martes, 16 de junio de 2015

POETAS DE JAÉN POR LOS BOÉRS

 
INTRODUCCIÓN HISTÓRICA: LA GUERRA ANGLO-BOÉR
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
UN POCO DE HISTORIA


En Kimberley, en el Estado Libre de Orange, aparecieron yacimientos diamantíferos en 1870. Los diamantes descubiertos se encontraban en tierra de colonos boers. Estos hallazgos desencadenaron las ambiciones de los colonos británicos de El Cabo. Y George Berkeley, gobernador de El Cabo, se anexionó los territorios en que yacían los diamantes. Era el año 1872.


Gran Bretaña se propuso, a partir de 1875, lograr la federación de toda Sudáfrica. Para ello tenía que someter a los aborígenes africanos y doblegar a los boers. Los británicos pudieron someter a basutos y matabeles, acordando con los reyezuelos negros. Pero someter a los boers era más difícil.


En abril de 1877, Inglaterra derrotó a Paul Kruger y se anexionó la República Surafricana de Transvaal. La intervención británica fue una violación del acuerdo de Sand River (1852) por el cual había nacido la República de Transvaal. En 1880, Transvaal se declaró independiente de Gran Bretaña y eligió a Paul Kruger como presidente. El año 1881, George Colley fue derrotado por los boers en Laingis Nek y Majuba por dos veces consecutivas y el gobierno británico del liberal Gladstone se vio forzado a reconocer la República de Transvaal.
En 1885 aparece oro en Witwatersrand, en territorio de la República de Transvaal. Cecil Rhodes, un empresario ambicioso, había creado en 1880 la empresa De Beers Mining Corporation para explotar los diamantes de Kimberley. Ahora intervino en la explotación del oro de Witwatersrand. Se le ocurrió a Rhodes expandir el imperio británico al norte de Limpopo. Oswald Spengler consideraba en su libro “La decadencia de Occidente” que Cecil Rhodes era “el primero hombre de una época nueva. Representa el estilo político de un futuro lejano, occidental, germánico, y particularmente alemán.” Lord Salisbury desautorizó a Rhodes, para quien “la expansión lo es todo”; pero la orden llegó tarde. Cecil Rhodes ya lo había hecho, logrando simultáneamente un doble objetivo que acariciaba el imperialismo británico: impedir que las colonias portuguesas de Angola y Mozambique se unieran en un todo y a la vez aislar a los alemanes en las costas atlánticas al sur de Angola. En 1889 la Compañía Británica de Sudáfrica que dirigía Rhodes lograba una Carta Real que le autorizaba ampliar su territorio a expensas de Transvaal. Así se formó Rhodesia.


En 1891, L. Starr Jameson era nombrado administrador del territorio de la Compañía Británica de África del Sur. En 1893, la colonia británica de Natal recibía el autogobierno, mientras que El Cabo se anexionaba Pondolandia –obturando el acceso de la República boer de Transvaal al mar. Kruger, tras ser reelegido por tercera vez, seguía siendo presidente de Transvaal. La colonia lusitana de Mozambique permitió que por ferrocarril la República de Transvaal –con capital en Johannesburg- comunicara con el Océano Índico.
El 29 de diciembre de 1895, Starr Jameson, instigado por Chamberlain y Rhodes, marchó contra Transvaal desde Bechuanalandia. En enero fue frenado por los boers en Doornkop. El Kaiser Guillermo II felicitó a Paul Kruger por telegrama. El Parlamento británico acusó a Jameson y éste tuvo que dimitir. Transvaal se dispuso a defenderse de una nueva acometida: compró armas y municiones, fortificó Pretoria y Johannesburg y firmó una alianza con el Estado Libre de Orange.

El 24 de marzo de 1899 los “uitlanders” –llamados por los boers “forasteros”: aventureros británicos que trabajaban en territorios boers las minas de diamantes y oro- hicieron una petición a la reina Victoria, quejándose por la discriminación de que eran objeto en la tierra boer. La reina Victoria pidió “la igualdad de derechos para todos los hombres civilizados al sur del Zambeze”: demagogia que trataba de minar la República de Transvaal. Kruger declaró que esa igualdad de derechos sería plena tras siete años de residencia. Chamberlain propuso investigar conjuntamente la situación de los “uitlanders”. Kruger no aceptó esta intromisión británica que ponía en cuestión la soberanía de Transvaal. Kruger presentó un ultimátum a Gran Bretaña a finales de 1899, con el apoyo del Estado Libre de Orange. El 12 de octubre de 1899 estallaba la guerra anglo-boer.


Las columnas de Redvers Buller fueron batidas por los boers en lo que la prensa británica denominó “semana negra” (del 8 al 15 de diciembre de 1899). Inglaterra se vio forzada a movilizar voluntarios canadienses y australianos. En enero de 1900 tomó las riendas de la situación el general Frederick Roberts, con lord Kitchener –vencedor de Sudán. La ofensiva británica se enderezó y el último día de agosto las fuerzas británicas entraban en Johannesburgo. Kruger buscó la ayuda del Kaiser, pero éste se negó a recibirlo: Inglaterra y Alemania habían firmado un tratado secreto. Portugal, a cambio de serles respetadas sus posesiones africanas, se había convertido en aliado de los británicos, permitiéndole a la Royal Navy carbonear en la capital de Mozambique y cerrándole el paso a las armas que pudieran servir a la causa boer. El 25 de octubre Gran Bretaña se anexionaba oficialmente la República de Transvaal. La guerra prosiguió a lo largo de 1901. En ese entonces, un oscuro periodista inglés, Wiston Churchill, que se encontraba en Sudáfrica había telegrafiado desde Durban al “Morning Post”: “Si se repasa la situación completa, es una necedad no reconocer que estamos luchando con un enemigo formidable y terrible. Las grandes cualidades de los ciudadanos aumentan su eficacia […] el bóer, si actúa en un terreno adecuado, equivale a entre tres y cinco soldados regulares”.


La guerra prosiguió a lo largo de 1901. Partidas de guerrilleros boers seguían en pie de guerra contra la pérfida Albión. Los británicos, bajo el mando de Kitchener, arrasaron granjas, confinaron en campos de concentración a mujeres y niños boers. Pero sin ayuda efectiva de ninguna otra potencia europea, los boers estaban perdidos. El 31 de mayo de 1902 se firmó la paz en Vereeniging. Gran Bretaña tuvo 5.774 bajas en el campo de batalla y 16.000 británicos murieron por enfermedad. Los boers sólo tuvieron 4.000 bajas.



