

PRELADO COMISARIO APOSTÓLICO

En 1769 fray Cristóbal Lendínez fue elegido Comisario in cápite de las misiones, y en 1771 es elegido Prelado Comisario Apostólico de las misiones del Perú, cargo que desempeñó durante un lustro. Muchas fueron las penalidades que atravesó el tosiriano pues algunos indios caribes, aliados de los holandeses, hacían todo lo posible por entorpecer y hostigar las misiones españolas, asesinando a los indios cristianizados y martirizando a los misioneros españoles. Pero, tenaz y con la fe puesta en Dios, logró el tosiriano poblar los yermos de Caura con las gentes de Arevato, Parava y Parime, arriesgando su vida en su incesante labor apostólica.

En carta de 14 de mayo de 1776 a su hermano fray Juan Lendínez que por esos entonces estaba en el Convento de San Francisco de Martos, escribió el misionero:

"He padecido en el establecimiento de las misiones al sur del Orinoco, lo que no puedo explicar, y sólo se pudiera vencer con el auxilio divino; pero no me admiro que todo el infierno se conjurase en darme que sentir, porque con haberse establecido en dicho tiempo las nuevas conversiones de la otra banda del río, en Caura, Arevato y otros sitios de infieles, es bastante para que el enemigo, sentido de que le quitaban su posesión de las almas, diera y haya dado tanta guerra, y a mí tanto que merecer. Pero todo lo he dado por bien empleado por ver hecha la causa de Dios."

Todo hace suponer que aquel tosiriano fundador de pueblos murió en América, rodeado por aquellos indios agradecidos que en justicia le llamaban su "Padrecito". En algún lugar de aquella nación hermana han de reposar los restos mortales del audaz misionero tosiriano.

jueves, 11 de agosto de 2016

TORREDONJIMENO EN LA LITERATURA ESPAÑOLA



Dedicado a D. Vicente Oya, 
Cronista de Jaén y amigo cuya noticia de su muerte me ha llegado hoy.


Manuel Fernández Espinosa


LÍMITES DE ESTE ARTÍCULO

Para centrarnos en el asunto que presenta el título queremos limitar nuestra búsqueda. 

Este artículo tiene como objetivo suministrar al lector un elenco glosado de menciones de Torredonjimeno en obras literarias de autores de todas las épocas. Entendemos por literatura todos los productos artísticos que pueden hallarse en novelas, poemas o bien obras de teatro. Las menciones a Torredonjimeno desde la Edad Media a nuestros días en documentación de cancillerías, Órdenes Militares, Religioso-Militares (Calatrava, p. ej.) o Religiosas (Orden de Predicadores, de Frailes Menores o Mínimos...), etcétera, no es competencia del presente artículo, sería objeto de una investigación más minuciosa y por mucho que se dilatara, siempre quedarían fondos por descubrir. Tampoco vamos a tratar aquí las menciones que de Torredonjimeno se han hecho en obras de carácter histórico, tampoco las monográficas que se han consagrado a Torredonjimeno (por ejemplo, las dedicadas al Tesoro Visigodo). Podríamos citar, entre ellas, los fragmentos de Ximena Jurado, Ximénez Patón o Rus Puerta... O las del P. Alejandro del Barco o del P. Juan de Lendínez; incluíriamos en ellas las entradas que de Torredonjimeno se han hecho en los diccionarios geográficos de Bernardo Espinalt o Pascual Madoz, pero no. Nuestro cometido, aquí y ahora, son exclusivamente las obras literarias.

Con el presente artículo vamos a ofrecer una aproximación lo más completa posible, pero teniendo en cuenta que dicha indagación siempre queda abierta a nuevos hallazgos de menciones de Torredonjimeno en obras literarias más recónditas y extrañas, así menciones hechas por autores tanto aquí citados como no citados que alguna vez (o varias) pudieron mencionar a Torredonjimeno en una novela, poema, obra de teatro o cualquier texto periodístico. Las menciones a Torredonjimeno las han hecho efectivamente los autores que aquí vamos a presentar, pero podemos suponer que los mismos hayan referido el nombre de Torredonjimeno en otras obras de su cosecha que no hayamos leído todavía. Y todavía podemos conjeturar que otros autores, leídos o todavía no leídos por nosotros, han podido hacer en el curso de su producción literaria menciones.

Hechas estas salvedades "metodológicas", procedo.

