lunes, 13 de julio de 2015

MIGUEL GÓMEZ DAMAS O LA CLEMENCIA EN LA GUERRA CIVIL

 

General Gómez Damas



PAZ Y GUERRA SI ME LA HACEN

Dedicado a mi amiga Doña Pilar Badiola

 
Manuel Fernández Espinosa



Allá por el siglo III antes de Cristo, el caudillo galo Breno venció al ejército del romano Quinto Sulpicio. Los romanos propusieron pagarle 1000 monedas a condición de liberarse y el intrépido celta sentenció: "Vae victis" (¡Ay, de los vencidos!).

Así ha sido a lo largo de los siglos. Los ejércitos derrotados, las naciones conquistadas, los pueblos vencidos apenas se han beneficiado de la clemencia ante el arrollador paso de sus vencedores. Tal vez por eso, por no haber vencido, es que el carlismo todavía sea un gran desconocido. Como reacción popular contra la revolución liberal y burguesa el carlismo se echó al monte en tres guerras durante el siglo XIX. El entusiasmo popular que generaba no pudo vencer contra maniobras traicioneras, como la de Maroto, ni contra un ejército gubernamental, mejor pertrechado y auxiliado por potencias como Inglaterra y Francia que estaban especialmente interesadas en imprimir a España una dirección bien contraria a la naturaleza y la tradición españolas. Todavía en el siglo XXI, comunicadores como Federico Jiménez Losantos o César Vidal, prosiguen la campaña desfiguradora del carlismo, propagando tópicos sin apenas detenerse a considerar el fenómeno con un mínimo rigor intelectual. Jiménez Losantos, p. ej., ha culpado al carlismo de ser inspirador del nacionalismo vasco de Sabino Arana, sin considerar que fue el carlismo el que más sufrió con la irrupción del nacionalismo. Y bien podemos considerar la novela "Bilbao no se rinde", de César Vidal, como paradigma panfletario que reúne todos los tópicos que contra el carlismo se han ido creando desde el siglo XIX: crueldad, fanatismo, oscurantismo, opresión, etcétera. 

He tenido ocasión de explicar recientemente, en la revista impresa NIHIL OBSTAT, que las patrañas sobre las que se ha montado una imagen del todo distorsionada del fenómeno histórico del carlismo son insostenibles, me refiero a mi artículo "Tribulaciones del carlismo en camino a su reintegración". Resumidamente diré aquí que las tres grandes mentiras que cunden sobre el carlismo quedan totalmente desmontadas al menor esfuerzo que hagamos de estudiar el fenómeno en la bibliografía más amplia, nacional y extranjera, y -lógicamente- en los documentos de la época.

1) El carlismo no fue una simple cuestión dinástica, sino que fue una cuestión política: no podría explicarse que el carlismo todavía exista en el siglo XXI si fuese una cuestión exclusivamente dinástica.

2) El carlismo no fue un fenómeno restringido a ciertas zonas norteñas españolas, sino que fue un fenómeno que afectó a la totalidad de España: lo hemos demostrado y seguiremos demostrándolo desde las páginas de ÓRDAGO y desde este mismo blog. Muchos que siguen EL BLOG DE CASSIA también han emprendido en sus respectivas poblaciones indagaciones sobre el carlismo y lo han podido comprobar.

3) El carlismo no fue un fenómeno limitado a unas elites tradicionales (clero, aristocracia...), sino que fue un fenómeno transversal sociológicamente. Los hombres que formaban en las filas del carlismo en la I Guerra Carlista eran voluntarios, mientras que el ejército gubernamental (el de la Regente María Cristina y su hija Isabel) eran llamados por los carlistas los "peseteros", pues no militaban por convicciones. Por muchos curas, frailes y militares profesionales que hubiera en la España de 1833, sin la adhesión heroica de un pueblo no se comprende que se pudiera prolongar una guerra por siete años (y me refiero a la I Guerra Carlista; recordemos que hubo tres en el siglo XIX). Y esa amplia base social a favor del carlismo existió en España hasta bien entrado el siglo XX: una gran parte del pueblo español era carlista -es lo que no dicen los manuales de texto ni en los Institutos de Enseñanza Secundaria. El carlismo incluso tuvo sus contactos con el movimiento obrero que, en la III Guerra Carlista, estuvo a punto de entrar a formar parte del carlismo, truncándose ese propósito por la dirección que marcaron las logias masónicas a sus agentes infiltrados en el Movimiento Obrero, así como haciendo lo posible por apartar de la dirección de éste a los líderes obreristas (no-masones).

Dicho esto vamos a abundar hoy en algo que, considero, es toda una lección histórica muy poco conocida y cuya ignorancia hemos de atribuir a esa falsa imagen que del carlismo se ha ofrecido por parte de sus "vencedores". Y por tocar de lleno a una de las figuras más gloriosas de nuestra historia local no dudamos que será lo suficientemente interesante para nuestros paisanos.

El General Miguel Sancho Gómez Damas, preclaro hijo de Torredonjimeno, no sólo fue el protagonista de una hazaña militar tan notable como su famosa Expedición, estudiada incluso en las academias militares extranjeras. También fue en su conducta, para con las ciudades conquistadas y para con los prisioneros, uno de los modelos más impecables de carlista, de cristiano caballero y español. Y eso fue algo que incluso tuvieron que reconocerle los liberales menos sectarios de su época.

Así lo describe un contemporáneo suyo, adversario político, pero libre del achaque propagandístico de la difamación y la calumnia:   




"Dotado de una hermosa presencia varonil, y en una edad, en que la madurez moral no disminuye todavia las fuerzas fisicas, D. Miguel Gómez, antiguo teniente coronel de ejército, habia sabido ganarse el amor y la confianza de sus soldados por medio de un constante esmero en procurarles ocasiones de adquirir gloria, al par que la satisfaccion de sus justas necesidades. Siempre á su lado ó á su frente, jamás habia consentido que estuviesen privados de lo necesario, sin que el participara de sus mismas privaciones. En los diferentes mandos, que desempeñó bajo las ordenes de Zumalacárregui, de quien fue gefe (sic) del estado mayor, y de Eguia, no solo había manifestado un valor poco común, sino tambien cierta templanza, ó mas bien, moderacion en el uso de la victoria, que le hacia contrastar ventajosamente con otros caudillos de uno y otro bando, cuyos nombres marcará la posteridad con muy distintos colores."