LA GUERRA ANGLO-BOER VISTA DESDE ESPAÑA


El tradicionalista Vázquez de Mella lo había dicho con claridad meridiana: “Unirse a Inglaterra, cooperar con Inglaterra, es trabajar contra los intereses y las exigencias de España. Ser anglófilo resulta ser hispanófobo… No existen en el planeta dos pueblos que tengan intereses geográficos más opuestos que Inglaterra y España”. El político tradicionalista comprendía, mejor que nadie, que “Nuestra grandeza es incompatible con Inglaterra.”
Pero no sólo fue el sector tradicionalista el que cerró filas con la causa boer en España. El hispanista E. Inman Fox demostró que la novela folletinesca titulada “La guerra del Transvaal y los misterios de la Banca de Londres” (firmada por un inexistente Van Piel Krupp) y publicada por entregas en “El País”, desde primeros de abril de 1900 hasta el 6 de enero de 1901, fue obra apócrifa de Ramiro de Maeztu. En un principio, incluso se contaba con la colaboración de Pío Baroja, Ramón María del Valle-Inclán y Camilo Bargiela. Al final, el peso de toda la novela (94 folletines) recayó sobre el talento de Ramiro de Maeztu.


La novela contaba con capítulos verdaderamente sugerentes; valga por caso éste que, según la concepción del autor, formaría parte de la Tercera Parte: “Inglaterra en poder de los judíos”, algunos de los cuales, pese a ser anunciados, no conocieron su publicación.


El conflicto anglo-boer acaparó la atención de toda Europa. Los países enfrentados con Inglaterra apostaron en un principio a favor de los “afrikáners”. Incluso los españoles católicos, haciendo abstracción del calvinismo rigorista que seguían los boérs, mostraron sus simpatías por los boérs en guerra contra Gran Bretaña, a la que no podremos perdonarle jamás la traición con la que nos arrebató Gibraltar, aunque como bien nos recordara el eminente Vázquez de Mella: “No se trata sólo de la plaza de Gibraltar; se plantea muy mal la cuestión: se trata de la soberanía sobre el Estrecho de Gibraltar”. Si hojeamos los periódicos españoles de la época, nos asombrará el interés que la opinión pública española mostraba por la deriva de aquellos acontecimientos históricos que tenían lugar en África austral: artículos de prensa, manifestaciones públicas y hasta una “kermesse” hubo para recaudar fondos con que apoyar a los boérs.
 
La guerra anglo-boer también fue para los poetas de provincias un motivo de inspiración. Los giennenses doña Patrocinio de Biedma y Lamoneda o D. Francisco de Paula Ureña Navas son ejemplos de ello.

Semblanza biográfica y poemas de Doña Patrocinio de Biedma y D. Francisco de Paula Ureña en la 2ª parte: POETAS DE JAÉN A FAVOR DE LOS BÓERS: LOS POETAS Y SUS POEMAS

lunes, 8 de junio de 2015

Torredonjimeno en los días previos a la Batalla de Bailén.


"Portada del Nº 3 de la Revista Cultural Órdago de Torredonjimeno, en donde se publicó un especial sobre la Guerra de la Independencia"


Luis Gómez

Desde las páginas de la Revista Cultural Órdago de Torredonjimeno hemos tenido ocasión de tratar el tema de la Guerra de la Independencia y sus consecuencias, así como las vicisitudes que acompañaron a los tosirianos en dichos momentos en muchas ocasiones.

En el nº 3 de la revista, en septiembre de 1999, se publicaron los artículos: “Prolegómenos a la invasión de España: la revolución francesa” de Juan Ortega Cózar, “Guerra en España: un pueblo que enseño a Europa a luchar por su libertad” de un servidor, o “La Guerra de la Independencia vivida en Torredonjimeno” de Manuel Fernández, los cuales dieron buena cuenta del tema.

Más tarde, en noviembre de 2003, en el nº 8 de la revista editada en papel impreso, podemos leer otro artículo sobre este tema de la pluma de Manuel Fernández Espinosa titulado: “El tosiriano que defendió la ciudad de Jaén” dedicado a la figura de D. Fernando Mª del Prado, quien estuvo defendiendo la ciudad de Jaén durante la ocupación napoleónica; por no hablar de la primicia que publicábamos de la mano de nuestro querido amigo Fr. Alejandro Recio (q.e.p.d.) sobre un texto del P. Fr. Salvador Laín Rojas O.F.M. titulado: “Napoleón en Bujalance” donde se daba cuenta de un manuscrito inédito de dicho autor en el que se aventuraba la posibilidad de que el emperador corso hubiese estado en persona en la villa de Bujalance. Más tarde, en el año 2008, en el nº 11 de la Revista Órdago, en pleno aniversario de la contienda, nos volvíamos sobre el tema con “La verdadera historia del tío Francisco el Chocolatero” (artículo de M. Fernández), en el que relata las peripecias del citado Francisco como presunto espía y en  marzo de 2009, en el nº 12, podíamos encontrar artículos como “Cartas sobre la rodilla”  una magnífica aportación en la cual reproducíamos tres cartas inéditas hasta ese momento de soldados españoles que participaron en diferentes combates durante la ocupación francesa. Además, se completaba dicho número con otro aporte más titulado “Espías franceses en Torredonjimeno”, escrito por Luis Gómez y en el que se relata las vivencias y pormenores que acontecieron en la localidad y la susceptibilidad del pueblo a la hora de ver en todos los extranjeros un posible espía al servicio de Napoleón.

Como se puede ver, el tema ha sido muy tratado, aunque no por ello se ha concluido o se ha dicho todo lo que se tenía que decir sobre el particular.

Antes de la publicación de libros temáticos nacidos al calor del II centenario de la Batalla de Bailén, tipo “Capitulación de Dupont en Baylén” de Raimundo Muñoz García (obra de autor, Jaén 2008) tenemos las obras de “La sociedad de Jaén ante la invasión napoleónica (1808)” de Francisco Valenzuela Saavedra, (I.E.G. 2000) o “Entre la guerra y la paz. Jaén (1808-1814)” de Manuel López Pérez e Isidoro Lara Martín Portugués (Universidad de Granada 1999).