TORREDONJIMENO EN LA LITERATURA DEL SIGLO DE ORO

Torredonjimeno entra en la literatura española por la puerta grande y lo hace de la mano del eminente marteño Francisco Delicado (aprox. 1475 - aprox. 1535); marteño decimos, aunque parece que no lo fue de nacencia, sí que lo fue de crianza como él mismo dice. Nuestro amigo el P. Recio Veganzones estudió la obra de Francisco Delicado y descubrió que, además de la "novela" más famosa que le da nombre, el Vicario del Valle de Cabezuela en Cáceres escribió otras obras de diversa temática: interesante es un libro sobre los remedios médicos para curar el "morbo gálico" (la terrible sífilis que, como enfermedad venérea, hacía estragos en su época mucho más todavía que en la nuestra): en 1525 y en Roma, el Padre Delicado publicó en italiano "El modo de adoperare el legno de India occidentale: Salutifero remedio a ogni piaga et mal incurabile" ("El modo de preparar el leño de las Indias occidentales: salutífero remedio a toda plaga y mal incurable"); más tarde, en 1529, se haría una segunda edición en Venecia); también en Roma, en 1525, publicó -en latín- el "De consolatione infirmorum" ("Sobre la consolación de los enfermos"). En 1526, en italiano otra vez, daría a la estampa el "Spechio vulgare per li sacerdoti che administranno li sacramenti in chiaschedune parrochia" ("Espejo popular para los sacerdotes que administran los sacramentos en cualquier parroquia"). Las obras que acabo de reseñar son de temática médica, médico-moral y religioso-eclesiástica, como convenía a un culto clérigo de la época. 

Más asombra -podríamos decir que resulta hasta escandalosa para los mojigatos- la obra más famosa de Francisco Delicado, dado que fue escrita por un cura y la temática es altamente erótica. un mundo de putas y vicios se nos presenta en ella: me refiero a "Retrato de la Loçana andaluza en lengua española muy clarissima. Compuesta en Roma. El qual Retrato demuestra lo que en Roma passava y contiene muchas mas cosas que la Celestina" (a partir de ahora la citaremos como "Lozana Andaluza").  Camilo José Cela dice que "sus vivísimos diálogos, tan pródigos en andalucismos e italianismos, nos ofrecen una obra -antecedente de la novela picaresca- en la que, al gracioso retrato de la heroína y su divertida trayectoria, se suman los de los ciento y pico de personajes que pululan por el relato y sitúan sus lances en la Roma por aquel entonces considerada como un "paraíso de putas"." Aunque la trama de la novela dialogada tiene como escenario la Roma papal corrompida en sus costumbres, su autor muestra que, aunque puso su residencia tan lejos de la patria que le vio crecer, no olvidaba ni a Martos ni a los pueblos vecinos. En muchos pasajes de la "Lozana Andaluza" puede encontrarse aquí y allá menciones a Jamilena, a Alcaudete... Y, por supuesto, a Torredonjimeno. 

La referencia que de nuestro pueblo aporta Francisco Delicado se intercala cuando se comenta el habilidoso ingenio que mostraba la Lozana para hacer amistades en Roma, adaptándose a un medio extraño mediante  toda suerte de recursos, como eran por caso la de expresar reales o ficticios vínculos de la protagonista con las localidades de aquellos de sus interlocutores españoles con los que se encontraba en el extranjero: "...halló aquí de Alcalá la Real, y allí tenía ella una prima, y en Baena otra, en Luque, y en la peña de Martos natural parentela; halló aquí de Arjona y Arjonilla y de Montoro, y en todas estas partes tenía parientas y primas, salvo que en la Torre Don Ximeno que tenía una entenada, y pasando con su madre á Jaén, posó en su casa, y allí fueron los primeros grañones que comió con huesos de tocino". Interesante es ver que, de entre todas las localidades referidas, Torre Don Ximeno se menciona con especial énfasis, teniendo en cuenta que el grado de parentesco de "entenada" es más estrecho e íntimo que el de primos. También nos llama poderosamente la atención ese detalle culinario de los "griñones [...] con huesos de tocino".

A lo que parece, los "grañones", según apunta D. Agustín del Saz, uno de los estudiosos de nuestra "Lozana Andaluza", vienen a ser "Sémolas de trigo cocido en grano", pero también he leído en otras ediciones "griñones" y, en ese caso, téngase en cuenta que se llama "griñones" ("bruñones" también) a las nectarinas, esto es: melocotones con la piel lisa.