Es cierto que Ramón Cabrera, caudillo carlista, destacó por su crueldad haciéndose acreedor del apodo de "Tigre del Maestrazgo", pero también habría que saber que a la pobre madre de Cabrera la fusilaron los liberales por el solo hecho de ser madre de un "faccioso", lo que desató la cólera de Cabrera convirtiéndolo en un sanguinario exterminador de todos los enemigos que encontraba a su paso. Cabrera, habiéndose incorporado a la columna de nuestro paisano Gómez, añadiendo algunas de sus tropas, fue expulsado por Gómez de la Expedición por la poca clemencia que el Tigre del Maestrazgo mostraba con los prisioneros. Para eso, lo cuenta Pío Baroja, Gómez se citó con él y con otro caudillo valenciano, a las fueras del campamento carlista, y con unos vascos leales escolta de Gómez, éste les dejó claro a los dos que no los quería tener en su columna, debido a su comportamiento inhumano y les ordenó resolutivamente que se montaran en sus respectivos caballos y, con sus pertenencias, ambos regresaran al Maestrazgo, no sin antes decirles: "Vosoltres sols" (Vosotros solos). 

Frente a la ejecución sumaria de los prisioneros, a lanzazos algunas veces, Gómez fomentaba una política de firmeza, pero clemente. Así redactó nuestro paisano una de las muchas circulares que despachó, para poner en libertad a los prisioneros hechos en las escaramuzas y batallas que se produjeron a lo largo de su Expedición:

"Ejército Real de la Derecha.- Bajo el juramento que ha prestado de no volver a tomar las armas por ningún pretexto durante la presente lucha, y con la indispensable obligación de regresar al seno de su familia, concedo libertad y seguridad de su persona y bienes a......., natural de........, el cual....... en.......

Y encargo a las autoridades tanto civiles como militares dispensen a este interesado toda protección, contra cualquiera ofensa que se le intente hacer a pretexto de sus opiniones políticas, pues según las benéficas y paternales miras del Rey N(uestro) S(señor) no debe ser molestado por ellas 

Cuartel General de......., de....... de 1836.

El Comandante General - Miguel Gómez".


No obstante, digamos que la actitud de Cabrera o de otros carlistas tenía explicación por las crueldades que de antemano habían sufrido, las que habían hecho patente sus enemigos liberales que no tenían contemplaciones ni con los civiles. Los militares gubernamentales de María Cristina e Isabel eran implacables con el pueblo: llevaron a cabo ejecuciones, devastaron los núcleos rurales que creían afectos al carlismo, siguiendo las pautas  de guerra de exterminio, empleadas por el liberal Espoz y Mina años antes, durante el Trienio Negro Liberal de 1820-1823. En el interior, en zona controlada bajo el gobierno liberal de María Cristina, imperaba el terrorismo de Estado: las llamadas Milicias Urbanas, una suerte de organización paramilitar de signo progresista, armadas y consentidas por el gobierno ejercían la más tremenda de las represiones sobre todos aquellos que eran conocidos por sus simpatías carlistas o simplemente sospechosos de ser favorables a los carlistas. Lo cuenta alguien nada sospechoso de partidista, un extranjero para más señas: el protestante inglés George Borrow en "La Biblia en España" y que vino a España por esas fechas, para difundir la Biblia protestante por encargo de la Sociedad Bíblica. Las palizas propinadas por estos "urbanos" a los sujetos reputados de carlistas eran el pan de cada día. La Iglesia católica fue víctima de Álvarez Mendizábal que, alegando complicidades entre el clero y el carlismo, procedió a exclaustrar conventos y expropiar los bienes eclesiásticos para repartirlos con sus amiguetes liberales. Muchos carlistas que vivían en zona cristina/isabelina sufrieron también el despojo de sus bienes y el hostigamiento gubernamental.

Y, sin embargo, la política impuesta por el General Gómez siempre fue la del perdón a los prisioneros, a condición de que estos juraran no tomar las armas y se recogieran en sus casas, como arriba ha quedado claro por la circular emitida por nuestro paisano en plena campaña. No había en el General Gómez revanchismo, ni odio ideológico alguno. Y es que el carlismo no es una ideología, como bien explica Javier Barraycoa, en su artículo "El carlismo: una visión metahistórica": "El carlismo no es una ideología, sino principios encarnados". Y así lo demuestra el General Gómez, cuando habiendo conquistado con sus tropas la ciudad de Santiago de Compostela, emitió este bando:








"Y en cuanto a los urbanos, que temerosos por la aproximación de las tropas de mi mando, hayan abandonado sus hogares, pueden volver á ellos seguros de que no serán jamás molestados por razón de opiniones, de cuya verdad [de lo que les digo] ya tienen repetidos ejemplos con los que se han presentado en la ciudad de Oviedo, fuera de lo notoria que es la conducta que hemos observado con los demás del reino. 

Cuartel general de Santiago a 18 de Julio de 1836.- 

El Comandante General Gómez."

Esto nos puede parecer increíble, pero fue cierto. Nos puede parecer increíble por haberse registrado, a lo largo del siglo XIX y, con mayor virulencia, en el correr del siglo XX, truculentos genocidios por motivos religiosos o ideológicos: se siguen cometiendo en nuestros días. Los blancos contra los rojos y los rojos contra los blancos, sin darse tregua, matándose los unos a los otros por el solo hecho de tener "ideologías" enfrentadas. El carlismo -repetimos- no es una ideología, si lo fuese no tendría cabida una manifestación más respetuosa para con los que, en una Guerra Civil, siendo adversarios han terminado cayendo, por derecho de conquista, bajo el poder carlista.

En ese mismo bando citado arriba, el General Gómez se dirigía a los gallegos, en estos términos:

"Yo confío en vuestro patriotismo y unión. A las armas, gallegos leales, a las armas: la victoria es segura; porque la causa es justa, es legítima, es santa y el rey de los ejércitos la protege. Imitad el valor y la constancia de los navarros, vascongados, castellanos y otros muchos; y entonces cesarán los sacrilegios, las profanaciones de los templos, los asesinatos de sus ministros y otros tantos crímenes inauditos de tan aciagos tiempos; entonces serán abatidos y escarmentados; entonces, en fin, la paz y la unión nos harán verdaderamente religiosos y felices a nuestros hijos".

Un liberal no sectario llega a decir de nuestro paisano y su expedición: 

"La conducta que Gomez empezaba á observar en Estremadura (sic) era del todo conforme á su caracter ó al plan que se habia propuesto seguir, y asi despues de licenciar los prisioneros hechos en Almaden y los que nuevamente hizo en Guadalupe, mando bordar en sus banderas la palabra Paz, debajo de la cual se leía, y guerra si me la hacen."

¿Dónde está aquí el fanatismo? ¿Dónde ese odio cainita contra el enemigo, presente en todas las guerras civiles? ¿Dónde la despiadada crueldad, por desgracia tantas veces repetida en los conflictos de ayer y hoy? ¿Dónde está, en fin, esa bestia negra que nos han pintado del carlismo?

Mentiras, nada más que mentiras. 