Ya en el año 2007 y ante la inminencia del segundo centenario de la Batalla de Bailén, otros autores inundaron las librerías con literatura sobre este tema. Un ejemplo son los libros “El sueño de la nación indomable” de Ricardo García Cárcel (Temas de Hoy, 2007), “Un día de cólera” de Arturo Pérez Reverte (Alfaguara, 2007), “Como lobos hambrientos” de Fernando Martínez Laínez (Algaba 2007) “La Guerra de la Independencia en España (1808-1814)” de Antonio Moliner Prada (Nabla, 2007) entre otros. Sin olvidar algunos textos ya añejos pero que verían otra vez la luz gracias al evento antes citado, como el libro “Memoras de un recluta de 1808” de Luis François Gille, obra escrita por dicho autor en 1892 y reeditada en varias ocasiones, la última en 2010 de  mano de la editorial Renacimiento.  


Como se puede ver, la literatura sobre la Guerra de la Independencia es extensa y de fácil acceso para el interesado. 


"El General Castaños y el general Teodoro Reding, artífices de la victoria de las armas españolas en la Batalla de Bailén y de quienes algunos autores creían que había rivalidades y que carecían de un plan de batalla (NOTA: El  general que aparece a la derecha de esta composición no se corresponde con la del general Teodoro Reding sino a la del General Antonio Malet, marqués de Coupigny, jefe de la 2ª división del ejército de Andalucía también combatiente en la Batalla de Bailén)."

En esta ocasión nos centramos en un pequeño texto que publicó la Revista Alhambra en 1911, el cual hacía referencia a los problemas de mando y enfrentamientos que algunos historiadores presumieron ver entre el General Castaños y el General Reding, ambos, verdaderos artífices de la victoria de las tropas españolas en Bailén.

Hacemos esto tras comprobar en dicho documento, que parte de las tropas que partirían para el combate ese día, ya estaban acantonadas en nuestra localidad, tal y como se refleja del texto que reproducimos.  

“No merecen gran crédito las noticias que acogieron algunos historiadores y que quieren significar rivalidades y disgustos entre los generales Castaños y Reding, verdaderos jefes y directores de la campaña, antes ó después de la batalla de Bailen. Hay un documento entre los que pertenecieron
á Castaños, y que publicó no ha mucho tiempo la Revista crítica de Historia y literatura, que es de grande importancia para demostrar que había un plan de combate, y que Castaños y Reding estaban de perfecto acuerdo: un oficio dirigido al coronel Valdecañas, y que dice así:
«Para berificar las ideas del Excmo. Sr. General en Gefe del Exército, á cerca del Plan de operaciones, procederá V. con todas las tropas que se hallen en Torrejimeno á realizar el mobimiento que indique á V. el Ayudante del General Reding que lleba todas las órdenes é instrucciones convenientes. Dios guarde á V. muchos años. Arjona 12 de Julio de 1808.—Castaños.—Sr. Comandante de las Armas de Torrejimeno”.


Es decir, siete días antes de la batalla de Bailen, el coronel Valdecañas, estaba en la localidad tosiriana con algunos de los soldados y caballeros que participarían con posterioridad en el hecho armado más significativo de la guerra de Independencia dentro de lo que se denominó “columna volante” es decir, una aportación de soldados y caballería integrada por voluntarios y que tuvo algunas acciones destacadas en los días que nos ocupan. 


"Carga de caballería del Regimiento de Línea español en la Batalla de Bailén. Óleo de Augusto Ferrer Dalmau"

D. Pedro Pablo Valdecañas y Ayllón (nacido el 30 de junio de 1758), era natural de la localidad cordobesa de Lucena, donde a día de hoy todavía se puede divisar su escudo de armas empotrado en la pared de la que fuera su casa solariega, el cual, según el libro “Heráldica y genealogía de Cabra, de Córdoba, de Doña Mencía…” podemos leer:

Usa partido 1º en oro, una torre al natural, de cuyo homenaje brotan llamas de gules. 21º dos jabalíes de en palo. En este expediente aparece alrededor de este escudo un Toisón de Oro y casco a su diestra superior”  

D. Pedro ostentaba el condado de Valdecañas. Sus abuelos paternos habían sido D. Antonio José Valdecañas, también con título de “conde de Valdecañas”, el cual casó con Mª de la Soledad de Ayllón de Lara. Por parte materna, sus abuelos eran José de Ventura Valdecañas quien casó con Juana Mª de Píédrola, natural de Linares.

BIBLIOGRAFÍA:
·         Revista Cultural Órdago de Torredonjimeno (Varios números)
·         Hemeroteca Nacional.
·         Revista Alhambra de Granada, 1911

lunes, 1 de junio de 2015

PEPA Y “PEDRO PERICO” LOS SIRVIENTES DEL POETA Y DRAMATURGO JOSÉ ZORRILLA




 "El porcunés D. Pedro García y su esposa Dª Josefa García, criados que fueron del dramaturgo y poeta D. José Zorrilla" 

Luis Gómez
           
            Evocar el nombre de José Zorrilla es traer inmediatamente a la memoria su obra más conocida “Don Juan Tenorio” (obra que el lector puede leer gracias a la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes pinchando aquí) la obra literaria de D. José es mucho más extensa, y sería injusto encasillarlo sólo por el éxito de una de sus creaciones.
            De D. José Zorrilla podemos saber grandes cosas sobre su vida y sobre sus obras, pues su biografía extensa y está bien documentada. Pero es gracias a las pequeñas aportaciones que pueden hacer los que viven a su alrededor, los que mejor nos dan una idea de cómo era el hombre que había detrás de la fama.
            Esos nombres son Pepa, (Josefa García) y su marido el porcunés Pedro García quienes fueron sirvientes del poeta durante muchos años.
            Rescatamos de la hemeroteca este precioso artículo firmado por el periodista Eduardo Ontañón, publicado en la revista “La Estamapa” y que nos ilumina sobre la vida privada del famoso escritor, así como la candidez y sencillez de los que fueron durante muchos años sus sirvientes y hasta confidentes

            Dice así el artículo de la Estampa de 5/11/1929



"Retrato de D. José Zorrilla. Según los sirvientes, no fue don José muy amigo de las cámaras de retratar, y hay muy pocas fotos de él"