Allá por el siglo XVI o todo lo más, a principios del XVII, podemos calcular la fecha de un romance popular que también menciona a nuestra localidad, esta vez ensalzando sus caldos vinateros que deberían ser de fama nacional. No consta el nombre del autor en la antología de romances populares en el que figura este romance (lo reproducimos íntregamente abajo en las notas); haremos bien en titularlo con el mismo estribillo que se repite como último verso en cada estrofa: "Poco bebo, mas quiérolo bueno". Sobre el vino de antaño tosiriano dice:

"Blanco de Guadalcanal
y aloques de Baeza
me confortan la cabeza
con Yepes y Madrigal,
Martos e Ciudad Real,
con lo de Torre Ximeno:
poco bebo, más quiérolo bueno."

También merece señalar que, según su propio testimonio, era de Torredonjimeno la familia del ignaciano P. Sebastián de Escabias, amigo y compañero de San Juan de Ávila, éste último sobradamente conocido como Doctor de la Iglesia y Apóstol de las Andalucías. Por cierto que el P. Sebastián de Escabias es antepasado colateral mío. Este autor, además de testificar en las investigaciones que se incoaron para el proceso de beatificación del P. Ávila, escribió el curioso libro "Casos Notables de la Ciudad de Córdoba" en el que refiere que a un antepasado suyo -hablo de memoria, creo recordar que era su abuelo tosiriano, otro Escabias- se le apareció Satanás en Arjona.

De Torredonjimeno también fue el humanista Francisco de Cuenca, amigo y corresponsal epistolar de humanistas de la talla de Cascales o Ximénez Patón. Podríamos citar también al teólogo tosiriano fray Ildefonso de Padilla, de los mínimos de la Victoria, autor de un enjundioso comentario en latín del libro de Habacuc, cuya edición primera se hizo en las imprentas tosirianas de los Hermanos Copado (siglo XVII) y más tarde merecería la impresión incluso en varias ciudades centroeuropeas, de Alemania y Austria. Pero no queremos derramarnos por otros afluentes que no sean los de la literatura.

EN LA LITERATURA DEL SIGLO XIX

Torredonjimeno parece desaparecer en la literatura española que, a partir del siglo XVII va eclipsándose como la misma España en su poderío imperial. Tendremos que aguardar al siglo XIX, cuando la prominente figura del hijo más ilustre de Torredonjimeno, el mariscal carlista D. Miguel Sancho Gómez Damas, irrumpa en la escena nacional e internacional proyectando su capacidad estratégica y el heroísmo del carlismo popular acaudillado por él, no solo  en los fragores de todas las batallas en las que estuvo, sino sobre todo con la Expedición famosísima que lleva su nombre. Tendremos que contentarnos, por lo tanto, con las referencias que de Gómez se hacen que son copiosísimas y que, a veces sí y otras no, llevan al lado del nombre inmortal del carlista el de su villa nativa, nuestro Torredonjimeno.

Así tenemos al romántico Mariano José de Larra que en su artículo titulado "El día de Difuntos de 1836. Fígaro en el cementerio", refiere el nombre del General Gómez en estos renglones: "...un general constitucional que persigue a Gómez, imagen fiel del hombre corriendo siempre tras la felicidad sin encontrarla en ninguna parte...". También (aunque no sea propiamente en el marco de la literatura española) merece la pena decir que el espía británico y propagandista protestante George Borrow, en su libro de viajes "La Biblia en España" (traducido espléndidamente por Manuel Azaña: ojalá se hubiera dedicado solo a la literatura en vez de a la política este Azaña), se refiere a algunas anécdotas del tiempo en que nuestro General Gómez conquistó la ciudad de Córdoba. El filósofo y polígrafo catalán Mosén Jaime Balmes, en su severa biografía de Baldomero Espartero, también alude a Gómez: "Una de las principales operaciones que se encomendaron a Espartero antes de obtener el mando en jefe fué la persecución de Gómez; pero Gómez atravesó el reino de Asturias, penetró en Galicia, ocupó poblaciones importantes, revolvió sobre Castilla, y cuando acabábamos de leer pomposos partes en que se suponía que la división expedicionaria había sufrido fuertes descalabros, la vimos internarse hasta el corazón de España, destruir completamente la columna de López en Jadraque, marchar en dirección de Valencia, y con aliento bastante para pasearse por Andalucía y Extremadura, a pesar del desastre de Villarrobledo. El general Espartero había a la sazón caído enfermo [...] ignoramos si la enfermedad sería muy grave; pero lo cierto es que vino muy a tiempo": excelente resumen balmesiano de la Expedición Gómez y certero retrato del oportunista liberal y enemigo de Gómez, Baldomero Espartero. Podríamos añadir muchísimas más referencias a nuestro General Gómez y su expedición, pero, bien es verdad, en pocas se explicita el nombre Torredonjimeno. Aunque no era desconocido el origen de Gómez, como bien lo muestra el Diccionario de Pascual Madoz que precisa que nuestra localidad es el pueblo natal del "caudillo faccioso Miguel Gómez".