Esa era su divisa, la que mandó poner en las banderas de su columna nuestro paisano, el carlista Miguel Sancho Gómez Damas:


PAZ

Y GUERRA SI ME LA HACEN.



sábado, 11 de julio de 2015

LOS PRIMO DE RIVERA Y TORREDONJIMENO

Fernando Primo de Rivera, cuadro de Ferrer Dalmau



















LA FAMILIA TOSIRIANA DE LOS PRIMO DE RIVERA


Manuel Fernández Espinosa



Los Primo de Rivera constituyen uno de los linajes aristocráticos cuajados en el servicio a España, en el Ejército Español y en la Armada Española, habiendo dado ilustres miembros a lo largo de varios siglos. Destacaron en la defensa de la España de Ultramar, en América y Filipinas, a lo largo del siglo XVIII y XIX; con la pérdida de la España Americana retornaron a la Península, participando en todos los conflictos civiles y coloniales.

Será a finales del siglo XIX cuando obtengan las máximas distinciones y títulos nobiliarios. Así es como un Primo de Rivera, el capitán general Fernando Primo de Rivera y Sobremonte, recibió el título de I Marqués de Estella en 1877; a éste Fernando Primo de Rivera y Sobremonte, también I Conde de San Fernando de la Unión, se le otorgó Grandeza de España por su desempeño contra los carlistas en la III Guerra.

Para las dos figuras históricas más emblemáticas del clan Primo de Rivera serían D. Miguel Primo de Rivera y Orbaneja y su hijo, José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, sobradamente conocidos por su trascendencia histórica en el siglo XX. Con el beneplácito de Alfonso (XIII), Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado el 13 de septiembre de 1923, poniéndose al frente de un Directorio Militar que resolviera los graves problemas que atravesaba España: la palabra "Dictadura" suena muy fuerte, pero hay que tener en cuenta que en los gobiernos del Dictador Miguel Primo de Rivera hubo colaboración de personalidades del PSOE y UGT. Alfonso (XIII) le instó a que dimitiera el 28 de enero de 1930, exiliándose a París, falleciendo el 16 de marzo de 1930.

Su hijo José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia nació el 24 de abril de 1903. Era abogado y primogénito del Dictador. Las circunstancias históricas que vivió y el piadoso afán de restaurar el buen nombre de su padre lo empujó a la política activa, fundando la Falange Española. Fue detenido antes de estallar la Guerra Civil bajo la acusación de conspiración, condenándosele a muerte y siendo ejecutado en Alicante el 20 de noviembre de 1936. José Antonio no disparó ni una bala, pues se pasó el final de su vida en la cárcel hasta ser fusilado, mientras en España nos matábamos unos a otros. Su figura fue empleada por la propaganda franquista, llamándosele el "Ausente" y su retrato se ostentaba en todos los ámbitos públicos.

El árbol genealógico de los Primo de Rivera, tan abigarrado como el que más, nos exime de dar cuenta al pormenor de detalles, pues lo que queremos destacar aquí, es lo que nos importa, es la relación entre los Primo de Rivera y Torredonjimeno, pues la hubo.
Y la relación de los Primo de Rivera con una familia de Torredonjimeno se produce cuando Doña María Cobo de Guzmán y Moreno contrae matrimonio con Fernando Primo de Rivera y Orbaneja en 1909. Fernando era hermano de Miguel Primo de Rivera y tío, por lo tanto, de José Antonio Primo de Rivera. Nacido en Cádiz el año 1879, ingresó en la Academia de Caballería en 1898 y amplió su formación militar en la Academia de Caballería de Saumur, en Francia.
Fernando sobresalió en la Campaña de África, combatiendo a los rifeños. Y murió el 6 de agosto de 1921 en Monte Arruit, a consecuencia de heridas cuando, siento Teniente Coronel, estaba como segundo del heroico Regimiento de Caballería "Cazadores de Álcantar" nº 14.
Su esposa que, más arriba, hemos referido se llamaba María Cobo de Guzmán y Moreno. Era hija de Ángel Cobo de Guzmán Calle y María Moreno, siendo los abuelos de María Cobo de Guzmán, D. Teodoro Cobo de Guzmán Ardio (nacido en Mancha Real el año 1825) que fue concejal del Ayuntamiento de Mancha Real en el año 1845 y en el 1850. D. Teodoro había casado en segundas nupcias con una tosiriana, Carlota Calle Martos cuyo domicilio estaba en la Calle Rabadán de Torredonjimeno.
La viuda del heroico D. Fernando Primo de Rivera y Orbaneja falleció el 18 de Enero de 1968. María Cobo de Guzmán y Moreno, la tía de José Antonio Primo de Rivera, dejó tres hijos: Inés, Dolores y Miguel Primo de Rivera y Cobo de Guzmán, conde de San Fernando de la Unión, casado con Doña María Antonia Urquijo de De Federico. María Cobo de Guzmán y Moreno, la tía de José Antonio Primo de Rivera, era por lo tanto, nieta de una tosiriana.
José Antonio Primo de Rivera y Saénz de Heredia

viernes, 10 de julio de 2015

LOS HERMANOS SENISE

Foto de Manolo Fernández.
Los tosirianos Antonio y Paco Senise,
fotografía de andaluciainformacio.es
 
 
 
DOS ARTISTAS DE LA CALLE EL NORTE
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
En la segunda mitad del siglo XIX llegó a España, procedente de Italia, un relojero italiano. Con el tiempo, este honesto relojero vino a Torredonjimeno, se ocupó del reloj de la torre del Palacio Municipal y se asentó aquí. Puede resultar curioso que un italiano viniera a parar a la villa tosiriana, pero hemos tenido ocasión de ver en los archivos parroquiales más italianos de los que cabe suponer. Casi todos emigraron de Italia por los conflictos que en ella se produjeron a lo largo de la centuria decimonónica: en la primera mitad del XIX fueron los liberales italianos, conspiradores y terroristas que el gobierno del trienio liberal acogió concediéndoles incluso una pensión. Pero, en la segunda mitad del diecinueve, los italianos que abandonaron su patria para asentarse en España o, más allá del Atlántico, en América, era gente de paz, como este Senise que vino a ocupar la plaza de relojero municipal. Esta emigración la formaban familias y gentes con sus oficios y no pocos venían de los Estados Pontificios que habían sido suprimidos por el Risorgimento.
 
Aquel relojero italiano que vino a vivir y terminar entre nosotros era el abuelo de los Hermanos Senise. Los Senise eran tres hermanos: María, Antonio y Francisco José Senise Colmenero. Su padre, como el abuelo, también tenía el oficio de relojero. Se casó con una Colmenero que, aunque no puedo aseverarlo, probablemente sea de Jamilena. Según cuentan los que trataron a Antonio y a Paco Senise (mi padre, sin ir más lejos, era vecino de ellos y compañero de andanzas) los hermanos Senise disponían de una inventiva incesante: no paraban de inventar juguetes o juegos, iban a cazar pajarillos por las Celadas, correteaban por el solar en que había estado el Cementerio Viejo, disparaban con escopetas de plomo y hasta hicieron informalmente un torneo de boxeo con los chavales del barrio, para el que se emplearon guantes pugilítiscos, que para la época era una novedad a la vista para aquellos niños. Se puede decir que los Hermanos Senise siempre fueron asaz inquietos y la chiquillería de aquellas calles estaba bastante entretenida. Estos honrados italianos que tuvieron que abandonar su patria por los trastornos de la época -me pregunto a veces: ¿serán familia del famoso actor norteamericano Gary Sinise? Me refiero al "Mac Taylor" de CSI Nueva York. El apellido es el mismo (la grafía, cosa comprobada, puede variar pero compartir el mismo tronco familiar) y el origen es el mismo: Italia.
 