Eso es: una aparición. Como que, lleno de dudas, llega uno a consultar el Diccionario, a mirar y remirar el perfil engallado—la melenita airosa, la barbilla de gnomo bueno—del hombre a quien encierran estas dos fechas, con el terrible paréntesis de los epitafios (1817=1895). Y estos tres adjetivos: célebre, inspiradísimo y fecundo.
Los criados de Zorrilla”, nos presentan. Y se les mira con desconfianza, con esa prevención que tan precisamente explica la frase anticuada: “de hito en hito. Casi como a fantasmas, como a los aparecidos del mismo “Tenorio”.
            Sin embargo, nada más inexacto para retratarles fielmente. Ella es una vieja obsequiosa (“Tengo setenta años”, dice, de blanco y antiguo pelo señorial, que recita versos y tiene la vista cargada de recuerdos. Hasta de recuerdos poéticos, con la esencia de «poética» que da el siglo XIX. Y él, un viejecillo sonriente, con acento andaluz («Soy de Porcuna, señor») y gracejo popular; estos son Josefa García y Pedro García, llamado «Pedro Perico» por el humor de Zorrilla. Actualmente, guardianes de una fábrica abandonada; antes, cocinera y, ayuda de cámara de D. José Zorrilla.
—Entré muy joven en casa del señor—dice ella. Hay que advertir que para Josefa García, a pesar de haber servido en dos casas más, el señor es siempre, con un profundo respeto, D. José Zorrilla. Con un profundo respeto que, como los recuerdos, guarda cuidadosamente desde el tiempo viejo. Y explica así su entrada:
—El señor era íntimo de D. José Soler, de Valladolid, que fué mi amo durante cinco años. Siempre que venía a casa de D. José, le gustaban mucho las comidas, «A -esta cocinera me la tengo que llevar yo», dijo alguna vez. Porque el señor era un poquito raro. Y un día de su santo, 19 de marzo, se empeñó en que había de ir a su casa. Y D. José Soler cedió. «Ha de estar conmigo hasta que se case», dijo el señor.
—Y allí nos conocimos, sí, señor—cuenta el marido, con mucha sonrisa.
 —¿Entonces, ya estaba usted en casa de Zorrilla? .
—¡Ya lo creo!... Cuando el juramento de la reina, cuando la coronación: en los mejores tiempos estaba yo allí... Y siempre, acompañándole a todas partes. Se agolpan los recuerdos, queriendo empujarse unos a otros. Iba siempre con él, llevando «la capita». «Porque a la salida del teatro se quedaba frío y tenía que arroparle. Al teatro—«a Calderón», dicen ellos—le llevaba también un sifón de agua de Seitz. «Siempre tenía sed».
Ahora habla ella:
—Cuando mataron al general Fajardo, que tenía yo veinticinco años, fué el señor a Cartagena, ¡qué tiempos! Estaba yo en amores con mi marido...
—Sí. íbamos a Orihuela y nos volvimos, hasta que se apaciguó la cosa—dice él. —iAy, y Cuando vino el periódico! Recorté la fotografía del señor, que siempre había querido tener, pero no me  atrevía a pedírsela. Y me lo leí todo. Y me aprendí hasta la dedicatoria del banquete que le dieron en Orihuela.
            Porque esta Josefa García tiene una memoria magnífica. Se acuerda de cosas que la sucedieron siendo muy niña; se sabe unos versos divertidos que hicieron a un farmacéutico cuando ella tenía doce años. Y es la biblioteca humana de Zorrilla: se aprendió y repite casi literalmente la mayoría de los versos «del señor»; el «Tenorio» completo, «El poema de Granada», «El zapatero y el rey», «A buen juez», etc. entre ellos, algunos desconocidos. Por ejemplo, éste, para el abanico de «su hermana Mariquilla»:

Tú romperás muy pronto,
Marica inquieta,
esta prenda del vago
viejo poeta,
mas té suplico
que guardes los pedazos
de este abanico,
porque estoy cierto
que has de quererme mucho
después de muerto.
Y cuando en ellos, rotos,
mis versos leas
y hecho entre ellos pedazos
mi nombre veas,
piensa, embeleso
de tus padres, que han sido
prenda de un beso.

Y este otro, seguramente improvisado en el brindis de cualquier reunión familiar de principio de año:

Si el año sesenta y cinco
no me falta la fe,
le aguardaré sin miedo,
sumiso, resignado,
con el semblante ledo,
y mientras tenga fuerza
le aguardaré de pie.
Ni lo que fué me aterra
ni el porvenir me espanta;
mientras en pie me tenga,
con voz en mi garganta,
mis versos y mi patria
a Dios consagraré.
Aunque me falte tierra
donde poner mi planta,
aunque me falte cielo
donde poner mi luz,
no me faltará nunca
de Cristo la ley santa
ni fosa en que me entierren
ni sombra de urna cruz



"Retrato dedicado a Pepa y Pedro de Dª Juana Pacheco, segunda esposa del poeta"