Benito Pérez Galdós, en su monumental serie de novelas, todas bajo el título de "Episodios Nacionales", también se refiere a Miguel Gómez en el tomo de "Zumalacárregui" y, sin relación con el general carlista, también menciona el nombre de Torredonjimeno en su "episodio" (tomo) correspondiente a "Bailén".

EN LA LITERATURA DEL SIGLO XX

A caballo del siglo XIX y del XX, nuestro Gómez sigue presente en los más conspicuos autores de la Generación del 98. Don Miguel de Unamuno refiere la gesta de Gómez que ya en su época tenía tonos legendarios en su magnífica novela "Paz en la guerra". También lo hace D. Ramón María del Valle Inclán, en su trilogía novelística titulada "Las Guerras Carlistas", pero será el vasco Pío Baroja el que, no sólo muestre un interés notable por la figura de nuestro General Gómez, sino que explicitará la oriundez tosiriana de Gómez. Gómez es protagonista de sendos artículos y de todo un reportaje "La Expedición Gómez" del prolífico novelista y articulista vasco. Dentro de la Generación del 98, Antonio Machado también mencionará -ya sin alusión alguna a Miguel Gómez- nuestra localidad en un poema, del cual reproducimos unas estrofas:

¡Qué bien los nombres ponía,
quien puso Sierra Morena
a la serranía!

...

¡Torredonjimeno!
¡Torreperogil!
Quien quedara hecho torre
cerca del Guadalquivir.

El siguiente autor de fama universal que citó Torredonjimeno -y del que tenemos constancia- fue D. Camilo José Cela, Premio Nobel de Literatura de 1989. En su "Primer viaje andaluz", el andariego gallego pasó por Torredonjimeno, dejando registrado en su libro de viaje: "De Torre del Campo a Torredonjimeno, hay la mitad de camino que esta mañana lleva ya andado el vagabundo. A poco de salir de Torre del Campo y a la mano izquierda, queda el camino de Jamilena, con su ermita de Nuestra Señora de la Estrella, que pertenece al curato torrejimenudo de San Pedro. En el término de Torredonjimeno hay varias ermitas más: la del Santo Cristo, la de la VIrgen de la Consolación, que es la más vieja y venerada, la de San Juan Bautista y la de San Cosme y San Damián. Torre del Campo y Torredonjimeno, con su Torre de Alcázar y su Torre Fuencubierta, son dos pueblos grandes y soleados, en los que el vagabundo, que hoy tiene gansa de andar, no se detiene más que para verlos, y olerlos, y tocarlos. En Torredonjimeno nació el cabecilla carlista Miguel Gómez, que en el 1836 salió de Álava con tres mil hombres, se llegó a Asturias y Galicia, pasó a León, se metió en la Mancha, tomó Córdoba, se paseó por Extremadura, acampó en Ronda, volvió grupas y se plantó en Burgos, y llegó a su cuartel de Orduña con un botín cuantioso y más hombres de los que mandara al partir. Y todo en seis meses y con Espartero y Narváez pisándole los talones".

Como queda patente, D. Miguel Gómez sigue presente, más allá de la Generación del 98, en la obra posterior de escritores universales como Cela, lo cual indica que el personaje más importante de toda nuestra historia local es, sin género de discusión, el carlista General Gómez.

Será otro gallego, injustamente menos conocido, el que no sólo se contentará con mencionar de pasada a Torredonjimeno, sino que dedicará una novela entera a nuestro pueblo: se trata de Ramón Nieto (La Coruña, 1934), entre cuyas novelas figura la titulada "La patria y el pan" (1962). Dicha novela, enmarcada en lo que podemos llamar "realismo social" de los años sesenta, tiene como protagonistas a personajes de nuestra localidad, se presentan algunos de nuestros rincones locales (la novela empieza describiendo la Fuente de Martingordo, p. ej.), aunque -al tratar la problemática social- los protagonistas de esta novela tienen que buscar el camino de la emigración, por lo que la novela no sólo se ambienta en Torredonjimeno, sino también en los barrios chabolistas del Madrid que empezaba a experimentar su crecimiento y desarrollo con la mano de obra venida de las provincias, como son los mismos personajes tosirianos, llenos de humanidad, crudeza y ternura, que nos presenta Ramón Nieto en este libro, pero -por la densidad de esta novela- prefiero reservale un artículo completo.