A los hermanos Antonio y Francisco José Senise se les quedó chico Torredonjimeno y, haciendo gala de su efervescente imaginativa, encauzaron ésta por el mundo del arte: maquetas y miniaturas, grabados y hasta óleos, pergaminos, heráldica, grabados a buril. Aunque ensayaron muchas técnicas y realizaron verdaderas obras de arte en muchos materiales y con diversos métodos, lo que les granjeó la fama fueron sus maquetas arquitectónicas. Eran dos talentos, brillantes y capaces, que fueron reconocidos en el ámbito nacional y en el internacional. No tuvieron escuela definida ni maestro, por lo que Luis González López pudo escribir de ellos en 1963: "Los hermanos Senise son autodidactos por voluntad propia y porque no han tenido medios para elegir". Sin embargo, la pasión que pusieron en cuanto hacían, sus innatas habilidades, sus exhaustivas investigaciones, su estudio y aplicación no eran los de unos aficionados. Reprodujeron en maqueta la Catedral de Sevilla y la  de la Giralda, lo cual les valió un premio internacional en 1950. La puerta del mundo se les abrió: se les encargó la maqueta de la Catedral de San Patricio de Nueva York, para la que fueron becados y allí les firmó un libro el Cardenal Spellman que, por sus dotes económicas, fue llamado "Cardinal Moneybags" (el Cardenal Monedero). Los Hermanos Senise también reprodujeron a escala el Duomo de Milán y el Santuario de Lourdes y tantos trabajos más. 
 
Llevan mucho tiempo fuera de Torredonjimeno, pues se fueron jóvenes y acabaron asentándose en Jaén capital, con su taller en la calle Salido nº 9. Pero en Torredonjimeno todavía hay gente que los recuerda con cariño y tenemos el honor de llamarlos paisanos.

martes, 7 de julio de 2015

EL ESCUDO DE LOS FERNÁNDEZ DE ARCINIEGA DE TORREDONJIMENO

Piedra armera de los Fernández de Arciniega/Fernández de Martos


LA PIEDRA ARMERA DE LOS FERNÁNDEZ DE ARCINIEGA/FERNÁNDEZ DE MARTOS



Manuel Fernández Espinosa


En el Reino de Jaén todo estudio heráldico y genealógico que pueda hacerse no dejará de ser nunca un comentario a pie de página de la obra "Heráldica y genealogía en el Reino de Jaén" de nuestro amigo y maestro D. Andrés Nicás Moreno. La excelente calidad y envergadura de este trabajo publicado en 1997 no agota sin embargo la vastedad de la temática, puesto que la actual provincia de Jaén al ser tierra fronteriza desde la que se reconquistó el resto de Andalucía (Córdoba, Sevilla con Fernando III el Santo... y, más tarde, Granada, en el siglo XV con los Reyes Católicos) albergó tantas y tantas familias de abolengo que sería una tarea difícil de acometer y lograr agotarla. No obstante, Nicás Moreno desarrolló un trabajo de una magnitud colosal por el que siempre estaremos agradecidos. La mejor forma de reconocérselo sería que las instituciones reeditaran nuevamente "Heráldica y genealogía en el Reino de Jaén" cuya primera edición lleva años agotada. Una nueva edición de su obra podría verse ampliada considerablemente, pues nos consta que las investigaciones, con su acostumbrado rigor, del Doctor Nicás Moreno han continuado en este campo. Vaya, pues, esto por delante: nuestro reconocimiento y gratitud al decano de los heraldistas y genealogistas de nuestra provincia y uno de los más capaces de toda España.

En el libro susodicho, Andrés Nicás hace mención de un escudo sito en "Calle D. Diego López Pacheco nº 25. Piedra. Siglo XVI. Fachada. 2 blasones. ¿Linaje de Gallo y alianzas? Yelmo de hidalgo y tenantes".

Nicás Moreno se refiere a la casa más antigua de Torredonjimeno que hace unos años vio su puerta principal desaparecer y ser tapiada. Por su parte, Alfredo Ureña Uceda nos describe con su pulcro tecnicismo las características externas de la fachada: "La portada, de pequeñas dimensiones, presenta doble piso de escasa altura, lo que nos da una idea de las cotas máximas de las viviendas tosirianas de la época, que irían ganando a lo largo de los siglos. Se trata de un vano adintelado flanqueado por pilastras toscanas almohadilladas, al igual que el arquitrabe. Esta estructura se vuelve a repetir, a menor escala, en el balcón del piso superior, que se corona con un frontón y éste, a su vez, lleva pináculos piramidales en los extremos. El conjunto se complementa con una pareja de escudos pétreos, ubicados a ambos lados del balcón. Se sostienen sobre sendos dados decorados con un mascarón antropomórfico en su cara frontal, y son sostenidos por tenantes". Ureña Uceda se refiere al nombre vulgar que recibe esta casa llamándola "Casa de Moyica" (nosotros la hemos oído siempre nombrar como "Casa Moyuela"). Ureña Uceda la data como del siglo XVII (Nicás Moreno la hace del XVI) y, en cuanto a la identidad de las armas heráldicas de su fachada, Ureña Uceda remite literalmente a la cita que hemos hecho de Nicás Moreno.

No es de nuestra competencia fechar la casa, pero sí diremos que en Andújar existen portadas semejantes a las trazas que muestra la nuestra (pilastras almohadilladas) que, es digno de mencionarlo, se atribuyen a Francisco del Castillo. La presencia de Francisco del Castillo consta en Torredonjimeno por los años en que se erige el templo de la Iglesia Mayor Parroquial de San Pedro Apóstol, por lo que no tiene nada de extraño que, además de trabajar en el templo parroquial, pudiera recibir el encargo de la familia que mandó edificar esta casa noble.

Es nuestro propósito identificar el linaje de una de las dos piedras armeras de su fachada, la que según se mira de frente a la fachada, aparece a la izquierda. Y creemos que podemos con ello aportar luz a uno de los "misterios" que no han merecido la atención conveniente hasta ahora. El otro, de contorno oval (o italiano), lo dejaremos para cuando alleguemos más datos que puedan identificar a la familia, simplemente decir que, al ser ovalado, tiene todas las hechuras de ser el escudo de la señora de la casa y que es éste otro (que hoy no voy a tratar) el que hace pensar a Nicás Moreno que puede ser de los Gallo por los (gallos) que, entre otras figuras heráldicas, porta uno de sus dos campos. Pero el que nosotros identificamos como de los Arciniega/Martos que es el que ahora nos concierne muestra en sus blasones suficiente materia como para disertar al hilo de la historia que por diversas fuentes podemos hacer de esta familia, asentada en los primeros tiempos de nuestra feliz reconquista.