            Después, animada por el buen recuerdo, nos dice no sólo los versos de Zorrilla, sino también los dedica dos a él y hasta a su esposa, a doña Juanita Pacheco, hija de la célebre comedianta y segunda mujer de don José Zorrilla, — ¡Qué guapa era y qué joven! La llevaba cuarenta años el señor... Se llevaban muy bien. Ella casi no salía de casa. Allí estaba siempre con doña Maximina Pinto
y doña Teresa, la de D, José Banda, que tocaba muy bien el piano en las reuniones que tenían: los valses de «Fausto», ¡tan bonitos!, sobre todo.
—¿Y a qué amigos de D. José recuerda usted de aquellas reuniones?
 —Muchos, muchos personajes: don José Banda, que tenía una mano de plata; el conde Vaqui, la marquesa de Medinaceli, D. Magín Puig,.. ¡Había que ver aquello! Venía el señor del teatro, y todo eran emparedados del Suizo, té con manteca... ¡Se gastaban seis duros diarios sólo de champán! Por la noche me daban doce duros para la compra. Claro. Había siempre de diez a doce señores a comer.
—Sería el buen tiempo de Zorrilla, Cuando más dinero ganaba, ¿verdad?
 — ¡Uy, ya lo creo! Entraban en casa muchas pensiones. Sólo la marquesa de Medinaceli le pasaba una de 18,000 reales; y venían otras de Barcelona y del mismo Valladolid, de la misma cantidad... Luego, las veinte pesetas que le daban por cada libro del «Poema de Granada» que se vendía. También traían coronas con bandas preciosas, plumas de plata y oro, estatuas de tamaño natural,.. ¡Bien lo he limpiado yo todo! Ahora está en el Museo de Valladolid, porque lo regaló la señora cuando murió el señor.
Habla “Pedro Perico”:
—Cuando venia el dinero, lo recogía yo en cestillos y lo guardaba en el armario de una habitación a la que entrabamos sólo él y yo... Que venía alguna cuenta, pues me decía: «Pedro Perico», “Saca el dinero”. Alguna vez le dije: “Por Dios, señor, que se gasta mucho”. Pero él contestaba: «No te apures; cuando se acabe, me quito la gorra y no faltara quien me eche limosna».., ¡Era un gran señor!
 —¿Cómo recuerda usted a Zorrilla, Josefa? ¿Cómo le tiene calcado en la memoria?
—Muy bien. Con mucha claridad.
Era pequeñín, grueso: sombrero de copa alta y tacón. Vuelta a la policromía ochocentista: los valses de «Fausto», los emparedados del Suizo, las coronas, los poemas a Granada. Y, el copa alta y el tacón. Todo se nos vuelve a la mano, como un pájaro domesticado, gracias al recuerdo de estos viejecíllos supervivientes.
“Pedro Perico” evoca ahora la vida que, habitualmente, hacía Zorrilla. A la mañana, «serían las nueve», se levantaba y se ponía a trabajar. Hasta las doce, que Pedro le daba «un unto a la cabeza», acaso el unto de la inspiración.
Después de comer continuaba el trabajo hasta bien entrada la tarde. No salía más que después de cenar, que solía ir al teatro. Y Pedro, detrás, dándole escolta con la capita y el sifón. Ahora es Josefa quien recuerda.
—Tuvo una temporada de ir todas las noches a la parroquia de la Antigua; daba vueltas y más vueltas por allí. Yo estaba intrigada y con mucha curiosidad. Por fin, un día me atreví:
“Señor, tendría sumo gusto en saber lo que está haciendo”. Y me contestó así mismo: “No, eso no se verá hasta muchos años después de que me haya muerto”. Por eso estoy segura de que, cuando el centenario, saldrán muchas cosas grandes... Ustedes, que son jóvenes, lo verán.  
—¿Y no conservan ninguna cosa de Zorrilla: cuartillas, libros?...
— ¡Ay, sí, señor! Un retrato dedicado que le pedí yo al casarme, como único regalo de boda... También tenía varias cartas escritas, pero se las llevó un amigo catedrático, de León. Me llamaba el señor “mona grande” y “mona chica", y bromas así... ¡Mucho nos querían! Asistieron a nuestra boda, y después siempre se interesaron por nosotros. El señor lo dijo varias veces:
«Si por alguien he de hacer en este mundo, ha de ser por Pedro y Pepa».
Otros recuerdos:
—En Calderón entrábamos de balde, con sólo decir en la taquilla: «Servidumbre de Zorrilla».
—Cuando hizo el «Poema de Granada», ya estaba yo en casa del señor, Y me regaló uno. ¡Uy, qué bonito era!
—Como el señor era tan raro, no quería retratarse. «¿Pero por qué no te retratas?», le solía decir doña Juanita. Y también la señora marquesa de Medinaceli, que a todo trance quería un retrato suyo. Pues bueno: un día se fué a Madrid y se vino con la fotografía, enseñándola muy contento. ¡Ay, qué alegría! ¡Parece que lo estoy viendo cuando se la dio a esos personajes!
Pepa y “Pedro Perico” sonríen secamente, paladeando lejanas sensaciones. Todo se perdió, todo se fué. Pero ahí está, perenne, su recuerdo, terso y coloreado, como estampa bien conservada. Y también los retratos con afectuosa dedicatoria. —¡Los retratos!... Eso es lo que nos queda de todo
Aquel tiempo bueno.
EDUARDO DE ONTAÑÓN

miércoles, 27 de mayo de 2015

IZNATORAF Y LA POLÉMICA SOBRE EL PASTOR PROTESTANTE DEL SIGLO XIX


"Vista panorámica de la localidad de Iznatoraf"

Luis Gómez.

Ya habíamos hablado en otras ocasiones en este blog sobre el protestantismo decimonónico en España o incluso las reacciones que, a los tosirianos por ejemplo, les produjo el hecho de saber que se edificaba un templo protestante en Madrid.

Al hilo de esas noticias traemos hoy, en esta ocasión, el caso del pastor protestante en Iznatoraf a finales del siglo XIX.

El tema dio mucho de sí en su día, y hubo periódicos de tirada nacional e ideología liberal que se hicieron eco de la noticia, poniendo a los habitantes de Iznatoraf, poco más o menos que, de fanáticos incultos o retrasados.

Pongámonos en situación.

Durante casi todo el siglo XIX fueron muchos los visitantes que recorrieron los pueblos de España. La gran mayoría lo hacían movidos por el romanticismo de la época, escribiendo en ocasiones libros de viajes al tiempo que, muchos de ellos, escribían informes para sus respectivos países, sobre las industrias, infraestructuras y condiciones del país anfitrión. Nos dice así Mª del Mar Serrano en su libro “Viajes y viajeros por la España del siglo XIX


En cambio, a lo largo del siglo XIX, que es el que con preferencia nos ocupa, visitaron España numerosos viajeros franceses como Alexandre Laborde, cuyo Itinéraire Descriptif constituye un empeño estadístico exhaustivo que hubo de ser de gran utilidad durante muchos años a posteriores viajeros; o Prosper Mérimée, que tanto abría de contribuir, junto con Théophile Gautier y Alejandro Dumas, a configurar la imagen romántica de Andalucía, o Charles Davillier y Gustave Doré que viajaron por una España surcada ya por el ferrocarril, deseosos de recoger lo que de esa imagen romántica de antaño quedara. Ingleses como George Borrow, cuya misión consistente en la difusión de biblias protestantes en un país profundamente católico prueba su amor por la aventura; o Richard Ford, cuya extensa obra sobre España no le ha salvado del calificativo de hispanófobo. Alemanes como GuiIlermo de Humboldt, estimulado por su amigo Goethe, el cual seguía en un mapa colgado en la pared de su habitación el itinerario que el historiador le indicaba en sus cartas. También italianos, como Edmondo de Amicis, interesado por la forma en que los españoles habían recibido a Amadeo de Saboya... Las publicaciones de relatos de viaje por España realizadas por autores extranjeros llegó a ser tan numerosa que Ramón de Mesonero Romanos, en el prólogo de una obra suya publicada en 1840, realizó un retrato satírico de los relatores, en este caso franceses, contraponiendo su superficialidad a la sólida obra de viajeros como Ponz, CavaniIles, Flórez o los hermanos Villanueva, que necesitaron años de estudio y dedicación antes de escribir sobre sus viajes”.