Para terminar, no podemos dejar de mencionar al escritor contemporáneo Juan Eslava Galán como el embajador vivo de nuestra localidad en la literatura. Como es sabido, Eslava Galán es natural de Arjona, pero tengo entendido (y creo no equivocarme) que sus orígenes maternos lo vinculan con Torredonjimeno. En algunos de sus libros, Eslava Galán otorga un lugar de honor a Torredonjimeno: así en "El enigma de la Mesa de Salomón" o en "Los templarios y otros enigmas medievales" aparece citada nuestra localidad, lástima que sean libros que combinan los datos históricos con hipótesis esoteristas y otras patrañas. Como resultado de estas incursiones de Eslava Galán en lo que llamo el género de la historia-ficción sí que hay un producto verdaderamente literario que es la novela "La lápida templaria", firmada, por motivos empresariales, por Eslava Galán bajo el pseudónimo de Nicholas Wilcox. En "La lápida templaria" podemos ver a Torredonjimeno ocupando un lugar muy destacado en la trama de la novela. Es posible que Eslava Galán haya citado a Torredonjimeno en otras obras suyas, me estoy acordando -por ejemplo- de algún artículo sobre El Molino del Cubo, sobre nuestro mismo Castillo de Torredonjimeno y hasta por ahí hay algo sobre nuestro paisano Francisco Roldán que lleva la firma de Eslava Galán, pero -como comprenderá el lector- aunque haya leído algo de Eslava Galán, tengo mejores cosas en que emplear el tiempo que en las obras completas del escritor arjonero. No obstante, pese a mis discrepancias con respecto al contenido y el sesgo ideológico de Eslava Galán, he de reconocerle que ha llevado el nombre de Torredonjimeno a la literatura contemporánea española. Y eso es algo que se agradece.



NOTA:

El romance báquico que menciona a Torredonjimeno (lo que indica lo antiguo y la nombradía de la producción vinícola de nuestra villa) es bastante largo, pero me parece oportuno publicarlo, aunque sea aquí en las notas, íntegro; a lo que parece, por ser cantar popular, es de autor anónimo. Dice así:

No me vea yo a la mesa 
sino siempre el jarro lleno: 
poco bebo, mas quiérolo bueno. 

Con tanto cada mañana 
como una blanca de agua 
mato y enciendo mi fragua 
y esto(y) alegre e vivo sana: 
de vino contino hay gana, 
por el pan poco me peno: 
poco bebo, más quiérolo bueno. 

Para mi pobre comida 
con una azumbre estoy buena 
y entre la comida y cena 
bien me basta una medida; 
después para la comida 
basta un pucherito lleno: 
poco bebo, más quiérolo bueno. 

Blanco de Guadalcanal 
y aloques de Baeza 
me confortan la cabeza 
con Yepes y Madrigal, 
Martos e Ciudad Real, 
con lo de Torre Ximeno: 
poco bebo, más quiérolo bueno. 

Quien el vino me quitare, 
quitada tenga la vida: 
nunca es pobre la comida 
donde el vino no faltare; 
no hay dolor que se compare 
con vello en poder ageno: 
poco bebo, más quiérolo bueno. 

Yo no siento igual dolor 
que estar comiendo sin vino: 
sólo en pensallo me fino 
y lloro al mejor sabor; 
Dios bendiga tal licor, 
que el agua hácese cieno: 
poco bebo, más quiérolo bueno. 

En mi fresca mocedad, 
con cuya memoria muero, 
siempre estaba lleno un cuero 
para mi necesidad; 
mas ya por mi pobre edad 
poco vale lo que ordeno: 
poco bebo, más quiérolo bueno. 

En un jarrillo cualquiera, 
boquituerto, desasado, 
tengo de ir, por mi pecado, 
a casa de la tabernera, 
y ella es tan limosnera 
que remedia el mal ajeno: 
poco bebo, más quiérolo bueno. 

Toma tocas y gorgueras, 
cofias, cuentas y sortijas 
y de esotras baratijas, 
madejas, telas, calderas, 
de aspas y devanaderas, 
un jaraíz tiene lleno: 
poco bebo, mas quiérolo bueno. 

(Revista Hispánica, t. XXXI (año 1914), pág. 585. Gallardo, t. I. 1929 - Cantar de Borracheras.