Se trata de un escudo que forma su contorno en lo que dijéramos transición entre el contorno gótico y el español. De los dos campos en que queda dividido nuestro escudo heráldico, tenemos en el jefe (parte superior) del diestro tres luceros de ocho puntas cada uno por cima de un castillo. Se muestra más complejo simbólicamente el campo que se abre a su izquierda: en él podemos ver una encina desarraigada que la mano de un brazo agarra en el nacimiento de su copa. A la derecha de la encina vemos un dragón que trepa a lo alto y, a la izquierda bajo el brazo, tenemos un animal cuadrúpedo pasante que mira al frente, pudiendo ser quizás un lebrel.

Hemos descrito sin abusar mucho del argot heráldico el escudo que nos atañe. El campo del castillo y los tres luceros correspondería a las armas de los Fernández de Martos, como nos transmite fray Alejandro del Barco García: "Tambien hallo que obtuvieron el referido Castillo, en calidad de Alcaydes, los nietos descendientes de Martin Fernández de Arriniega (sic), Caballero de la Banda, que en la conquista de Córdoba ganó la Puerta de Martos, por donde entraron muchos de los nuestros que tomaron la ciudad; cuya hazaña le premió el Rey Don Alonso el Sabio, concediéndole que usára como de apellido propio el mismo nombre de Martos que tenía dicha Puerta, y que traxera por Escudo de armas la misma Puerta de Martos, figurada en un Castillo colocado en campo azul con un lucero de Oro alusivo al que siguió, para tomar dicha Puerta; y este es el tronco de todos los Martos que hay en España."

El P. Barco erró al escribir "Arriniega" en vez de "Arciniega", pero rectificó su yerro en la fe de erratas de la edición original (año 1788) de su obra "Las Colonias Gemelas reintegradas...". Se nos podría decir que la descripción de las armas de los Arciniega/Martos que nos refiere Alejandro del Barco satisfacen en lo que a las figuras del castillo y el lucero atañen, pero que -a la luz de nuestro escudo en piedra- todavía quedarían por explicar los otros dos luceros que se añaden a la descripción de Barco (y Lendínez que, en el siglo XVIII, lo pudo ver en la Ejecutoria de la familia). La reconquista de Córdoba se debió a Fernando III el Santo que acudió a reforzar el golpe audaz que los adalides almogávares de Andújar y Martos habían acometido, aprovechando ciertas informaciones, teniendo lugar en 1236. Los nietos de aquel Martín Fernández de Arciniega -como nos dice el P. Barco- se asentaron en Torredonjimeno y se encargaron de la alcaydía de nuestro castillo: "Su Nietos, y descendientes fixaron su residencia en la sobredicha Villa; y siendo uno de sus nietos, Diego Fernández de Martos, Alcayde de su Castillo, lo defendió con tanta vizarría de Albohacen Rey Moro de Granada, que por no desampararlo, ni faltar á la lealtad y ley de buen Caballero, no acudió á la defensa de su hacienda, ni á libertar á dos hijas, que le habia aprisionado; y se las llevó consigo á la ciudad de Granada, en la qual murió Mártir una de ellas". En efecto, las dos hermanas fueron secuestradas por la morisma en compañía de una doncella de su casa, llevadas a Granada los moros les persuadieron a que apostataran de Cristo para desposarse con principales granadinos. Una de las dos hijas de Diego Fernández de Martos se negó rotundamente, la otra hija no se sabe lo que fue de ella (posiblemente aceptó la esclavitud) y una doncella de ellas prefirió el martirio con la más firme de las hijas. Barco se refiere a Santas Juana y María. La mayor parte de la información que emplea aquí el P. Barco procede del manuscrito del franciscano fray Juan Lendínez: "Augusta Gemela Ylustrada con los pueblos de su Partido, oy Villa de Martos" que se escribió diez años antes que el de Barco, en el año 1778.

Cuenta el P. Lendínez que ambas, la hija del alcayde tosiriano y su doncella, fueron torturadas y a la postre las sacaron de la Alhambra atadas a dos caballos, arrastrándolas hasta el lugar que ocuparía posteriormente el Colegio de Clérigos de San Gregorio en Granada. Allí, a la hora del Ángelus, puestas de rodillas las dos tosirianas fueron degolladas o decapitadas. La razón de los dos luceros que se sumarían al lucero de Martín Fernández de Arciniega se encuentra aquí, puesto que como transmite el P. Lendínez:

"Al punto que consumaron su glorioso martirio, aparecieron en el Cielo dos Astros refulgentísimos que venciendo al Sol en claridad, dirigían sus portentosos rayos a los sagrados cuerpos, bañándolos con ellos, dando a entender el Cielo con asombro de los moros que si los cuerpos de las sagradas vírgenes cayeron muertos en el suelo, sus almas pasaron a mejor vida de gloria".

Está claro, por lo tanto, que el campo que vemos a la izquierda de nuestro escudo partido de la calle Don Diego corresponde a los Fernández de Martos. En cuanto a la parte que vemos a la derecha digamos que porta las armas más antiguas, como se infiere de la figura del dragón. Se trata de las armas heráldicas de los Fernández de Arciniega. Sabemos que Martín Fernández de Arciniega, al que nos hemos referido más arriba, era escudero de Alvar Pérez de Castro; no consta en los listados que han llegado a nosotros que perteneciera -como dice el P. Barco- a la Orden de la Banda, aunque los Pérez de Castro sí que figuran en los elencos de caballeros de dicha orden (y recordemos que Martín era escudero de Alvar Pérez de Castro). Lo que sí nos parece incuestionable, a la luz de los datos que vamos a aportar, es que los blasones de esta parte del escudo son los de los Arciniega. Indiquemos que tanto el dragón como el otro cuadrúpedo (en caso de ser lebrel) tienen un significado simbólico en heráldica que es la defensa heroica de las fortalezas encomendadas por el rey a sus vasallos, tal y como hiciera Diego, el descendiente de Martín y el mismo Martín ganando la Puerta de Martos de Córdoba.