En la España decimonónica, los ingleses tenían un privilegio. Tras haber ayudado a los españoles contra los franceses en la Guerra de la Independencia (algunos autores no consideran que los ingleses ayudaran a España en la Guerra de la Independencia. Más bien al contrario, pues destruyeron infraestructuras imprescindibles para el sostenimiento de las colonias, privaron de recursos y destruyeron las incipientes competencias mercantiles que España poseía, privándole así de unas ventajas imprescindibles en el futuro lo cual supuso un penoso lastre a los españoles de todo el siglo XIX. Entre los saqueos y abusos de los franceses junto con las maquinaciones de los ingleses, España retrocedió industrialmente hablando dos siglos al pasado y quedó sumisa y dependiente de las exportaciones extranjeras, incapaz de montarse en el tren de la incipiente Revolución Industrial europea hasta pasados muchos años) muchas fueron las colonias de británicos que se establecieron en nuestro país. En Cádiz y Jerez, o en Gibraltar eran muy numerosas, y también lo fueron en Linares, aprovechando las explotaciones mineras. Allí se asentaron, llevando con ellos sus tradiciones, sus deportes (tenis y fútbol) y como no, su religión protestante o evangélica. Es en ese sentido donde debemos ubicar el caso de Iznatoraf.

Veamos como lo vendió la prensa decimonónica del momento: 



 "El Diario nacional "El Globo" se hace eco de la noticia" 

De Iznatoraf nos escribe persona fidedigna dando cuenta de un nuevo abuso cometido en contra de la tolerancia religiosa, de la civilización y de la cultura. A no abonar el relato quien lo abona, y pese á otros hechos análogos ocurridos anteriormente en Iznatoraf, muy en duda hubiéramos puesto semejante atentado, propio no más que de poblaciones salvajes ó de remotos siglos.
A fines de Abril llegó á la villa un pastor evangélico, inglés de nacimiento, y persona de distinguida educación cuanto de aspecto respetable. Subía el dia 2 por la calle del Castillo, la mas pendiente de la población, y dirigíase á su alojamiento, cuando de pronto le asaltó una fanática turba que, no contenta con cubrirle de denuestos, groserías é injurias, acabó por perseguirle á pedradas, ni mas ni menos que hubieran hecho con algún padre franciscano ó dominico los igorrotes famosos de Primo de Rivera.
El pastor, oyendo impasible los insultos de un centenar de mujeres y de otros tantos hombres, y recibiendo con la cabeza baja la lluvia de proyectiles que sobre él descargaba un bando de rapaces, hubo de recorrer un largo trayecto hasta que encontró, tras las puertas de su casa, el necesario refugio.

Para colmo de escarnio, la autoridad envió á apaciguar el tumulto la mujer de un alguacil, la cual (bien conocida, ciertamente, por sus malas costumbres), arengaba á la turba multa con las siguientes frases: «Insultadle cuanto queráis, mas no le tiréis piedras.» A tal punto hemos llegado después de trece años de tolerancia religiosa, después de proclamada hace tres siglos la libertad de conciencia. Hay españoles que atacan á un hombre inofensivo, á una persona que ni siquiera alardea de su religión ó de su culto, como ya ni en Marruecos, ni en Asia, ni en Oceanía se ataca á los misioneros católicos. Bien hará el misionero evangélico en llevar ante los tribunales á los agresores, pero mejor hará el gobierno, puesto que así cumplirá con su deber, exigiendo estrecha responsabilidad á las autoridades que tal han consentido. Y por cierto que dichas autoridades son consentidoras netas, que por ahora han sabido salir á flote del naufragio” (Diario “El Globo Ilustrado” 7/05/1881)


"Vista de una de las calles de Iznatoraf. (Foto Natalia y Alejandro)

Tal y como se puede apreciar, el periodista, al calor de su ideología liberal, trata de vender el asunto como un caso de atropello o fanatismo integrista. El liberalismo de la época quería arrasar con el clero y el trono, arremetiendo duramente contra estas instituciones. La masonería europea y española están cuajados de ese sentir, e incluso se crearon cabeceras editoriales dedicadas a ese aspecto (Un ejemplo de ese tipo de prensa es: “Las dominicales del libre pensamiento” cabecera radical muy crítica con el clero y los conservadores. Puede verse un ejemplo de lo que se habla en esta entrada de este mismo blog). 


"El sabio español, D. Marcelino Menédez y Pelayo"

Don Marcelino Menéndez y Pelayo, en su obra “Historia de los Heterodoxos Españoles” recoge este mismo caso del pastor evangélico, pero nos da otra visión sobre lo sucedido. Dice así el sabio español:

En el obispado de Jaén intentaron algo, con éxito muy dudoso, los mineros ingleses y alemanes de Linares, abriendo una capilla y comprando algunas apostasías, de las cuales fue muy ruidoso, después de la Restauración, el caso de Iznatoraf, donde un infeliz que se decía pastor evangélico, subvencionado por una señora inglesa, reclamó contra el párroco, que había bautizado a un hijo del susodicho pastor a ruegos de su madre. El ministro de la Gobernación, que lo era entonces el Sr. Romero Robledo, dio la razón al pastor contra el párroco, recomendó la caridad y la tolerancia y reprobó la conducta del alcalde que había tenido la entereza suficiente para encararse a que la forastera violentase con dádivas o con halagos la voluntad de los padres de la recién nacida”. (Historia de los Heterodoxos españoles, tomo II, Pág. 1.147, BAC, 1,956)

Es decir. Una mujer inglesa, haciendo proselitismo de su religión, daba grandes sumas de dinero a un hombre que decía ser de la religión evangélica y ser por lo tanto pastor protestante. Ese dinero debía de servir para que el pastor sufragase sus gastos como misionero evangélico en nuestro país. Al parecer una hija recién nacida en el domicilio de este pastor es llevada por la propia madre al sacerdote católico de la localidad de Iznatoraf para ser bautizada, motivo por el cual protesta el pastor evangelista. El pueblo llano se entera de lo sucedido y entra en liza, armándose el consiguiente lío que llegó a trascender de lo anecdótico local a lo nacional.

Aunque han pasado muchos años de este suceso, el hecho sigue dando de qué hablar. El sacerdote oriundo de Iznatoraf D. Pedro J. Agudo, escribía en el blog Iznatoraf.info, que hacía tiempo, y debido al hecho de haber publicado el sacerdote un libro sobre Iznatoraf, coincidió con otro señor que era pastor evangélico, el cual había leído su libro y el caso del pastor protestante que nos trata y dice así D. Pedro sobre el asunto:

Tenía y me dio tres fascículos con el título común de “Cuadernos de la Iglesia Evangélica de la provincia de Jaén”: uno, dedicado a IZNATORAF, otro, a VILLANUEVA DEL ARZOBISPO y el otro lleva por título D. ROBERTO J. SENINGTON, EL PRIMER MISIONERO INGLÉS DE LAS ASAMBLEAS DE HERMANOS QUE ESTUVO EN LINARES y que el año 1884 visitó también Iznatoraf, Villacarrillo, La Cañada de la Madera, y otros sitios de la zona.
En los tres fascículos pone de relieve cómo nacieron y vivieron las primeras comunidades protestantes en esta zona. Al texto de la Historia de los Heterodoxos Españoles, referente a Iznatoraf, recogido también por el autor de dicho fascículo, lo llama “texto Oficial”, y a él contrapone los fascículos como la versión verdadera.
En el fascículo de Iznatoraf presenta una lista, de hombres y mujeres, 19 en total, escrita a mano, que formaban la comunidad de cristianos evangélicos en el año 1890”.

Las informaciones parecen contradictorias, y el suceso no está claro del todo. otro autor, el historiador Juan Bautista Vilar, en su libro “Un siglo de protestantismo en España (Aguilas-Murcia, 1893-1979)” nos dice en la página 38 sobre este caso:

“(León B. Amstrong) era inglés, pero conocía bien el país y el idioma al término de un cuarto de siglo de residencia. Era un rico comerciante que liquidó sus negocios para dedicar su tiempo y dinero a dar testimonio del Evangelio”. Un poco más abajo, nos sigue diciendo el mismo autor: “El pastor llegó a Águilas acompañado de su esposa Julie, auxiliar eficiente en todas sus actividades. Aunque relacionados con la obra bautista, los Amstrong no dependían en el aspecto financiero de ningún comité nacional, ni recibían apoyo pecuniario regular de nadie. Se mantenía con sus propios recursos. Sólo de tarde en tarde les llegaban donativos de Inglaterra, Suecia y los Estados Unidos.” Dicha información aportada por Juan Bautista, autor del libro, discrepa de lo indicado anteriormente por D. Marcelino Menéndez Pelayo, quien si sabía de las aportaciones recibidas de una viuda inglesa. Pero no es la única información contradictoria. Sigue diciendo Juan Bautista Vilar en su libro: “El matrimonio estuvo anteriormente en Mérida y en el pueblecito jienense de Iznatoraf, próximo a Villanueva del Arzobispo. Trajeron con ellos una chica de ese pueblo, Leonor Gutiérrez, a la que educaron y trataron siempre como una hija”. En las notas del libro, el autor nos revela que a Leonor “La casaron con un colportor (El colportor es una persona, por lo general bien vestida, que llama a las puertas de las casas para ofrecer el Evangelio o vender la Biblia protestante. Actualmente, los Testigos de Jehová suelen ser los más asociados con la figura del colportor en nuestra región) apellidado Manjón, que debió conocerla durante una visita a Águilas. Ya anciana, murió hará unos años en Albacete, donde un hijo suyo figura entre los dirigentes de la importante congregación bautista local”.


"Retrato de un colportor de principios de siglo. Vendían sus Biblias por las casas"

Tenemos así que al parecer, la mujer que quedó embarazada era la joven Leonor Gutiérrez, que era oriunda de Iznatoraf. Podemos suponer que tendría algún escarceo amoroso fruto del cual le nacería un hijo. No sabemos si movidos por el padre de la criatura o por propia iniciativa de Leonor, el hijo recién nacido es llevado al sacerdote católico de la localidad para su bautismo. Enterado de todo el pastor protestante, es cuando se debería de haber liado el enojoso asunto local. Por lo que se apunta en la lectura de Juan Bautista Aguilar Vila, Leonor, con el paso del tiempo, se casaría una vez que Léon y su esposa Julie abandonaron Iznatoraf camino de la localidad murciana de Águilas. No sabemos decir si el hijo que en la localidad de Albacete lidera la comunidad bautista es el nacido en Iznatoraf u otro vástago nacido del matrimonio entre Leonor y el colportor Manjón.

BIBLIOGRAFÍA:
MENÉNDEZ PELAYO, M. “Historia de los Heterodoxos Españoles” Tomo II. La BAC. Madrid 1961
BAUTISTA VILAR, J. “Un siglo de protestantismo en España (Aguilas-Murcia, 1893-1979) Aportación al estudio del acatolicismo español contemporáneo” Murcia. Cátedra de Historia Contemporánea, Universidad de Murcia, 1982.
SERRANO, Mª M. “Viajes y viajeros pro la España del siglo XIX” Cuadernos Críticos de Geografía Humana, Barcelona 1993
Diario “El Globo Ilustrado” 7/05/1881
Blog de Cassia (Varios artículos)
Blog “Iznatoraf.info”

martes, 26 de mayo de 2015

"LA CRUZ DE CALATRAVA", EN RADIO JAMILENA FM


EL PADRE RECIO, PROTAGONISTA DEL PROGRAMA RADIOFÓNICO:
"LA CRUZ DE CALATRAVA"


Radio Jamilena FM ha tenido el acierto de ofrecer un espacio en su parrilla de programación a la historia comarcal: es LA CRUZ DE CALATRAVA, programa que capitanea nuestro amigo José Carlos Gutiérrez Pérez, historiador y cronista oficial de Jamilena.