Posteriormente, a principios del siglo XVI, parece que una rama de esta prolífica familia de los Fernández de Martos, en su origen afincada en Martos y Torredonjimeno, pasó a Huelma donde los encontramos también. Otro asunto es que no parezca del todo claro si estos Martos de Huelma jugaron limpio a la hora de hacer valer su hidalguía cuando se establecieron en Huelma; así lo puso de manifiesto el trabajo de nuestro amigo el investigador D. Rafael Galiano Puy que presentó material suficiente del que se desprende que Antón de Martos el Viejo, el primero en instalarse en Huelma procedente de Martos, pudo manipular ciertos datos para ganar la hidalguía en Huelma. Pero no creemos que sea incierto lo que el dicho Antón de Martos el Viejo alegaba, sabiéndose descendiente de los que habían ganado la villa de Martos en 1224 y añadiendo también que antepasados suyos habían defendido Martos con otros parientes de la ofensiva de Ismael rey de Granada, la del año 1322. Y aquí merece que remembremos aquel dicho que todavía se oye (aunque desposeído de su sentido original): "De Martos, con pocos hartos; de Torredonjimeno, con menos": lo que significaba en su origen que bastaba con pocos varones (y hasta mujeres), si eran de Martos, para defender un castillo y, si eran de Torredonjimeno, con menos había los suficientes. El dicho encuentra su sentido en estas familias que defendían como leones las plazas encomendadas por el Rey a su cuidado. Pero, dejando estas cuestiones a un lado, lo que me interesa destacar es que el escudo de los Martos que se halla en la Plaza España de Huelma (Nicás Moreno lo fecha en el siglo XVIII) trae un dragón de sinople y un castillo de oro, aunque guarde otra disposición.

Volviendo a la parte más enigmática del escudo de nuestra calle Don Diego digamos que no ofrece ninguna duda que en él están los blasones de los Arciniega. Me baso para aseverar esto en el árbol que agarra la mano por el nacimiento de la copa que es una encina y, en vascuence, "Artziniega" vendría a significar "los del encinar". La villa de Arciniega en la provincia de Álava tiene una indudable relación con la encina. En primer lugar, diremos que etimológicamente el topónimo "Artziniega" se forma con el sustantivo vasco "Artzi" más la desinencia "-(ni)ega" que equivale en euskera a la desinencia "-eka": tanto la desinencia castellana "-ega" derivada del euskera "-eka", como la euskera vienen a significar "propiedad", "pertenencia", "heredad"). Además de las frondosas encinas que en aquella tierra de nuestros orígenes existen, resulta que en Arciniega la Virgen Patrona recibe desde tiempos ancestrales el título de Nuestra Señora de la Encina; según la piadosa tradición la Virgen María se apareció a una pastora en una encina que todavía se yergue enhiesta allí mismo, propincua al Santuario que se le erigió y que concita la devoción de Álava, Vizcaya y Burgos. La encina de Arciniega mide 25 metros de altura y, desde 1995, dicha encina se halla incluida en la declaración de Árboles Singulares del País Vasco (puede vérsela aquí enlazada). Su antigüedad es inmemorial.

En cuanto a la Casa en que hallamos estos escudos pétreos digamos que, conociéndosela como Casa de Moyuela (o Moyica, como cita Ureña Uceda), fue conocida en tiempos más remotos como Casa del Parrón, por la enorme parra que incluso, según cuentan los antiguos, podía verse desde la calle.

 

Portada de la fachada de la Casa de los Fernández de Arciniega/Fernández de Martos


BIBLIOGRAFÍA:

Nicás Moreno, Andrés, "Heráldica y genealogía en el reino de Jaén".

Ureña Uceda, Alfredo, "Patrimonio arquitectónico y urbanismo en Torredonjimeno. Desde los inicios de la Edad Moderna hasta la actualidad".

Barco, Fray Alejandro del, "Las Colonias Gemelas reintegradas...".

Lendínez, Fray Juan, "Augusta Gemela Ylustrada..." (manuscrito inédito, del que disponemos)

Recio Veganzones, Fray Alejandro, "Hidalguía y origen del apellido 'Martos'", REVISTA ÓRDAGO, nº 1, Torredonjimeno, noviembre de 1998.

Foro "Alejandro del Barco", "Santas Juana y María, mártires tosirianas", REVISTA ÓRDAGO, nº 2, Torredonjimeno, marzo de 1999.

miércoles, 1 de julio de 2015

RELIQUIAS DE NUESTRA AUTÉNTICA MÚSICA FOLK PERDIDA


 

TRILLERA DE TORREDONJIMENO

Manuel Fernández Espinosa 


La "trillera" es un cante campesino que, como su nombre indica, guarda relación con las labores de la trilla. Se compone de cuatro versos, heptasílabos el primero y el tercero y pentasílabos el segudo y el cuarto. Su procedencia parece estar en Castilla la Nueva y La Mancha, aunque en Andalucía se ha "aflamencado": la "música" que lo acompañaba originalmente era el acompañamiento de los cascabeles que colgaban de los aparejos de las bestias que trabajaban. Las eras eran el escenario en que se realizaba esta labor que era trabajo, pero también tenía un componente lúdico, pues los niños eran los indiscutibles protagonistas, montrados sobre las trillas.

Gracias a nuestro amigo flamencólogo Antonio Moreno Ruiz descubrimos hace unos meses esta "trillera de Torredonjimeno" que merece un breve comentario.
La letra dice así:

Botijo de La Rambla
Tengo en la era
Que me lo dio Rosario
La Manijera.

En cuanto al "botijo" que se menciona cabe precisar que se pone de manifiesto las relaciones comerciales entre Torredonjimeno y La Rambla (Córdoba). Las relaciones entre Torredonjimeno y La Rambla son muy antiguas, puesto que en febrero de 1521 ya hay constancia de la presencia de las autoridades municipales de Torredonjimeno en La Rambla, en la reunión que hubo de los concejos afectos a Carlos I de España y V de Alemania para refrendar su adhesión al Emperador y organizar la lucha contra la rebelión comunera. La Rambla, además de ello, es conocida por su artesanía tradicional más notable, cual es la alfarería. El "botijo de La Rambla" que se refiere en nuestra trillera indica que el tráfico de objetos de cerámica de La Rambla a Torredonjimeno era una realidad y, teniendo en cuenta que había otras poblaciones alfareras mucho más próximas a Torredonjimeno que La Rambla: Andújar, Arjonilla, Bailén... Que sea de La Rambla, por su calidad, remarca cierto carácter de buen trato a los trilleros.

En lo que concierne a "Rosario La Manijera" que se nombra para alabanza de ella, digamos que descubrimos ciertas referencias a una tal Rosario Ureña (vivió a mediados del siglo XVIII) que, al quedar viuda, se ocupó de la labranza de su patrimonio familiar y el heredado de su difunto esposo, siendo muy conocida en la villa como se desprende de algunas referencias en archivos (que incluso hablan de su pozo y aluden a la mucha gente que contrataba, como "manijera" para las labores del campo.)

POST DATA:
 

A 10 de julio de 2015 añado el texto al que aludía en el artículo que publicábamos más arriba. Hablábamos de Rosario Ureña, la tosiriana a la que aludía la canción de trilla de nuestro acervo, pero queremos presentarla para que no quede duda de su existencia histórica y de haber sido localizada por nosotros. Para eso me complace reproducir una de las noticias del siglo XVIII que hallamos nosotros mismos en los archivos parroquiales de Santa María de Torredonjimeno. El pasaje pertenece a una especie de anuario del siglo XVIII, manuscrito por uno de los sacristanes o capellanes de Santa María, en el que se va registrando, mes por mes, los avatares de la cosecha y dice textualmente así (nos tomamos la licencia de adaptarlo a la ortografía actual, para mejor intelección del lector) El anónimo autor del texto dieciochesco está hablando de los sucesos del año 1753:

"...y estando casi (en el día once) toda, o la más parte de las mieses en las eras trilladas y llegadas para la mucha gente que entraron los labradores, como asimismo carretas y trilla, volvió a llover ese día con bastante gana y prosiguió con humedad; de suerte que todos empezaron la simienza, se perdió todo cuanto había en las eras y los trigos que estaban por segar, ofrecieron las espigas saliendo tallos de todos los granos.