Ayer 26 de mayo de 2015, invitados por esta Casa, tuvimos ocasión de compartir con José Jiménez Martínez y José Carlos Gutiérrez Pérez una espléndida tarde en la que hablamos de una figura para nosotros inolvidable: nuestro querido franciscano Rvdo. P. Fray Alejandro Recio Veganzones (q.e.p.d.), eminente historiador y arqueólogo que, aunque vallisoletano, se volcó en el rescate de la historia de Martos y la comarca. No podía haber mejor temática para quienes siempre hemos llevado a mucha gala haber sido discípulos directos del Padre Recio.
 
Aquí ofrecemos parte de la emisiónn radiofónica en directo, captada en vídeo.
 
 
 
 
 
Con antelación a incorporarnos al estudio de radio, para emitir el programa en directo, José Carlos Gutiérrez Pérez nos llevó de visita guiada la recoleta y preciosa ermita de San Francisco de Asís de Jamilena: así... Para preparar el ambiente, puesto que poco después íbamos a recordar a una figura tan estrechamente unida a la devoción de San Francisco de Asís entre nuestras gentes como fue el Padre Recio que, amén de arqueólogo de prestigio internacional, fue el último de los capellanes de la Orden Tercera de Franciscanos de Jamilena y de la de Torredonjimeno.
 
Gran tarde para rememorar a los buenos y transmitir a los seguidores de la radio un destello de aquella lumbrera de sabiduría que fue el P. Recio.
 
 
 
 
 

martes, 19 de mayo de 2015

EL HIDALGO QUE PINTABA TORREONES


Manuel Molina Zufía, en su estudio de artista
 
 
A LA MEMORIA DEL MAESTRO MANUEL MOLINA ZUFÍA, NUESTRO AMIGO,
QUE PASÓ A MEJOR VIDA EL 19 DE MAYO DE 2015
 
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
y
 
Luis Gómez López
 
 
 
 
 
Siempre es triste despedir a un amigo. Y hoy, todavía de cuerpo presente, no podemos dejar de apesadumbrarnos en las primeras horas en que nos hemos percatado del vacío que ha dejado entre nosotros, sus vecinos y amigos. El llanto, sobre el difunto -que dicen los castizos. Y, después de rezarte unas Avemarías al pie de tu ataúd, queremos hablar de ti, homenajearte como mereces, aunque mereces mucho más.
 
Manuel Molina Zufía falleció esta madrugada, se fue plácidamente, con la discreción que siempre caracterizó su vida de hombre bueno entre nosotros. Todo el pueblo lo conocía y lo apreciaba. Fueron muchos años los que trabajó atendiéndonos cuando comprábamos un billete de autobús a Jaén, a Martos... Hasta su jubilación se empleó dando la cara al público para los autobuses UREÑA: con su cordialidad, su bonhomía, su clásico bigote de galán.
 
Nosotros también tuvimos la fortuna de conocerlo y tratarlo, primero en la Hermandad y Cofradía de Jesús Orando en el Huerto de los Olivos y María Santísima de la Fe y el Amor, en los buenos tiempos de Cristóbal Liébana López, otro grande que se nos fue. Más tarde, cuando emprendimos la aventura de nuestra revista ÓRDAGO, ahí estaba Manolo, siempre dispuesto a nutrirnos con fotografías antiguas y dibujos suyos.
 
Hemos pasado buenas horas con Manolo, en su estudio artístico, hablando de los viejos tiempos que él conoció y nosotros conocimos mejor gracias a sus noticias. Siempre que nos encontrábamos en la plaza, en la calle, era algo más que un "Adiós": nos parábamos, nos dábamos parte de estas y las otras novedades, nos emplazábamos para vernos algún día y las puertas de su casa, siempre abiertas para nosotros. La diferencia de edad no era un obstáculo para que hubiera entre Manuel Molina Zufía y nosotros una simpatía que fluía.
 
Su conversación era reposada y siempre amena. El tema príncipe de nuestras tertulias con él fue el arte, que vivía apasionadamente. Dominaba el arte: no sólo en su ejecución (lo mismo al carboncillo que con pinceles), sino que se notaba que había estudiado a fondo la historia del arte, las técnicas, los secretos de los clásicos de todos los tiempos y, con preferencia, los barrocos. Pero otro de sus temas predilectos eran las historias de la vieja Tosiria, de la que sabía bastante. Una de las ramas de su árbol genealógico, nos lo contó él mismo, procedía de Navarra y esos antepasados suyos se habían asentado en Torredonjimeno tras la Tercera Guerra Carlista. Manolo Molina Zufía había tratado a todos nuestros grandes locales de la segunda mitad del siglo XX: a D. Juan Montijano, a D. José López Arjona... Y atesoraba muchas anécdotas de ellos que transmitía con su campechanía y particular gracejo de gentil caballero. Nunca le oímos una palabra fea de nadie: pues como cristiano callaba, cuando no podía alabar. Esposo ejemplar y buen padre, el buen recuerdo de su paso por esta vida quedará no sólo en sus más cercanos familiares: su viuda e hijos, sino en todos cuantos tuvimos la suerte de tratarlo.
 
Como hombre de profundas creencias la religión fue uno de los temas predilectos de Manolo, fuente de continua inspiración para su obra pictórica. Y el otro, fueron los rincones de nuestra patria chica, que también plasmó en sus lienzos, en sus óleos, acuarelas y dibujos: el Molino del Cubo, la Torre Fuencubierta... Con el arte expresó su mundo interior, habitado por sus devociones locales y el amor que tuvo siempre a Torredonjimeno.
 
Se nos hará raro pasar por la plaza o por la calle Santa Teresa y no volver a verlo más: con su guayabera, su sombrero, su bastón, con las hechuras de hidalgo de otro tiempo, de mejores tiempos, cuando había tiempo para admirar las cosas más cercanas y sencillas, detenerse a contemplarlas, hacerle unos versos a un palomar o dibujar la vetusta torre parroquial.
 
Te añoraremos, Manolo. Y te recordaremos siempre paseando, llevándote a tu estudio de pintor una idea, una imagen, a la que dedicarle un tiempo para captar el núcleo de eternidad de toda cosa que, en la evanescencia efímera de su realidad material, se mantiene durante un tiempo. Pintor de torreones que son símbolo de fortaleza y resistencia fuiste, Manolo. ¡Cómo añorabas tiempos de honor y caballerosidad! Como nosotros los añoramos.
 
Como creemos en la otra vida, te despedimos, con el consuelo de que estés gozando ya de la eterna gloria de Dios Nuestro Señor.
 
 
 
Torre Fuencubierta, dibujo de Manuel Molina Zufía