Estaba en el día once de este mes de octubre empezando a segar treinta fanegas de tierra de cebada en el cortijo de la Cañada del Moro, Rossa de Ureña (viuda de Juan de Ureña, en la Cerca Baja, junto al pozuelo), y se vinieron los segadores, por la mucha agua. Continuaron las aguas con mucho exceso, sin poderse sembrar tres o cuatro días, y luego aclaró y por el día 28 de este mes de octubre andaba buscando segadores para la cebada, que los trigos así en pie, como en gabillas se los habían echado al ganado de suerte que este año no hubo bellota, pero tuvieron los cerdos una gran montanera en las eras y con las gabillas y con lo que estaba por segar".  

Aunque en el texto pone "Rossa de Ureña", hallada su partida de bautismo el nombre de pila era Rosario.
Abajo la trillera de marras:

miércoles, 24 de junio de 2015

LAS SEIS RÚAS DE LA PLAZA

 

En la fotografía: Autoridades franquistas, brazo en alto, en el balcón del Palacio Municipal de Torredonjimeno (Agradecemos esta fotografía histórica a Luis Morales Quesada)



LAS SEIS RÚAS DE LA PLAZA


Nuestras vidas son seis calles
que van a dar a la Plaza,
allí nos desembocan,...

desde nuestras casas,
cada uno con sus andares
buscando a quien nos cuente
lo que pasó... o lo que pasa.

 
Nuestras vidas son seis calles
que van a dar a la Plaza,
que es la vivienda diaria:
La Muela, Rabadán,
Mesones, San Pedro,
la placeta Pablo Casals
y la calle El Agua.


La torre del reloj, cívica
cual cura que colgó la sotana,
no levantó más palmos que la sacra
torre del campanario parroquiano:
su reloj se declara fraudulento
por simular exactitud con el tiempo,
tan lejos de la verdad de la campana.

 
Nuestras vidas son seis calles
viejas, angostas y anchas, cuyos cauces
nos llevan y nos traen vecinos
que pasan, como nosotros, raudos
o parsimoniosos, que con la vida
contratan una incierta paga.

 
En el centro invisible el agua mana
de una fuente: los alcaldes mandaron
erigir en medio de la plaza un surtidor,
de agua risueña, a la que nadie mira,
ascendiendo en columna fluida y espumosa,
como monumento a la efímera constancia.

 
Vez hubo en la plaza un cadalso
donde ahorcaron a seis rebeldes,
y todavía queda una infame pared
en la que, siglos después, fusilaron
a otros seis cuyo delito fue el hambre:
víctimas de un estatal culto sanguinario.

 
La vida es como la plaza que paseamos,
por las calles andorreamos, vamos
a veces con meta y otras sin propósito;
por San Pedro, procesión; procesiones
de Semana Santa, procesiones por dentro
de cada vecino que atraviesa la Plaza.

 
Los balcones del Cabildo y su Concejo
se asoman a la Plaza sin otro remedio:
ven que sigue el Casino en su esquina
y el Regina quieto, tan duraderos,
a veces extrañan que no pase tal vecino:
"Se ha muerto" -sentencia alguno sabihondo.

 
Seis son los afluentes de un exiguo caudal
de vidas caducas y familias perennes,
por las seis rúas vienen y van paisanos
y hasta forasteros; a los que se mira
por no reconocérselos. Si se trata de ser
cabales: aquí estamos cumpliendo milenios.

 
Seis fueron los ahorcados en mil
seiscientos cincuenta y tantos,
en la Plaza. A seis, en mil novecientos
cuarenta y algo, allí los fusilaron.
Nos llaman Torredonjimeno en los papeles
pero en el secreto tenemos otro nombre:
"nosotros" nos llamamos, a veces no siéndolo.

 
Manuel Fernández, Torredonjimeno, Día de San Juan de 2015.

lunes, 22 de junio de 2015

LA INFLUENCIA DE ROMA EN LA COMARCA DE MARTOS


"Portada del nº 8 de la Revista Órdago,en donde se hacía mención de lápidas y hallazgos de Roma en Torredonjimeno"

Luis Gómez

El pasado día 8 de junio, en el programa de radio “La Cruz de Calatrava” que dirige José Carlos Gutiérrez en Radio Jamilena FM, tuvimos la ocasión de hablar sobre el importante legado que Roma dejó en la comarca de Martos, en Torredonjimeno y su término, en Jamilena así como en el resto de la provincia.
De Roma somos herederos, no sólo debido a la influencia del idioma, sino en sus leyes, en su filosofía, en su derecho etc.

En la Revista Cultural órdago nº 8, de Noviembre de 2003, ya tuvimos ocasión de aportar unas pinceladas de ese pasado en nuestro término. Artículos como el que escribiera nuestro querido P. Fray Alejandro Recio Veganzones sobre la “inscripción de Marco Aurelio” en relación a la lápida que en Benzalá –antigua Batora romana- dedicaran al emperador y que fue hallada y estudiada por nuestro amigo franciscano. O el ara funeraria dedicada a Júpiter, encontrada en Torrefuencubierta y que se puede contemplar en la actualidad en el Castillo de Torredonjimeno. Por no hablar de las lápidas que se hayan empotradas en sendos muros de dos templos tosirianos el de Santa María y de las MM. Dominicas. 


"Base que soportaba una estatua ecuestre de Publio Fabio Juliano. Encontrada en Benzalá actualmente se encuentra en una de las esquinas de la Iglesia de Santa María de Torredonjimeno. Su estado actual, muy deteriorado por el tiempo, la hace prácticamente ilegible. En la revista Órdago nº 8 reprodujimos el texto que la exornaba"

Se quedaron algunas lápidas más por apuntar, pero la falta de espacio en aquella ocasión, hizo que nos fuese imposible el reproducir todo el patrimonio romano que se encuentra catalogado y estudiado sobre nuestro pueblo en un solo número de la revista.

En esta ocasión, demás de reproducir los enlaces de audio y de vídeo del programa de radio, dejamos para deleite de nuestros lectores, las peripecias que  una lápida encontrada en nuestro pueblo hubo de pasar hasta llegar a su destino final. 



"Lápida funeraria en honor de Cassia Monanila (Estela que da nombre a la Asociación Cultural y al Blog). Encontrada en Jamilena, en la actualidad se encuentra ubicada en una de las esquinas del Convento de Madres Dominicas de Torredonjimeno".   



Pinchando aquí, el enlace le llevará al audio completo del programa que sobre Roma se grabó en Radio Jamilena FM el pasado 8 de junio. Programa "La Cruz de Calatrava", dirigido por José Carlos Gutiérrez y realizado en colaboración del especialista en Roma D. José Antonio Serrano y el Historiador D. Luis Gómez


NOTICIA DE MEMIO EL TOSIRIANO, DESCENDIENTE DE RÓMULO

Manuel Fernández Espinosa


                D. Juan Montijano cita en su libro "HISTORIA DE LA IBÉRICA TOSIRIA" (pp. 32-33) una lápida que podría ser la primera noticia epigráfica del nombre pre-romano de nuestra localidad: Tosiria.
 
                "...otro argumento arqueológico se trata de una piedra que indica que, a doce pasos, P.P. XII, en donde se puso, tal vez sería el lugar en que fue hallada, estuvo sepultado un tal Memmius Tosirianus. Sobre estas dos palabras, hay otras dos letras, tipo capital romana, y una fecha en números griegos. El conjunto de todo ello dice: "A doce pasos está sepultado Memmio Tosiriano".
 
                "La falta de un gran espacio de esta lápida sepulcral nos priva de leer las letras que, según costumbre romana, se ponían, antes y al final de estas laudas o inscripciones, que eran las siguientes: "Diis Manibus Sacrum", o sea, "Consagrado a los dioses de los difuntos"; y la terminación usual que la constituían cuatro letras, capitales también, y que eran S.T.T.L., que traducido al castellano decían: "Séate la tierra liviana". Hasta aquí lo que D. Juan Montijano dejó escrito, no obstante, la desaparición física de esta lápida sepulcral, sin que sepamos su actual paradero, nos ha frenado a la hora de publicarla.
 
                Ha sido la noticia que hemos hallado en otra fuente la que nos ha animado a divulgarla en este número de ÓRDAGO, sustancializando la breve noticia que nos ofrece D. Juan Montijano. El testimonio, mucho más académico que la descripción de nuestro cronista local, nos la proporciona fray Agripino Cabezón Martín, O.F.M., en su libro "Epigrafía Tuccitana" [Archivo español de Arqueología, volumen XXXVII -1964, números 109-110] nos dice textualmente:
 
                "Fragmento de mármol de Cabra, de color rojo con vetas blancas. Fue hallado en la casa que perteneció a D. Miguel Gómez Damas, generalísimo del Ejército carlista del Sur, en la calle D. Ginés de Perea, nº 9. Se conserva en casa de D. José Rodríguez Lara, carpintero, en la calle general Varela, nº 11 [actual Postiguillo, 13.].
 
                "Reconstruyendo un poco:

"d.m.s./.../.../in.f.P.XIL./...mEMMIVS.../...TOSIRIanus/s.t.t.l.

                "En la palabra "tosirianus" está indicada la patria del difunto. Es de notar que aparece con S y no con X, como se suele ver escrito muchas veces el nombre de Toxiria (sic).
 
                "Por este fragmento podemos ver la correspondencia entre Tosiria y la actual Torredonjimeno, según se venía creyendo ya por la mayoría de los autores. Hasta el momento no hay ninguna inscripción geográfica en que se mencione esta ciudad, por lo que consideramos de gran importancia el fragmento para su identificación. Memmius es bastante frecuente en España. Aparece en Martos, Bobadilla (cerca de Antequera) y Estepa dos veces.
 
                "Las dimensiones del fragmento son las siguiente: 23 cm de ancho, por 20 de alto y 23 de grueso. La interlineación es de 1 cm, uniforme. Las letras son capitales cuadradas (siglo I-II) algo alargadas, sobre todo en el renglón primero; de incisión profunda y calidad elegante."

                Esta descripción epigráfica corrobora el testimonio de D. Juan Montijano que se hacía eco de esta lápida, aparecida en Torredonjimeno y desaparecida en nuestros días. ¿Pero dónde se encontró y qué ocurrió con ella?
 
                Hemos seguido la pista de esta lápida y nos parece que estamos en la posición de avanzar una hipótesis sobre su ruta.
 
                La lápida fue hallada, como nos dice fray Agripino Cabezón, en la calle Ginés de Perea, en el que fuera antiguo domicilio de D. Miguel Gómez Damas, según el epigrafista franciscano. Y tal vez se trate de la misma lápida a la que aludió de pasada fray Alejandro del Barco en su libro "Las Colonias Gemelas reintegradas..." de 1788, haciendo esta somera mención: 

                "Otra piedra sepulcral existe hoy en el frontispicio de la fuente de un jardín que tienen los Padres Mínimos que se hallaba años pasados en la pared de un casa en la calle que llaman de Perea."
 
                Sin que nos diga nada más sobre ella.

                Tenemos así que la lápida de Memmio estaba originariamente en una casa de la calle Perea para pasar posteriormente al jardín del llamado "Conventico" de la Victoria. Tenemos que suponer que allí estuvo hasta que el Convento fue demolido para construir la Casa Municipal de Cultura y el edificio de los Sindicatos, siendo alcalde D. César Gallo. D. Juan Montijano, según él mismo nos confesó, se encargó de que esta lápida no se perdiera en las obras de demolición del antiguo Convento de la Victoria, poniéndola a salvo en casa de su amigo D. José Rodríguez Lara, "el Valenciano", de oficio carpintero y domiciliado, como nos cuenta fray Agripino, en la  calle general Varela, nº 11 [actual c/ Postiguillo, 13.]. Allí estuvo a buen recaudo hasta que un día D. Juan Montijano pensó que la lápida sepulcral de Memmio, así como había adornado la fuente de los Mínimos, podría exornar el patio de la casa de las Hermanas Filipenses, sito en la calle Parras Bajas (donde actualmente residen las hermanas del Padre Nuestro). Una vez que se trasladó la piedra le perdemos la pista en esta casa, tal vez -según lamentaba D. Juan- en algunas obras de remodelación llevadas a cabo en la pía casa la piedra fuera a parar a la escombrera.
 
                Pero, ¿quién era Memmio el Tosiriano? Nos cuenta fray Alejandro del Barco que la familia de los Memmios "...era de las plebeyas, y se jactaban de que descendía de Rómulo, a quien, con más frecuencia que a Marte se le daba el nombre de Quirino, y aún lo tenía por antonomasia, según la expresión de Virgilio: "Remo cum frates Quirinas jura dabat".
 
                "Los Memmios y los Obstatos se establecieron en varios pueblos de nuestra Bética, como acreditan estas lápidas..." (La Antigua Ostippo y actual Estepa, p. 235).

                De ser cierto, resulta que el primer "tosiriano" podía autotitularse descendiente de Rómulo, uno de los dos fundadores de la eterna Roma.

                Lo más importante es que estamos ante el primer documento -epigráfico- en que aparece por escrito el gentilicio "TOSIRIANUS".